Cayo Ambergris, una rara joya del Caribe beliceño

La historia del Cayo Ambergris es tan fascinante como su territorio. Hace 1500 años este territorio, que hoy es un refugio verdaderamente excepcional en el Caribe, formaba parte de la famosa península de Yucatán. Pero los sorprendentes mayas, buscando facilitar el comercio entre sus diversos enclaves, construyeron un canal y lo convirtieron en una isla, la más grande del actual Belice. Y no sólo su geografía es única: Ambergris es un secreto caribeño que todavía ofrece un oasis de tranquilidad excepcional para los viajeros que busquen escaparse del mundo, así sea por un rato.

Bote de Margaritaville Belize.
Bote de Margaritaville Belize.

En el cayo no se encuentra el desarrollo sin límites y las multitudes agobiantes que inundan otras islas de la región. Al contrario, en “Isla Bonita”, como se apoda este lugar de ensueño, el turismo es relativamente nuevo: no fue sino hasta 1965 cuando el primer hotel en la isla abrió sus puertas. Lo cierto es que, pese a su inmediata cercanía con la Barrera coralina del arrecife de Belice, que forma parte de la segunda más grande del mundo después de la australiana, Cayo Ambergris ha logrado mantenerse recóndito gracias a su ubicación.

Casas típicas en Cayo Ambergris.
Casas típicas en Cayo Ambergris.

El recorrido para llegar a la isla es desde luego parte de la aventura, pues saliendo de Miami hay que tomar un vuelo a Ciudad de Belice y abordar luego una pequeñísima avioneta hasta San Pedro, la capital de la isla, en un vuelo que dura media hora. Si tienes suerte, como yo la tuve, podrás sentarte en el puesto del copiloto y volar con una perspectiva que pocos llegan a tener: la pista de aterrizar se despliega frente a ti, expandiéndose hasta que se abre ante tus ojos el frondoso bosque de verde oscuro que rodea la ciudad. En pocos minutos, el horizonte revela el turquesa del Caribe, que se extiende a tus pies. Desde el aire, se pueden distinguir las manchas de azul oscuro que señalan el lugar de reposo de los corales. Viendo los matices del mar que van cambiando según varían las profundidades y la flora marina, más pronto de lo que esperas verás aparecer el Cayo Ambergris, con sus inconfundibles casas típicamente coloridas.

Casas frente al mar en San Pedro, la capital de Cayo Ambergris.
Casas frente al mar en San Pedro, la capital de Cayo Ambergris.

Apenas aterrizas, te invade esa atmósfera indescriptible de las pequeñas islas, en donde la profusión de azules y verdes se mezcla con el olor a manglares y la luminosa calidez hace que tus músculos se relajen y tu mente se calme. Aquí, el tiempo pasa lento y el cuerpo mismo lo percibe. Pero para mi compañera de viaje y para mí, el viaje aún no terminaba en San Pedro. Estábamos dispuestas a alejarnos aún más del mundo, y buscábamos un lugar donde toda la agitación pareciera quedar suspendida. Para lograrlo nos embarcamos en un bote desde San Pedro, y treinta minutos después arribamos a Margaritaville Belize, un resort en el norte de la isla donde tienes la sensación de haber llegado a un diminuto planeta que concentra todo el relax y la belleza del mundo natural. El viaje en bote nos permitió bordear la silueta de la isla que en su totalidad tiene 40 kilómetros de extensión.

Atardecer en Cayo Ambergris.
Atardecer en Cayo Ambergris.

Al llegar, mientras caminábamos por el desembarcadero de maderas naturales, avistamos pelícanos y otras aves sobrevolando la extensa pradera marina donde la poca profundidad y la claridad del agua nos permitía ver nadando pequeñas rayas pintadas. Tras instalarnos en un condominio rodeado de profusa vegetación y con amplia vista al mar, aprovechamos para hacer una larga caminata por la playa rumbo norte. El camino de arena está rodeado de palmeras y flora tropical, y solo de vez en cuando se ve interrumpido por cabañitas de madera, pequeños bares de playa y muelles en donde flotan botes de pescadores.

Fragata volando en Cayo Ambergris.
Fragata volando en Cayo Ambergris.

Por la noche cruzamos los caminos de arena del hotel para llegar al restaurante, Riddles in the Sand, situado al lado de The Sandbar. En el medio de los dos, hay una fogata que nunca se apaga y que invita a los huéspedes a sentarse y conversar con una cerveza en mano después de saborear los platos típicos especiales del chef. Como todas las noches, la cena empezaría con pan recién horneado y exquisita mantequilla casera.

El menú ofrece excelentes comidas tanto internacionales como beliceñas—incluyendo caracoles marinos y pescados con leche de coco—que pudimos disfrutar durante nuestra estadía. Intercalamos sesiones de pickleball en la mañana con aperitivos en el bar de la piscina con vista al mar y paseos en los kayaks del resort descubriendo los alrededores marinos inmediatos de nuestro rincón escondido.

Vista aérea de Margaritaville Belize.
Vista aérea de Margaritaville Belize.

Aconsejados por el personal de Margaritaville, agendamos una excursión acuática para aprovechar los tesoros de la barrera de coral. Abordamos el bote de las siete de la mañana hacia San Pedro, pero el mar ese día amaneció tempestuoso. Así que, mientras esperábamos que se calmara, aprovechamos para recorrer el centro turístico y administrativo de la isla.

Muelle en Margaritaville Belize.
Muelle en Margaritaville Belize.

Caminando por Coconut Drive, una calle paralela al mar, puedes parar por tiendas donde venden desde ajíes beliceños hasta espléndidos animales que prueban una de las habilidades de los isleños: la talla de madera. Pero también puedes ver la vida cotidiana de los habitantes. La capital reúne la mezcla de culturas típicas de la región, que incluye maya, afro-caribeña e hispana. Esto se ve reflejado tanto en los idiomas, como en las tiendas y en la comida de la isla. Aunque el idioma oficial de Belice es inglés, el creole es el lenguaje más común. También se escuchan con frecuencia el español y dialectos mayas. De la misma manera, podrás encontrar tiendas donde los pobladores mayas venden sus extraordinarios tejidos hechos a mano en telar de cintura, o probar comida creole en El Fogón, un restaurante típico conocido por los platos preparados en su horno de leña, que mantiene una tradición culinaria cada vez más difícil de encontrar.

Fogata nocturna en Margaritaville Belize.
Fogata nocturna en Margaritaville Belize.

Un paraíso subacuático

Cuando el mar se tranquilizó salimos en busca de los jardines acuáticos de la Barrera de Coral Mesoamericana que le dan fama mundial a Belice. La excursión fue a la Reserva marina de Hol Chan, cuyo nombre significa “pequeño canal” en maya, y supuso prepararnos para algo que quienes no son buzos certificados probablemente nunca antes han contemplado hacer: nadar con tiburones.

El paseo con Ambergris Divers tuvo dos paradas. Primero incursionamos en un punto profundo de la reserva disfrutando de la biodiversidad de la barrera de coral, cuyos tesoros —aparte de corales de esponja cafés, pepinos marinos o gigantes corales de cerebro y más—incluyen rayas, erizos de púas largas, langostas españolas, tortugas marinas, caballitos de mar e incontables peces de curiosos nombres: loro azul, loro arcoíris, ángel gris y azul, trompeta, entre muchos otros.

Luego navegamos hasta una parte de la reserva llamada Shark Ray Alley. Hace tiempo, antes de que el área fuese protegida, los pescadores solían parar en este punto pandito de suelo arenoso y botar las sobras que les quedaban al limpiar los pescados. Esto atrajo a varias especies, que inteligentemente entendieron que rondar por la zona garantiza comida casi sin esfuerzo. La especie que llegó en mayor cantidad fue el tiburón gato, o tiburón nodriza. Aunque sería fantástico posar de intrépida viajera, la realidad es que esta es una especie de tiburón completamente mansa a la que no le interesan los humanos. Estas criaturas tranquilas nadan junto a ti casi sin percatarse de tu presencia, lo cual permite observarlas desde cerca y sin apuros. Fue inolvidable la experiencia de nadar junto a estos tiburones vitales para la limpieza marina y que nadan parcamente mientras disfrutan de las delicias que les botan desde los botes. Normalmente no participaría en una actividad en la que se alimenta a animales salvajes, pero los tiburones de Shark Ray Alley llevan décadas siendo alimentados, por lo que la práctica no puede impedirse.

Belice es un gran destino para aquellos viajeros capacitados para bucear. En Cayo Ambergris, hay más de 40 sitios de buceo y Ambergris Divers también se encarga de este tipo de excursión. Sin duda, adentrarse en la profundidad de la segunda barrera de coral más grande del mundo es una experiencia que pocos amantes del océano se pueden perder. Pero también para aquellos que prefieren disfrutar del mar sin tener que entrar en él, Margaritaville Belize ofrece paseos en bote, incluyendo uno para ver atardeceres tan bellos como los que motivaban al Principito de Saint Exupery a mover su silla para verlos.

Después de tres días en este paraíso escondido, dejamos Cayo Ambergris sin ningún deseo de hacerlo. De regreso, la vista desde arriba que ofrecía el pequeñísimo avión de los lugares que conocimos de cerca ejercía una atracción difícil de describir. Mientras veía la inmensidad del azul debajo, prometí volver a este lugar cuyo nombre alude a una sustancia muy rara que los exploradores encontraron en sus playas y aguas circundantes: el ámbar gris, muy apreciado en perfumería y medicina. Sin duda, el escape a este lugar escondido tiene propiedades restauradoras.