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La ciudad que confundió un asteroide con el fin del mundo

Un meteorito generó temor en la capital colombiana en 1687.
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En Bogotá existe un dicho muy particular para referirse a épocas antiguas. La expresión ‘eso fue en el tiempo del ruido’ suele ser usada por personas mayores para referirse a algo muy viejo, una frase que, además de haberse convertido en una parte de la cultura popular de la capital, también es uno de los últimos rastros de cómo sobrevivió en la tradición oral un evento en el que, a finales del siglo XVII, los habitantes del entonces Nuevo Reino de Granada juraron por un momento que se iba a acabar el mundo.

El domingo 9 de marzo de 1687, ya bien entrada la noche, los habitantes de Santafé de Bogotá se despertaron por un ruido ensordecedor inexplicable.

Algunos hablan incluso de tres explosiones consecutivas en un rango de 15 minutos, para otros cronistas el estruendo duró hasta media hora. Todos concuerdan en que la confusión del evento puso a la población -de unas 20.000 personas en aquella época- totalmente de cabeza ante el desconcierto de qué podía estar pasando.

Quienes estaban despiertos quedaron atónitos, mientras que a la mayoría que ya dormía, en una ciudad que sin la invención de la electricidad cesaba su actividad muy temprano, los sacó de sus camas y de sus casas, enfilando hacia las plazas en busca de un refugio contra un peligro que no veían. Se dice que quienes estaban en las llanuras huyeron hacia las colinas pensando que así se alejaban de la amenaza desconocida, mientras que quienes estaban en los valles corrieron en el sentido contrario con el mismo propósito.

La gente se refugió en las iglesias de Santa Fe de Bogotá porque creían que el ruido que provocó el impacto de un meteorito en la ciudad era el inicio del fin del mundo.
Rafael Espinosa / EL TIEMPO


La gente se refugió en las iglesias de Santa Fe de Bogotá porque creían que el ruido que provocó el impacto de un meteorito en la ciudad era el inicio del fin del mundo. ( Rafael Espinosa / EL TIEMPO/)

El ruido para algunos se convirtió en tambores, en rugido de máquinas de guerra y hasta gritos de soldados que arribaban a tomarse la ciudad, pese a la distancia de Santafé de cualquier puerto que la hiciera susceptible a una invasión. Explosiones menores que duraron varios minutos y un fuerte olor a azufre que llegó después del ruido hacen parte de los relatos que se construyeron alrededor del evento.

El temor que se desató fue tanto que incluso el gobernador del momento, Gil de Cabrera y Dávalos, salió armado en compañía de su alguacil y de los hombres que se sumaron a su paso, se cree que hacia Santa Bárbara, para conocer la causa de la tragedia. Pero no se tiene registro de daños materiales ni tampoco de víctimas, solo de fieles que corrieron en manada hacia las Iglesias en busca del perdón de los pecados en caso de que todo hubiera sido un anuncio del fin del mundo.

Y ese fue el punto de partida para que los sacerdotes jesuitas dejaran registros para la historia de que el evento realmente sí ocurrió y no fue solo un invento de la Iglesia para generar temor entre la población o una simple leyenda colonial, como se creyó en los siglos posteriores. Crónicas que en tiempos recientes han sido analizadas no solo por los historiadores, para comprender cómo el evento impacto la cultura capitalina, sino también por los científicos que buscan darle una explicación racional a tan temible ruido.

Las causas

Freddy Moreno, director del Centro de Estudios en Astrofísica del Colegio Gimnasio Campestre, en Bogotá, es uno de los investigadores que se ha interesado por desentrañar la historia detrás del ruido. Él, junto al profesor del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional, José Gregorio Portilla, ha planteado que detrás del extraño fenómeno estuvo la caída de un pequeño asteroide, que en su entrada a la atmósfera terrestre ocasionó una onda sonora tan potente que explicaría el estruendo que atemorizó a los habitantes de la antigua Santafé.

”En la historia de Bogotá quedó inicialmente como si hubiera sido el demonio, pero cuando leí los documentos en los que se tiene registro me percaté que corresponde al paso de un bólido, un pequeño asteroide que alcanzó a llegar hasta la superficie de la Tierra, pasó por encima de Bogotá, se fraccionó y cayeron sus pedazos, aunque de estos últimos no se tiene registro, pero hay una alta probabilidad de que sí se hayan encontrado”, explica Moreno, quien inició su investigación con las narraciones que hicieron de los hechos los padres jesuitas Juan de Ribero y Joseph Cassani.

Comienzo de la narración sobre el ruido publicada por Cassani en 1741.
Freddy Moreno


Comienzo de la narración sobre el ruido publicada por Cassani en 1741. (Freddy Moreno/)

Sin embargo, los relatos de estos dos religiosos llegaron décadas después del particular evento. El de Ribero se escribió en 1728, mientras que el de Cassani es de 1741. Ante la incertidumbre a la que daba espacio esta distancia temporal de los eventos, Moreno rastreó en el Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco un documento escrito en 1691, tan solo cuatro años después del ruido, por el también sacerdote jesuita Pedro de Mercado.

Una narración en latín de los hechos, con importantes similitudes a lo contado por Cassani y Ribero, que hacen pensar que se trata de la fuente primaria de la que estos partieron para reseñar el fenómeno y mostrar el cambio en las costumbres morales de los bogotanos después de haber experimentado una situación tan estresante en la que llegaron a creer que el fin del mundo había llegado.

”Si puede haber alguna idea del último día de la existencia de la tierra, ciertamente fue esa la que sucedió aquella noche. No faltó quien entregándose a la conjetura y a sus pensamientos dijera que el gran terror que sacudía a los hombres en sus ojos, en sus oídos, que los bramidos de la tierra, que el estruendo que recorría el aire no era sino la hora clara del último juicio. No se equivocaban al opinar así, pues lo que estaba sucediendo era semejante a lo que se describe en las Sagradas Escrituras”, relata De Mercado, a quien le debemos los detalles de lo que pasó en esa confusa noche.

Para Moreno, la ensordecedora onda sónica que reseñaron los cronistas y las explosiones que llegaron después corresponden al momento en el que la parte anterior de un asteroide se rompe en pedazos al entrar en la atmósfera. Una situación que compara con el evento de Chelíabinsk, en Rusia, donde el 13 de febrero del 2013 cayó del cielo una bola de fuego a 18 kilómetros por segundo. Su onda sonora, que quedó grabada en algunos de los videos que se encuentran en YouTube, reventó a su paso los cristales de muchas viviendas, causó daños materiales en seis ciudades y se estima que dejó alrededor de 1500 heridos.

Y el penetrante olor a azufre que sintieron los santafereños, que según De Mercado el Vicario General describió “como si por arte de los demonios el aire se hubiera transformado en palabras asquerosas y obscenas”, también tendría una estrecha relación con este tipo de eventos astronómicos.

”El olor que se presentó también es típico porque esos cuerpos, los meteoroides, tienen muchos compuestos de sulfuros que se evaporan cuando el asteroide se rompe y como está volando bajo fácilmente llegan a la superficie y la gente los siente”, señala el investigador Moreno.

Pero, ¿por qué nadie lo vio?

Aun hoy, la idea de la caída de un asteroide que impacte en la Tierra, un escenario temido por muchos, es asociada constantemente a una brillante bola de fuego apocalíptica que cae. Sin embargo, en los relatos asociados con el ‘tiempo del ruido’ no se reseña que nadie haya sido testigo de ningún cuerpo luminoso, lo que genera entre muchos escepticismo alrededor de la explicación astronómica.

Pero, como explica Moreno, se ha encontrado que el fenómeno más captado durante la caída de un meteorito es precisamente el ruido que este produce al entrar en la atmósfera. Una situación similar a lo que ocurre con un rayo: el relámpago que precede al trueno pocos lo ven y muchos si lo escuchan.

“Era un domingo a las 10 de la noche y la gente ya estaba durmiendo. Primero entra el meteoroide que se va deshaciendo por la fricción y se incendia, eso ocurre cuando va muy alto, por ejemplo, a unos 30 kilómetros de altura, esa luz llega rapidísimo, cuestión de décimas de segundo y hay muy pocas personas mirando porque es algo inesperado, solo cuando llega el ruido llama la atención de la gente”, detalla Moreno sobre su hipótesis del evento.

Una que al parecer se sostiene frente a otras propuestas que se han planteado a lo largo de los años, como la idea de que el ruido fue causado por alguno de los volcanes de la cordillera central o por cuenta de un movimiento telúrico. Algo que se descartó a partir de las investigaciones del padre Jesús Emilio Ramírez, un importante geofísico colombiano, quien en su libro “Historia de los terremotos en Colombia”, clasifica el ruido de 1687 como un fenómeno atmosférico sin explicación.

Santiago, patrono de España de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballo retrata una particular escena de ángeles lanzando rocas desde el cielo que algunos interpretan como asteroides.
Vásquez de Arce y Ceballos, Gregorio


Santiago, patrono de España de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballo retrata una particular escena de ángeles lanzando rocas desde el cielo que algunos interpretan como asteroides. (Vásquez de Arce y Ceballos, Gregorio/)

Pese a carecer de un testimonio que le diera confirmación visual al meteorito del tiempo del ruido, Moreno encontró también en las pinturas de la colonia una posible fuente en donde se pudo haber registrado el suceso. Esto lo llevó a las obras de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, uno de los artistas más importantes del país en aquella época y en particular a un cuadro titulado “Santiago, patrono de España”.

En la escena, el apóstol Santiago vence a los moros, mientras los ángeles lo ayudan desde el cielo al parecer lanzando rocas. Una alegoría que se podría interpretar como la posible explicación que el artista, quien vivió en los tiempos del ruido, encontró en la religión de la época a piedras que quizá él u otros testigos vieron caer en algún momento del cielo.

Un hecho que repite en otra obra titulada “El martirio de Santa Catalina de Alejandría”, que hoy reposa en la rectoría de la Universidad de los Andes, los mismos ángeles que se creía en aquel momento movían a la Tierra, el Sol, las estrellas y los planetas, también eran quienes se encontraban detrás de rocas que caían del cielo y que hoy podemos interpretar como meteoritos.

Aunque tener certezas más de tres siglos después de que este el ruido atormentara a los santafereños es una tarea casi que imposible, lo que si es cierto es que si realmente se trató de un asteroide, un fenómeno similar podría volver a ocurrir en territorio colombiano. No en vano este meteorito, real o no, no es el único sobre el que se tiene registro en el país y probablemente no será el último.