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Chile es la Corea del Norte del neoliberalismo

SANTIAGO.- La excepcionalidad chilena tambalea. Chile lleva varios días de protestas y masivas movilizaciones, y también actos vandálicos. No es solo Santiago, el país está convulsionado, se ha encargado la seguridad a las Fuerzas Armadas.

¿Qué pasó? ¿No era Chile el faro de la región?

Las explicaciones coinciden en señalar que si bien económicamente Chile creció en los últimos años, también aumentó la desigualdad. La mitad de los chilenos ganan menos de 600 dólares; del otro lado la riqueza se ha disparado. Merced al libre comercio, Chile está inundado de productos de todo el planeta. Los chilenos podemos acceder a ellos, y los que no tienen recursos, recurren al endeudamiento vía una amplia oferta de crédito. La mayoría de las familias pueden acceder a electrodomésticos, celulares, computadores. Pero muchos lo pagan con créditos usureros que los terminan agobiando.

El modelo acompaña este consumo con un riguroso equilibrio fiscal, lo que crea condiciones para la inversión, pero no existe la misma preocupación por la distribución. Han surgido dos Chiles. Uno que parece Europa, y otro más latino. No todo es economía, la cultura dominante estimula el individualismo posesivo. El progreso se consigue con esfuerzo individual, con "emprendimiento". La disolución del tejido social ha acompañado a este proceso.

La transición chilena terminó hace rato. Pero aún no se instala un nuevo sistema político. Más, la elite política en gran medida se ha perpetuado. Hay parlamentarios con tres décadas de ejercicio. Los "políticos" no solo se desprestigiaron por su permanencia, también por diversos casos de corrupción. Esta también ha corroído la confianza en empresarios que se coluden para lucrar, o financiar a parlamentarios para que legislen a su favor. Las iglesias, Carabineros y FF.AA. también han sido víctimas de sonados casos de corrupción.

La población rumia bronca. "Los de arriba" no captan lo que pasa con "los de abajo". Los gobernados no confían en los gobernantes.

En 30 años de democracia surgió una nueva economía, también una nueva sociedad. Disminuyó la pobreza, de 30% en tiempos de Pinochet, a menos de un digito. Creció la clase media. Aumentó el número de universitarios. También crecieron las expectativas en medio de una economía ultraprivatizada donde todo se paga. Salud, educación, previsión, hoy están privatizadas. Con dinero se obtienen muy buenos servicios, pero la salud y la educación pública son de baja calidad.

La previsión basada en capitalización individual, con 30 años de aplicación, arroja jubilados con pensiones menores al salario mínimo.

Chile es la Corea del Norte del neoliberalismo. Viajes a Miami por el fin de semana y Audi nuevo cada año para algunos, y jornadas de agobio para la mayoría. Qué decir de los pueblos originarios, como los mapuches, que llevan más de 500 años de resistencia.

¿Cómo se sale? Es obvio que sin un diagnóstico común no se puede construir un camino de solución. No advertir el malestar y sus causas es no ver la realidad. El gobierno ha dado tumbos en estos días, desde el presidente para abajo, una noche declarando que Chile estaba en guerra, para a los pocos días pedir perdón. La oposición tampoco logra ofrecer un camino.

Pero en todo este lío queda claro que en Chile hay Estado, de lo contrario esto sería un caos. Destaca que las FF.AA. hayan demostrado más prudencia que las autoridades. Dicen que en Haití aprendieron reglas de enfrentamiento con civiles. Voluntarios empiezan el día limpiando. A medias, cada mañana se reanuda la vida cotidiana y la protesta durante el día semeja más un Carnaval en las plazas que un motín.

Tengo fe en Chile, pero debemos cuidarlo y escucharlo.

Analista y diplomático, fue embajador chileno en Cuba