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Si no pueden condenar a Trump, los gestores buscan el veredicto del pueblo y de la historia

El daño ocasionado por el ataque de la turba sigue visible en las puertas del Capitolio en Washington antes del comienzo del juicio político del expresidente Donald Trump, el martes 9 de febrero de 2021. (Alyssa Schukar/The New York Times).
El daño ocasionado por el ataque de la turba sigue visible en las puertas del Capitolio en Washington antes del comienzo del juicio político del expresidente Donald Trump, el martes 9 de febrero de 2021. (Alyssa Schukar/The New York Times).
Varios de los gestores del juicio político de la Cámara de Representantes observan la pantalla donde se reproducen los videos del 6 de enero presentados por la fiscalía durante el juicio en el Capitolio, el martes 9 de febrero de 2021. (Erin Schaff/The New York Times).
Varios de los gestores del juicio político de la Cámara de Representantes observan la pantalla donde se reproducen los videos del 6 de enero presentados por la fiscalía durante el juicio en el Capitolio, el martes 9 de febrero de 2021. (Erin Schaff/The New York Times).

El mes pasado, al caer la noche de un día de violencia y caos en el Capitolio, en el que hubo derramamiento de sangre, cristales rotos y un ataque a la democracia, el presidente Donald Trump publicó un mensaje en Twitter que parecía celebrar el momento. “¡Recuerden este día para siempre!”, exhortó.

Los demócratas de la Cámara de Representantes que lo procesan en el juicio político del Senado casi un mes después esperan garantizar que todo el mundo lo recuerde.

Dado que una condena en un Senado dividido parece ser imposible, los gestores de la Cámara de Representantes, como se les conoce a los fiscales o a la parte acusadora, están dirigiendo sus alegatos a dos audiencias más además de la del pleno del Senado: el pueblo estadounidense cuya decisión de negarle a Trump un segundo mandato fue puesta en riesgo y los historiadores que algún día emitirán su propio juicio sobre el expresidente y su tiempo en el poder.

A través del extenso uso de estremecedoras imágenes de video que muestran tanto las palabras de Trump como el brutal alboroto que ocurrió después, los gestores están aprovechando su momento de protagonismo nacional para convertir las imágenes desgarradoras de los estragos en el legado inexpugnable de la presidencia de Trump. En lugar de dejar que la indignación se apacigüe, los gestores buscan asegurarse de que Trump rinda cuentas, aunque sea absuelto en el Senado.

“Los demócratas y los gestores están actuando más para otro jurado en este caso que en cualquier otro juicio político anterior contra un presidente estadounidense”, afirmó Ken Gormley, presidente de la Universidad de Duquesne y autor de libros sobre el juicio político, los presidentes y la Constitución. “Independientemente del resultado del juicio, es probable que el primer párrafo de los relatos históricos sobre la presidencia de Trump diga que incitó a una turba a irrumpir en el Congreso tras negarse a aceptar los resultados electorales.

Si no se condena a Trump, los gestores quieren asegurarse de que quede tan políticamente radiactivo que no pueda ser la misma fuerza política que alguna vez fue; si no es el paria que piensan que debería ser; entonces, al menos que sea una figura de la que muchos republicanos de la corriente dominante y sus donantes corporativos quieran mantenerse alejados. De hecho, si el Senado no vota a favor de inhabilitarlo formalmente del servicio público, quieren que la gente lo haga.

Karl Rove, estratega republicano y exasesor del presidente George W. Bush, comentó que los gestores habían hecho una presentación “muy convincente”. “No está claro que hayan satisfecho la definición jurídica de ‘incitación’ e ‘insurrección’, pero, en la práctica, el expresidente ha quedado manchado para siempre e incapaz de contender en 2024”, afirmó Rove. “La pregunta es: ¿cuánto poder para controlar al Partido Republicano se habrá drenado para cuando esto termine?”, agregó.

El entorno de Trump reconoce que la acusación ha sido efectiva, pero la considera un desprestigio ilegítimo nacido de la animadversión partidista. Jason Miller, asesor de Trump desde hace mucho tiempo y su vocero de campaña, calificó la iniciativa de impugnación como una “forma vengativa de intentar perjudicarlo para futuras elecciones”, pero que, según él, no funcionará dado el apoyo persistente que tiene Trump en la base republicana.

“Creo que el presidente va a participar para asegurarse de que recuperemos la Cámara de Representantes y el Senado en 2022”, dijo Miller a Fox Business. “El presidente Trump se mantendrá activo. Me parece que va a descansar y a relajarse un poco en Mar-a-Lago, pero lo veremos de vuelta en poco tiempo”.

El equipo de abogados del expresidente, que presentará sus alegatos después de que los gestores concluyan los suyos, desestimó el uso del video en el juicio del Senado por ser una táctica provocadora para culpar a Trump de las acciones de otros.

“Es algo que el presidente Trump ha condenado en términos inequívocos, la terrible violencia que ocurrió allí, así que ese no es el problema”, dijo David Schoen, uno de sus abogados, en Fox News. “Solo buscan calentar los ánimos y atizar sus últimos golpes al presidente Trump”.

La decisión de impugnar a Trump por segunda vez y someterlo a un juicio incluso después de haber dejado el cargo siempre fue arriesgada para los demócratas, algunos de los cuales se mostraron recelosos de montar de nuevo un esfuerzo mayormente partidista que el año pasado acabó en una exoneración que solo envalentonó al presidente, quien se declaró revindicado. Algunos demócratas, como el senador de Virginia, Tim Kaine, sostuvieron que una resolución de censura bipartidista con apoyo republicano sería un mejor resultado esta vez.

Pero después de redactar una medida en la que se declaraba que el expresidente ayudó a conformar una insurrección, lo cual podría inhabilitarlo para volver a contender en las elecciones en virtud de la Decimocuarta Enmienda, el senador encontró pocos adeptos en ambos partidos; los republicanos se resistieron a romper con Trump y sus compañeros demócratas exigieron “juicio político o nada”, como dijo Kaine. Así que ahora los demócratas que insistieron en el juicio político o nada se enfrentan a la posibilidad de no lograr condenar a Trump de nuevo, lo que hace más imperativo que utilicen el juicio para establecer un tipo diferente de veredicto que vaya más allá de la propia votación.

Las imágenes de video presentadas a los senadores esta semana parecieron surtir efecto fuera del pleno del Senado. El miércoles, Twitter reforzó que nunca permitiría a su más famoso exusuario regresar a su plataforma después de cortarle el acceso a sus 89 millones de seguidores por incitar a la violencia. Y la influyente página editorial conservadora de The Wall Street Journal dijo que Trump tiene ahora una marca indeleble.

“Ahora su legado quedará manchado para siempre por esta violencia y por traicionar a sus seguidores al negarse a decirles la verdad”, decía el editorial. “Sea cual sea el resultado del juicio político, los republicanos deberían recordar la traición si Trump decide contender de nuevo en 2024”.

Los gestores también tienen la mirada puesta en las páginas de la historia más allá de 2024. Cuando llegue el momento de registrar esta época, quieren que los académicos empiecen por los acontecimientos de las últimas semanas, para que en la mente de las futuras generaciones Trump sea considerado un demagogo peligroso responsable de un asalto mortal a la ciudadela de la democracia.

“A decir verdad, como historiadora presidencial, me quedó claro, al ver cómo se desarrollaban estos acontecimientos el 6 de enero, que la insurrección sería el momento definitorio de su presidencia”, comentó Kathryn Cramer Brownell, profesora de historia en la Universidad Purdue. “Parecía sin duda la culminación de las maneras en que Trump actuó personalmente para promover la desinformación, socavar las instituciones y el proceso democráticos y respaldar la violencia durante su presidencia”.

Ese, desde luego, no fue el argumento que Trump pregonó durante las semanas que pasó afirmando falsamente que le habían robado las elecciones y animando a sus partidarios a ir a Washington el 6 de enero para ayudarle a encontrar una forma de aferrarse al poder.

Se presentó a sí mismo como una víctima agraviada de una vasta conspiración en la que estaban implicados no solo los demócratas, sino también los republicanos, por no hablar de los jueces, los funcionarios electorales, los medios de comunicación, los cubanos y los venezolanos, y las empresas fabricantes de las máquinas para votar.

“La historia lo recordará”, declaró Trump en un tuit unos diez días antes del motín. Así será, y el juicio de esta semana contribuirá en gran medida a decidir cuáles serán esos recuerdos.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company