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Cien días de manifestaciones: crece un abismo entre Portland y el resto de Oregon

Una casa con letreros de apoyo al presidente Donald Trump en Gresham, Oregon, el 3 de septiembre de 2020. (Mason Trinca/The New York Times)
Una casa con letreros de apoyo al presidente Donald Trump en Gresham, Oregon, el 3 de septiembre de 2020. (Mason Trinca/The New York Times)

SANDY, Oregon — Camiones que llevan pacas de heno, establos de caballos y plantaciones de árboles de Navidad… si sales unos cuantos kilómetros de Portland, los suburbios pronto dan paso a las zonas rurales de Oregon.

Apenas a media hora de las calles de Portland donde el sábado los manifestantes en pro de la justicia racial cumplieron 100 días consecutivos de protestas tempestuosas, y a veces violentas, hay bastantes comunidades que califican a los manifestantes como vándalos anárquicos.

“Portland es una isla en Oregon”, dijo Stan Pulliam, alcalde de Sandy, un pueblo más conservador de 10.000 habitantes unos 48 kilómetros al sureste de Portland que vive del dinamismo económico de la ciudad más grande de Oregon, pero también busca separarse de él. “Nos aterra que lo que está pasando en Portland llegue a suceder donde vivimos”.

La división entre las zonas urbanas y rurales es una realidad que se expresa prominentemente en gran parte de la nación, una dinámica crucial conforme se avecinan las elecciones del 3 de noviembre. Sin embargo, la proximidad de la izquierda y la derecha en Oregon, con miembros tanto moderados como extremistas, ha creado una dinámica de miedo, desconfianza e ira que exacerba los conflictos en las calles de maneras que no se han visto en otros estados.

En Rapid Fire Arms, una tienda de armas sobre la avenida principal en Sandy, el propietario Brian Coleman ha vendido 4,5 millones de rondas de municiones desde marzo, cuando la llegada de la pandemia incrementó las ventas. La demanda de armas y municiones aumentó aún más, dijo, cuando las manifestaciones en Portland se tornaron violentas en las semanas posteriores a la muerte de George Floyd en custodia de la policía en Minneapolis.

“De vez en cuando hay compras de pánico, pero nunca ha sido así”, afirmó Coleman en la entrada de su tienda, protegida con barrotes de acero. “La premura es tan masiva que la gente está comprando lo que sea que esté disponible”.

Coleman, que ha vendido miles de armas este año, estima que para el 70 por ciento de sus clientes en los últimos meses era la primera vez que compraba un arma.

En el pueblo de Gresham, a 24 kilómetros de los cañones urbanos del centro de Portland, Bonnie Johnson, miembro de un comité republicano de distrito, está en una lista de espera para obtener su primera arma de fuego, un revólver de Smith & Wesson.

“Ni siquiera quería un arma”, dijo Johnson, que creció en el pueblo vecino de Boring. “Pero cuando veo todo lo que está pasando en Portland, me da miedo”.

Johnson participó en una “manifestación patriota” la tarde del miércoles junto con un grupo de unas 50 personas; muchas de ellas portaban gorras y playeras que mostraban su apoyo al presidente Donald Trump. Se reunieron en el centro cívico de Gresham para demostrar su patriotismo y lamentar la muerte de Aaron J. Danielson, un partidario del grupo de extrema derecha Patriot Prayer a quien le dispararon el 29 de agosto en medio de enfrentamientos entre manifestantes de izquierda y derecha.

Mientras una fila de personas ondeaba banderas de Estados Unidos junto a Johnson en una banqueta, los automovilistas pasaban y hacían sonar sus bocinas en solidaridad o, en algunos casos, les alzaban el dedo medio y gritaban insultos.

La división ideológica entre Portland y sus alrededores puede ser profunda. Los grupos conservadores fuera de Portland han organizado manifestaciones a favor de la policía. Los manifestantes en Portland han realizado llamados a favor de abolir todas las fuerzas policiales.

Pulliam, el alcalde de Sandy, cuyo cargo es apartidista, aunque él esté registrado como republicano, dice que le consterna que el choque entre la izquierda y la derecha, pese a su fuerte carga emocional, es confuso en cuanto a sus propuestas.

“Ninguno de los dos movimientos ha solicitado una medida concreta por parte de nuestros líderes”, afirmó.

Las protestas en Portland comenzaron a raíz del asesinato de Floyd en mayo, pero evolucionaron hasta convertirse en una campaña más general a favor de la justicia racial y en contra de la presencia de agentes federales en la ciudad. Los conservadores en el área de Portland dicen que las autoridades han permitido que las manifestaciones secuestren el centro de la ciudad. Cuando van de visita afirman que se sienten rechazados y que han sido hostigados.

Rebecca Crymer se mudó al área de Portland hace dos años y, aunque es de tendencia conservadora, dice que jamás le interesó mucho la política.

A finales de agosto, pasó caminando por las manifestaciones en Portland vistiendo una playera del Capitán América. Relató que la llamaron nazi y que un hombre amenazó con lanzarle heces de perro. El miércoles, Crymer, que creció en una familia militar, se unió a la “manifestación patriota” en Gresham.

“Soy una persona normal y no tengo ideas extremistas”, aclaró Crymer. “La gente normal debería poder sentir que puede ondear una bandera estadounidense sin que la acribillen por eso”.

Los conservadores que han vivido en el área de Portland desde hace décadas dicen que cada vez se sienten más ajenos en su propio estado cuando van de visita a la ciudad.

Al igual que la frontera norte de California, un área conservadora donde los residentes se sienten ampliamente superados en número dentro de la legislatura de ese estado, las comunidades fuera de Portland a menudo se quejan de que las leyes y las normas se redactan con base en las necesidades de la ciudad y luego se imponen en el resto del estado.

Portland y sus alrededores constituyen alrededor del 60 por ciento de la población del estado de cuatro millones de habitantes.

A medida que se han disparado los costos de vivir en Portland en los últimos años, los residentes de la ciudad se han mudado a los suburbios, lo cual ha ayudado a transformar áreas de postura política conservadora en zonas pendulares.

En el condado de Clackamas, al sureste de Portland, del cual es parte Sandy, Hillary Clinton ganó el 50 por ciento de los votos en 2016, y derrotó a Trump por siete puntos.

Clinton ganó en Oregon gracias al sólido apoyo que tenía en Portland. Pero el mapa electoral del estado era un mar rojo con algunas manchas azules en Portland y el valle de Willamette.

Esos conservadores cerca de Portland suelen verse en la incómoda posición de desconfiar de la ciudad y, a la vez, depender de ella para su sustento. En Sandy, donde Trump ganó el 54 por ciento de los votos en 2016, alrededor de dos terceras partes de los residentes se trasladan a la ciudad para trabajar, a decir del alcalde.

“Las zonas periféricas odian a Portland”, dijo Coleman, el propietario de la tienda de armas en Sandy. Y, en ocasiones, agregó: “Portland odia a Portland”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company