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Tras concluir Jornada de Sana Distancia, el centro está vacío

CIUDAD DE MÉXICO, mayo 31 (EL UNIVERSAL).- "¿Nieve?, ¿una nieve?, ¿no lleva su nieve?", grita un joven sobre Cinco de Mayo. El mismo muchacho, que no rebasa los 30 años, trae un cubrebocas negro parece hablar al vacío. Por enfrente del local sólo pasan coches y policías.

En el primer cuadrante del Centro Histórico de la capital mexicana todo luce desolado. Es un domingo de primavera, el sol quema ligeramente la cara, pero solo unos cuantos pueden sentirlo.

Con el fin de la Jornada Nacional de Sana Distancia, este sábado 30 de mayo, el acceso al espacio público se abriría al 30%, incluida las plazas y parques públicos, pero nadie se acerca, todo está cerrado y tiene protección.

Todos los locales, excepto las nieves, una taquería y una pizzería, permanecen cerrados. Los coches pasan con un rumbo, pero nadie sabe el fin. Los corredores donde cada fin de semana se venden libros y artesanías están bloqueados con cuerdas amarillas que dicen "peligro".

En la Alameda Central todo está bloqueado, hay más vallas que si fueran a pasar los obreros en manifestación, los más fieros anarquistas o las mujeres cansadas de la violencia un ocho de marzo. Nadie pasa, nadie pasea, solo unos cuantos corren y pedalean una bicicleta.

"Está usted entrando a zona de alto contagio", dice un letrero amarrado a una de las vallas. En amarillo con negro, como una señal de alerta máxima. La gente va guardando su distancia, todos traen cubrebocas -incluso los que corren- y los policías y trabajadores de limpieza ahora son más que los transeúntes. Todos ellos traen cubrebocas y careta de acrílico, "pa’ que no digan, pa’ que no le cuenten".

Un pequeño parque "De bolsillo" -esos espacios abandonados y recuperados por el gobierno de la Ciudad de México en los últimos años- frente a la plancha del Zócalo, permanece cerrado de todo a todo. Nadie se sienta en sus bancas y nadie toma agua en su bebedero.

"¿Lentes?, ¿busca lentes?, ¿aquí tengo dónde acomode usted su coche?", grita un hombre grande, que rebasa los 40 años, sobre Tacuba. Sus compañeros se acercan a los coches a ofrecer la venta de gafas, aquellos mismos hombres que antes de la llegada del Covid-19 se acercaban a muy poca distancia de las personas.