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Chiqui Tapia, a examen: balance de gestión de sus tres años al frente de la AFA

Tapia acumula algunos aciertos y varias discusiones por arbitrajes y cambios estatutarios

Tres años después de su asunción como presidente, Claudio Fabián Tapia puede jactarse de que la casa (del fútbol) está en orden. La AFA muestra obras multimillonarias en el predio de Ezeiza, los números hablan de superávits en continuado, se las ingenió para diluir todo intento de oposición y se prepara para ser reelecto con un año de anticipación: sin adversarios a la vista, será el hombre más poderoso del fútbol argentino hasta 2025.

En estos tres años de gestión, los clubes hicieron su tarea a rajatabla. Cumplieron con el plan de desendeudamiento que ya estaba en marcha cuando Tapia se sentó en el sillón que durante tanto tiempo ocupó Julio Grondona. Esos casi $1000 millones que los clubes saldaron con la AFA le permitieron a la 'Casa del Fútbol' ordenar sus números. Tapia renegoció, además, contratos con sus principales sponsors técnicos, como el proveedor de indumentaria de los seleccionados. Las cuentas viraron del rojo déficit al azul superávit. Y los clubes ya no le deben más dinero a la conducción de Viamonte.

El seleccionado, en todas sus categorías y expresiones, fue la vedette de los tres primeros años de gestión. Fútbol playa, fútsal y fútbol femenino practican en Ezeiza y ven a diario el dinero que la AFA invierte para que no les falte nada. Sólo en 2019 se inauguraron 20 obras de refacción en el predio. Es, también un guiño para Lionel Messi, el niño mimado del presidente de la AFA. Quieren que cada vez que viaje a la Argentina para jugar con el seleccionado tenga las mismas comodidades que disfruta en Europa. Y se sienta como en su casa. Es que sin el astro de Barcelona, el seleccionado argentino perdería calidad, claro, y sin dudas auspiciantes. La AFA (y Tapia, desde luego) lo saben de memoria.

"Todas las categorías juveniles se entrenan y practican en el predio", dice Tapia cada vez que toma un micrófono y mira su gestión en el espejo retrovisor. Lo hace porque el contraste lo deja bien parado: el equipo olímpico de Río de Janeiro 2016 tuvo como entrenador a Julio Olarticoechea, el único técnico que la AFA tenía entonces con contrato vigente. "Chiqui es el hincha número 1 de la selección", asegura uno de los dirigentes que lo acompañan desde el primer día. Tal vez por eso el máximo dirigente del fútbol argentino se mimetice tanto con los futbolistas y sea común verlo con la misma indumentaria que usan los jugadores, como ocurrió en la Copa del Mundo de Rusia 2018. Nunca se esfuerza por tomar distancia, al contrario, parece disfrutar de su condición de dirigente "jugadorista".

Junto a Lionel Messi, antes de Rusia 2018: Tapia siempre buscó estar cerca de los jugadores

Desde que se sentó en el sillón de Grondona, Tapia tomó decisiones en base a los resultados. Heredó a Pablo Aimar y a Diego Placente, dos Pekerman Boys que habían llegado de la mano de Juan Sebastián Verón. Al hombre de Barracas Central le bastó la épica remontada del Sub 15 en un partido contra Brasil para entender que la apuesta por ellos tenía sentido. Encima, fue en San Juan, su tierra. Hace pocas semanas, Tapia convocó al 9 de Pekerman, Bernardo Romeo, para que sea coordinador de juveniles. Sin embargo, el sueño máximo de Tapia es que Juan Román Riquelme acepte alguna vez el convite. Y se convierta en entrenador de alguna categoría juvenil. O, incluso, de la mayor. Quedará para más adelante. ¿Y Lionel Scaloni? Confirmado como solución low-cost ante la salida de Jorge Sampaoli post Mundial de Rusia, el novel técnico encaró la renovación en el seleccionado mayor. En los papeles, su cargo está confirmado hasta Qatar 2022. En la práctica, mandarán los resultados. Como siempre.

Como toda gestión, la de Tapia al frente de la AFA también tiene puntos oscuros. Por un lado, a fines de 2019, se aprobó una modificación del estatuto que le permite al presidente dos reelecciones. Es decir, tres mandatos consecutivos. Tapia cambió una regla que había impuesto Luis Segura, continuador del mandato de Julio Humberto Grondona tras su muerte en 2014, que impedía más de una reelección. La disposición estaba en línea con las normas que requerían tanto FIFA como Conmebol tras el escándalo de corrupción que salpicó a todo el fútbol: dos mandatos como máximo. El próximo 19 de mayo, cuando la AFA decida absorber la Superliga, Tapia tendrá el premio que tanto buscó el año pasado: será reelecto con un año de anticipación y se asegurará la presidencia hasta marzo de 2025. Y ese año podrá volver a presentarse para permanecer hasta 2029. Es decir, podría sumar hasta 12 años en el poder.

En estos tres años como presidente a Tapia le faltó un canciller. Un ministro de relaciones exteriores que coordinara estrategias con los países más poderosos del fútbol sudamericano: Brasil y Uruguay. El Ascenso Unido desatendió el frente externo y la AFA perdió el lugar que tenía en 2017. Entonces, Brasil estaba sumido en un total descrédito por sus implicancias en el FIFAgate y Tapia tenía todo por ganar. Consiguió una vicepresidencia en Conmebol y una silla en el consejo de la FIFA. Pero el poder acumulado se diluyó en un chasquido: una carta de protesta por los fallos del VAR en la Copa América de Brasil 2019 hizo que Tapia se despidiera de la FIFA.

Ascenso Unido tampoco es el mismo movimiento orgánico y verticalista que tomó el poder del fútbol argentino en 2017. Tapia sigue siendo su "comandante", como lo llaman algunos de sus allegados. Por debajo había dos generales: Pablo Toviggino, presidente del Consejo Federal y secretario ejecutivo de la presidencia de AFA, un cargo que podría asemejarse a una jefatura de Gabinete. El otro era Daniel Ferreiro, responsable de la comunicación y voz pública de aquello que Tapia no podía decir. Ferreiro terminó su mandato en Nueva Chicago y ya no se lo vio por la AFA. Nadie tomó su lugar. A Tapia le siguen siendo fiel históricos del ascenso como Marcelo Achile (Defensores de Belgrano), Javier Marín (Acasusso), Dante Majori (Yupanqui) o Fabián Lovato (San Telmo).

La "nueva AFA", como bautizó Tapia a la gestión que encabeza, también adoleció de seguridad jurídica. Porque, por ejemplo, a fines de 2018 decidió cambiar la cantidad de ascensos desde la B Metropolitana hacia la B Nacional (hoy llamada Primera Nacional). Lo hizo a mitad de campeonato, y para permitir que cinco equipos subieran a la segunda categoría más importante del país. Entre ellos estaban Deportivo Riestra y Barracas Central, justamente, el equipo de Tapia. El cambio provocó una crítica inesperada: su cuñado, Pablo Moyano (presidente de Deportivo Camioneros), le mandó a Tapia una carta documento en la que criticaba la "decisión inconsulta" que se había tomado entonces.

Esa primera B Metropolitana de 2018-2019 dejó en evidencia cómo los errores arbitrales pueden perjudicar a determinados equipos y beneficiar a otros. Por más que proliferaron videos en redes sociales, algunos de los responsables de errores flagrantes en los partidos decisivos no solo ascendieron de categoría, sino que llegaron hasta la Superliga (desde mayo se llamará Liga Profesional). Puertas para afuera, Tapia elogia la gestión de Federico Beligoy, el hombre al que eligió para que sea su director nacional de arbitraje, pese a un evidente conflicto de interés: es secretario general del principal gremio arbitral, la Asociación Argentina de Árbitros.

La mayoría de las veces que los dirigentes levantan el teléfono o escriben un mensaje de Whatsapp es para quejarse por un árbitro o para pedir que los dirija determinado juez. Quizás, el postergado VAR, que Tapia prometió varias veces y que todavía no concretó, sea un paso adelante hacia el final de las polémicas. Dependerá de la capacitación que reciban quienes estén a cargo de la tecnología. Tapia, mientras tanto, mantendrá vivos sus dos sueños: ver a Barracas Central en primera y a Lionel Messi con la Copa del Mundo. Tendrá cinco años más para cumplirlos.