Las cartas escritas a mano: una táctica vanguardista en 2020 para inducir el voto

Bria East, pedagoga de Filadelfia, se vio motivada a votar luego de recibir la carta de una voluntaria de Vote Forward. (Michelle Gustafson/The New York Times)
Bria East, pedagoga de Filadelfia, se vio motivada a votar luego de recibir la carta de una voluntaria de Vote Forward. (Michelle Gustafson/The New York Times)
Bria East, pedagoga de Filadelfia, muestra una carta escrita a mano que le fue enviada con el fin de exhortarla a votar, el 25 de octubre de 2020. (Michelle Gustafson/The New York Times)
Bria East, pedagoga de Filadelfia, muestra una carta escrita a mano que le fue enviada con el fin de exhortarla a votar, el 25 de octubre de 2020. (Michelle Gustafson/The New York Times)

A Bria East le llamó la atención el sobre escrito a mano que estaba junto a los modernos folletos con rostros de políticos sonrientes que prometían reformas a la justicia penal o recortes de impuestos. Ya había pasado bastante tiempo desde que alguien le había escrito a East, de 26 años; la carta, firmada por “Maria” a secas, le recordó a sus amigos por correspondencia de la infancia.

Maria no proporcionaba detalles personales: ni apellido ni afiliación política. Más bien, hablaba sobre los niños y la importancia de las políticas que los protegen. Esto le hizo preguntarse a East si, al igual que ella, Maria estaba en el sector educativo.

East, quien vive en las afueras de Filadelfia, le interesó otra parte de la carta: una petición de votar en las elecciones que se aproximan. Así lo hizo y emitió un voto para una contienda presidencial por segunda vez en su vida y la primera desde 2012. Como apenas se había graduado y estaba en medio de una mudanza, East no votó en 2016.

“Eso era algo que me molestaba constantemente”, afirmó, y añadió que el haber recibido la carta la motivó a llenar la boleta electoral que seguía intacta en su casa. “Votar en estos momentos es algo que necesito concretar y hacer”.

Lograr eso era precisamente el objetivo de Vote Forward, una campaña destinada a las poblaciones históricamente subrepresentadas —jóvenes, asiáticos-estadounidenses, negros, latinos y nativos estadounidenses— y probables electores demócratas que se quedaron fuera en las anteriores elecciones presidenciales.

La iniciativa tenía dos objetivos: un intento apartidista de promover el compromiso de los electores en todos los sectores y un afán paralelo por aumentar la participación de los demócratas en los estados en disputa.

Para esto último, Vote Forward se unió a Swing Left, cuyo objetivo es elegir en las contiendas locales y nacionales a demócratas para escaños que tienen los republicanos. Esta organización se concentró en los escaños en disputa para el senado y la legislatura en doce estados.

Este año, muchos electores registrados están más afianzados que nunca; solo el cinco por ciento de los encuestados en agosto por el Centro de Investigaciones Pew dijeron que podrían cambiar de opinión acerca del candidato que preferían para la presidencia. Por eso, en este ciclo electoral, los grupos que promueven el compromiso de los electores han querido movilizar a votantes nuevos e inactivos.

Vote Forward dijo que reunió a 182.509 voluntarios y envió por correo 17,5 millones de mensajes a los electores de 21 estados. Las cartas fueron enviadas de manera masiva la semana pasada en una labor coordinada denominada The Big Send (el gran envío).

El carácter apartidista de la carta de Maria fue parte de lo que atrajo a East. “No quiero gritarle ni vociferarle a nadie, tampoco quiero pelear con nadie”, comentó, y añadió: “Esta fue una manera grata y tranquila de lograr la participación”.

El toque personal es esencial, señaló Scott Forman, de 37 años y quien fundó Vote Forward en 2017 cuando envió mil cartas escritas a mano a los electores de Alabama antes de las elecciones especiales de ese año para el Senado, en las cuales el demócrata Doug Jones derrotó al republicano Roy Moore.

Ese año, Forman identificó a dos mil electores registrados, pero inconstantes, es decir, que habían votado en algunas elecciones, pero no en otras. Le enviaron cartas a la mitad de ellos; la participación de los que las recibieron fue 3,4 puntos porcentuales más alta que en el grupo de control.

Forman señaló que en las contiendas posteriores en Ohio y Virginia se vieron cambios menos significativos, de entre uno y dos puntos porcentuales. Pero esto comprobó su teoría de que algo “a la vieja usanza y auténtico” podía inclinar la balanza hacia otro lado.

“La letra manuscrita de la gente es real, es algo concreto”, afirmó. “Para mí, es muy difícil imaginar que no se le haga ningún caso a una carta personal de otro ser humano”.

Según los expertos, está bien determinada la eficacia de los mensajes políticos personalizados. Una conversación en persona con un vecino o amigo es mejor que una llamada telefónica de un extraño; una llamada telefónica es mejor que una carta modelo.

“La gente es receptiva a los mensajes genuinos y sinceros”, mencionó Eitan Hersch, profesor adjunto de Ciencias Políticas en la Universidad Tufts. “A cualquier cosa que se aparte de los anuncios y los correos masivos y diga: ‘Tú no me conoces, pero estas elecciones son muy importantes y en verdad me interesa que votes’. No es fácil inventar eso”.

Eso sucede, sobre todo, en el caso de electores a los que no se ha llegado con los medios tradicionales, señaló Melissa Michelson, profesora de Ciencias Políticas de Menlo College en Atherton, California, y coautora de “Mobilizing Inclusion: Transforming the Electorate Through Get-Out-the-Vote Campaigns” (Cómo movilizar la inclusión: Transformación del electorado mediante campañas para promover la votación).

Hersch comentó que, aunque hay pruebas de que las llamadas telefónicas o las conversaciones en persona son más convincentes que las cartas, también podría ser más difícil lograr el contacto mediante esas tácticas, ya que los electores por lo general optan por no contestar el teléfono o abrir la puerta.

“Es más sencillo hacer que esa carta caiga en las manos de más personas”, afirmó.

El Big Send de este año fue la iniciativa más grande de Vote Forward, la cual contó con la participación de más de dos docenas de colaboradores políticos, empresariales y apartidistas. Los voluntarios organizaron grupos en decenas de ciudades y algunos generaron miles de cartas.

El éxito de Vote Forward en reclutar voluntarios en 2020 quizás solo refleje el compromiso político cada vez mayor de los estadounidenses, señaló Jan Leighley, profesora de Gobierno en la American University. Una crisis sanitaria global ha servido, al igual que muchas otras tragedias nacionales, como un acontecimiento para que la gente se vincule, y el manejo de la pandemia les ha demostrado a los electores que sí importa quién ocupe la Casa Blanca.

“El pueblo siente que su vida está siendo afectada por la política”, afirmó Leighley. “Ve una relación con las consecuencias de a quién elige”.

Tal vez la pandemia haya contribuido de otra manera con los trabajos del grupo. Debido a que el coronavirus redujo o frustró el proselitismo presencial, las cartas escritas a mano permitieron que las personas colaboraran como voluntarias desde la seguridad de su casa.

Maria Eckert, de 68 años, escribió, durante aproximadamente dos meses, 159 cartas para Vote Forward, entre las cuales estaba la que le llegó a East. Eckert, residente de Nueva Jersey y —como intuyó East— maestra retirada de preescolar y educación especial, mencionó que se le puso la piel de gallina al enterarse que su trabajo había dado frutos, su primera incursión en el trabajo político voluntario.

“Detesto admitirlo, pero durante muchos años, di por sentada la democracia”, comentó Eckert. “No me gusta tanto hacer llamadas telefónicas ni tratar de convencer a la gente para que vote por un partido u otro. Esta fue una oportunidad estupenda para mí”.

“Lo único que esperaba”, añadió, “era que votara un solo destinatario de todas las cartas que envié”.

This article originally appeared in The New York Times.

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