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Las chequeras de Wall Street están con Biden, pero no sus corazones

El exvicepresidente Joe Biden, posible candidato a la presidencia del Partido Demócrata, en una oficina de campaña en Salem, Nueva Hampshire, el 10 de febrero de 2020. (Elizabeth Frantz/The New York Times)
El exvicepresidente Joe Biden, posible candidato a la presidencia del Partido Demócrata, en una oficina de campaña en Salem, Nueva Hampshire, el 10 de febrero de 2020. (Elizabeth Frantz/The New York Times)

NUEVA YORK — Cuando, a principios de este año, los donantes de Wall Street llegaron a un evento de recaudación de fondos para Joe Biden en un restaurante del centro de Manhattan los miembros del personal de campaña les preguntaron si querían tomarse fotografías con el candidato. Más de uno de los banqueros e inversionistas de capital privado declinaron la oferta y optaron por socializar en el evento con sus copas de vino.

Era el 13 de febrero y Biden acababa de ser destrozado en las elecciones primarias de Nueva Hampshire después de obtener un resultado desfavorable en los caucus de Iowa una semana antes. Necesitaba impulso y dinero con urgencia. Sin embargo, como Biden le confió al ejecutivo de capital privado que coorganizó el evento esa noche: ganara o perdiera, planeaba “entregarme en cuerpo y alma hasta el final”, recordó más tarde ese ejecutivo, Jon Gray.

Además, los ejecutivos de finanzas han sido cruciales para que lo logre. Cuando Biden sobrevivió a un turbulento invierno para convertirse en el candidato demócrata que posiblemente contendrá contra el presidente Donald Trump, los millones de dólares que los moradores de Wall Street donaron para Biden y los grupos externos que apoyan su candidatura le han ayudado a posicionarse firmemente a la cabeza en las encuestas a nivel nacional.

A Wall Street le ha ido extraordinariamente bien en el mandato de Trump: profundos recortes a los impuestos, cortes de tajo a las regulaciones y, hasta que azotó la pandemia, precios de acciones históricos. Pero en los últimos meses, decenas de banqueros, corredores e inversionistas señalaron en entrevistas que una sensación de indignación y agotamiento por el estilo caótico de gobernar que tiene Trump —acelerada por su mal desempeño en la respuesta al coronavirus— había cambiado de manera drástica los cálculos políticos y económicos en su industria.

Afirman que, al parecer, cada vez más profesionales de las finanzas están dejando de lado sus preocupaciones por la edad de Biden (77 años) y su estilo. Asombrosamente, no les inquieta la posibilidad de que suba los impuestos y aumente la vigilancia a su industria. A cambio, agradecen una presidencia más madura y metódica que ellos creen que asumirá.

Tal vez no se están enamorando de Biden, pero sí se están ajustando.

“He visto una cantidad importante de individuos que hacen a un lado lo que aparentemente sería su interés económico a corto plazo porque valoran ser ciudadanos que pertenecen a una democracia”, señaló Seth Klarman, fundador del fondo de cobertura Baupost.

Independiente durante mucho tiempo, Klarman en algún momento fue el mayor donante del Partido Republicano en Nueva Inglaterra, pero en este ciclo ha donado tres millones de dólares a grupos que apoyan a Biden.

O como dijo James Attwood, director gerente de The Carlyle Group y exbanquero de inversión en Goldman Sachs: “Para las personas que se dedican a contratar y despedir a directores ejecutivos, Donald Trump debió haber sido despedido hace mucho tiempo”. (Attwood aportó 200.000 dólares en junio al Biden Action Fund, un comité conjunto del Comité Nacional Demócrata).

Tan solo en mayo y junio, el Biden Action Fund recaudó más de 11,5 millones de dólares. Esa cifra —un buen indicador del apoyo de Wall Street ya que se estableció en parte para captar aportaciones de esa industria— incluía 710.000 dólares de Josh Bekenstein, presidente de Bain Capital, y de su esposa.

Sin embargo, el dinero de Wall Street ha resultado ser un arma de doble filo para los demócratas, como lo descubrió Hillary Clinton cuando hace cuatro años fue acosada por pronunciar discursos privados en Goldman Sachs y otras empresas. Los electores y activistas progresistas —muchos de los cuales respaldaron a los rivales más liberales de Biden en las elecciones primarias— tienen especial desconfianza de cualquier cosa que parezca una cercanía excesiva con la industria financiera.

Cuando le preguntaron sobre el papel de Wall Street en la candidatura actual de Biden, la campaña evocó la insistencia de Biden de que Estados Unidos no fue construido por los banqueros de Wall Street, los directores ejecutivos ni los directores de fondos de cobertura.

“Todo lo que necesiten saber al respecto, lo ha dicho Joe Biden a lo largo de su trayectoria… y en repetidas ocasiones desde que inició esta campaña”, comentó T. J. Ducklo, vocero de Biden.

Cuando era senador de Delaware, Biden tuvo durante décadas relación con empresas de tarjetas de crédito de ese estado, pero menor presencia en el centro del poder financiero de Nueva York. Está respaldado por un pequeño círculo de ejecutivos de finanzas. Por ejemplo, Marc Lasry, fundador de Avenue Capital, celebró un evento para recaudar fondos para Biden durante su primera campaña para la presidencia en 1988, y sigue apoyándolo ahora. El exejecutivo de fondos de cobertura Eric Mindich y el vendedor de acciones a corto plazo, James Chanos, lo han respaldado desde mucho antes de que comenzara la pandemia.

Es ventajoso que Biden no haya hecho campaña contra Wall Street de la manera en que lo hicieron Elizabeth Warren y Bernie Sanders, sus rivales en las elecciones primarias. Parece que casi todos los ejecutivos de finanzas creen que, aunque aumentarían sus impuestos en el gobierno de Biden, no estarían sujetos al tipo de retórica de “potentados” que deterioró parte de su relación con el expresidente Barack Obama.

“Los ricos son tan patriotas como los pobres”, les dijo Biden a sus donantes en el evento de recaudación de fondos en el Hotel Carlyle de Manhattan el año pasado. En una reunión en la Institución Brookings en 2018, señaló: “No creo que 500 multimillonarios sean el motivo por el que estamos en problemas”.

La postura más benévola de Biden hacia la industria financiera ha provocado desconfianza entre quienes están a favor de una regulación más estricta.

“Cuando el candidato no tiene un plan claro sobre algo como una reforma a Wall Street, inclina el terreno de juego hacia la que tal vez es la industria más poderosa del mundo”, afirmó Carter Dougherty, vocero de Americans for Financial Reform, un grupo de defensoría. “Cuando se trata de una regulación financiera, necesitamos más que ‘candidatos que no sean Trump’”.

El mes pasado, varios recaudadores de Wall Street, entre los que estaban Alan Leventhal, director ejecutivo de Beacon Capital, Nat Simons, quien dirige un fondo de inversión de tecnología limpia, y Gray, presidente de Blackstone, celebraron eventos virtuales de recaudación de fondos para Biden. Las donaciones han sido tan fuertes, que la campaña de Biden ahora está pidiendo al menos un millón de dólares en donaciones antes de confirmar la asistencia del exvicepresidente a algún evento, señalaron los recaudadores.

A medida que llegan los cheques, la campaña de Biden ha estado cultivando con cautela su relación con la comunidad empresarial, sobre todo con Wall Street. Han llegado a ofrecer sesiones informativas privadas antes de cualquier implementación importante de alguna política y a diseñar diversos paquetes de donantes para la Convención Nacional Demócrata que se llevará a cabo en fechas próximas, casi totalmente en formato virtual.

No obstante, una inquietud fundamental es la manera en que Biden afectará las chequeras de los ejecutivos de la industria, quienes pelearon con firmeza en contra de la implementación de nuevas regulaciones tras la crisis de 2008. Algunas personas de la comunidad empresarial han sugerido corregir las políticas fiscales y económicas del exvicepresidente de maneras que mitiguen el impacto a las empresas.

En una reunión de julio con los miembros del personal de campaña y unos cuantos participantes de Wall Street, Charles Phillips, presidente de la empresa de software Infor y antiguo analista en tecnología de Morgan Stanley, sostuvo que Biden no debe realizar grandes gastos en infraestructura ni en otros programas nuevos sin identificar también los recortes de gastos.

“Podemos financiar parte de esto si somos más eficientes y nos deshacemos de los excesos que nadie echará de menos”, recordó haber dicho Phillips.

Señaló que también estuvo a favor de un régimen impositivo más simple con una tarifa corporativa menor a la del 28 por ciento propuesta por Biden.

En reuniones recientes con donantes, Biden ha dicho que, aunque los ricos tendrán que “hacer más”, aún se están analizando los detalles de sus aumentos tributarios, de acuerdo con una persona que ha asistido a varios eventos de recaudación de fondos pero que solicitó que se mantuviera su anonimato para hablar de conversaciones privadas. En un evento de recaudación de fondos virtual celebrado a fines de julio, el candidato habló de la necesidad de que las empresas de Estados Unidos “cambiaran sus métodos”. Pero dijo que la solución no sería legislativa.

En febrero, Biden se había tomado un día valioso para recaudar la importante suma de 800.000 dólares en dos eventos en Nueva York, incluido el que coorganizó Gray.

“Me están dando la oportunidad de estar en una posición muy competitiva”, agradeció Biden a sus simpatizantes de Wall Street.

En retrospectiva, algunos de sus donantes de la industria financiera han afirmado en privado que la noche resultó ser la más prototípica de la función de Wall Street: ver activos devaluados y comprar barato.

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This article originally appeared in The New York Times.

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