Chus Lago, alpinista, escritora y madre a los 55: “No me cierro puertas”

Santiago de Compostela (España), 15 ene (EFE).- Chus Lago holló el Everest en 1999. En 2020, a los 55 años, se convirtió en madre primeriza, con la llegada de Solomon, un niño que nació el 24 de noviembre. Estando embarazada, escribió un libro, 'El espejo de hielo', un relato construido a partir de momentos inolvidables e íntimos de una exploradora que ama la vida con pasión.

Esta viguesa cumplió 56 años el día de Navidad. "No quiero cerrarme puertas. Me he ganado la libertad de dejarlas abiertas”, cuenta en una entrevista con Efe en la que se muestra feliz con su última obra, el autorretrato íntimo de su comunión con los grandes espacios blancos que se ha hecho con el premio Desnivel de Literatura de Montaña.

Lago, a cada palabra, da lecciones de humanidad, sacrificio, solidaridad y liderazgo.

Las cimas han inspirado grandes piezas literarias. Ella quiere dar el salto de lo autobiográfico a la novela, pues son ya muchas las ideas que tiene; y retomar los cuentos infantiles, temática por la que siente fascinación.

Chus es una tipa dura, romántica, que empezó con su vocación sin apenas medios. “Trabajaba todo el año para pagarme las expediciones. En Vigo el naval estaba en crisis. Mis botas estaban rotas, no tenía saco de dormir… Pero todo aquello era como una prueba. Esas cosas no eran las que interesaban, importaban otras. No puedes tener todo... todo el tiempo”.

Hace ahora lo mismo que le gustaba de niña. “Me gustaba escribir, disfrutaba con las típicas redacciones de clase. Una de las profesoras de Literatura, una monja, cuando cursaba séptimo de la antigua EGB dijo que algún día vería un libro escrito por María Jesús Lago. Aquello me quedó grabado. Cuando escribí mi primer libro me acordé de ella”.

En gimnasia, aquella niña destacaba, era la mejor. Su rumbo estaba encarrilado.

Escalar el Everest ahora ya no es el reto deportivo de antaño, pues es más accesible para la ‘gente normal’, aunque la mayoría se concentre en la cara sur y por las demás vías no tire casi nadie. “¿Por qué quiero subir el Everest? Porque está ahí”, contestó el legendario George Mallory, cuyo espíritu cayó prisionero del hielo en 1924. Su cuerpo fue encontrado 75 años después.

“¿Por qué yo no?”, caviló Chus Lago, e hizo historia. No sabe hacer nada sin entregarse por completo, afirma. Con su pequeño, le ocurrió otro tanto de lo mismo. “Me dedico a escribir y a criar al enano. Hace un año, o en cualquiera de los anteriores, me hubiese estresado, porque estaba con muchos proyectos. Y hay que tener menos”.

“Vi que las oportunidades se acababan. Tocaba sí o sí y me entregué al cien por cien. No fue complicado. Hubo que escoger el momento y conjugar todo alrededor para estar mentalmente en disposición”, explica.

Espera que el niño sea feliz, que esté sano y que muestre respeto hacia la naturaleza. El resto, le da igual.

Mientras conversa, le da el biberón. Está en su casa de Houston. “Vivimos aquí de casualidad, por un tema de mi marido, laboral. A España iríamos constantemente si no fuese por la pandemia. Pero antes de recalar en mi país de nuevo, habitaremos otras ciudades, seguro”. Habla una juglar sin estación término.

Esta gallega conoce el mundo de un modo muy poco al uso y cree firmemente en la necesidad de aprender a aceptar la incertidumbre. Considera que la crisis sanitaria es una muestra clara de que ese aprendizaje es imprescindible.

“Mucha gente, frustrada, ha experimentado a lo bestia esa sensación de incertidumbre”, debido al virus y a sus efectos, confinamiento incluido. “En la vida normal y corriente aceptamos poco ese estado. Nos gusta más el estado de saber todo lo que va a pasar, cuando en la vida todo cambia”, subraya.

Y, prosigue, si bien “el futuro lo diriges tú, no todas las cartas del juego están en tu mano y sí en las de otros y en otras circunstancias”.

“El mundo ahora precisamente es mucho más cambiante y hay que olvidarse de vivir en una situación estática. Se mueve demasiado rápido todo. Hay que estar preparado para esa carrera, para ese camino”, completa un consejo muy suyo que invita a seguir a pesar de lo empinado que pueda ser el sendero.

“Eso de estudiar y quedarte en tu ciudad para siempre, bueno… Puedes acabar en cualquier parte del planeta y tienes que estar abierto a eso, a viajar, a conocer a otras personas y a ser dinámico en las relaciones, también”.

La suya es la sinceridad de la montaña. Chus Lago ha conseguido el pleno y está para muchos trotes.

Hoy vive la “edad de oro”, tiene el suficiente resuello para vencer los picos más altos, atesora recuerdos de poemas de piedra -"si me piden más libros, es una temática muy apetecible y son muchas las imágenes que guardo dentro"- y sus zapatos están nuevos.

Ana Martínez

(c) Agencia EFE