Las lágrimas de Carlos Alcaraz le valen más que otra victoria

PARIS, FRANCE - NOVEMBER 04: Carlos Alcaraz of Spain reacts during his singles match against  Hugo Gaston of France on Day Four of the Rolex Paris Masters at AccorHotels Arena on November 04, 2021 in Paris, France. (Photo by Justin Setterfield/Getty Images)
Photo by Justin Setterfield/Getty Images

El momento más complicado en la trayectoria de una joven promesa es aquel en el que empiezan las expectativas. De un día para otro pasas de ser una excitante novedad con un futuro prodigioso al que se le elogia cualquier pequeña cosa a ser el favorito para el siguiente partido, el siguiente torneo, la siguiente temporada, casi sin solución de continuidad. Psicológicamente, es una aventura casi insoportable: del entusiasmo por ganar la primera ronda de un ATP 250 pasas a la decepción por no pasar a cuartos de final de un Masters 1000 en pista cubierta.

En esas está Carlos Alcaraz y eso se mostró ayer cuando cedió siete juegos consecutivos en la segunda manga ante Hugo Gaston y con ellos el partido de octavos de final en París-Bercy. Gaston no es un nombre muy mediático y está fuera del top 100 de la ATP, pero no deja de ser un chaval de veintiún años con un enorme talento, que jugaba en casa y que tenía a todo el público a su favor en un ambiente más propio de la Copa Davis. Y ahí, Alcaraz sintió que tenía que ganar, que era su obligación, que su lugar estaba ya con los Medvedev, los Zverev y compañía, cuando en realidad solo haber llegado hasta ahí venciendo a Jannick Sinner con tanta facilidad ya valía por todo un torneo.

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Carlos colapsó mentalmente y empezó a ceder un saque tras otro. No pudo con la presión y perdió el partido, con ataque de ansiedad y lágrimas de por medio. Bien gestionado, este ataque es una buena noticia y todo hace pensar que su entorno está mimándole en ese sentido. Es bueno saber lo que es la presión a este nivel. Es bueno enfrentarse a ella y es bueno que te derrote. Ya basta de relatos siempre heroicos. Nuestros héroes también lloran, también se ven desbordados y también sienten impotencia cuando las cosas no van como les gustaría.

Durante los últimos meses, solo nos hemos acordado de que Alcaraz tenía dieciocho años cuando batía algún récord de precocidad. No es un crío, de acuerdo, pero todo esto es nuevo para él, es parte de un proceso largo y duro que tiene que aprender como aprendió en su momento su entrenador, Juan Carlos Ferrero. Encontrarte con una situación así a esta edad solo puede hacerte más fuerte: lo recuerdas, lo asimilas, te prometes que no volverá a pasar y, en cualquier caso, asumes que es parte del juego. Otro día, irás perdiendo tú 5-0 y ganarás 5-7. Así es el tenis.

Desde que se empezó a hablar de Alcaraz como promesa del tenis español, ha habido un empeño incluso excesivo por no sobreexponer al chico a los medios. Un intento de relajar las expectativas y la presión. Alcaraz no solo es uno de los jóvenes más prometedores del circuito sino que es un jugador ofensivo, llamado a atraer la atención de muchísimos aficionados y expertos. Sus partidos se ven y de él no se espera una actuación normal, una victoria ramplona, sino un montón de misiles con la derecha que limpien las líneas.

Eso, obviamente, es imposible, pero el mérito está en hacernos creer que no lo es. A veces, da la sensación de que hablamos demasiado de Carlos Alcaraz, y es normal teniendo en cuenta el lamentable estado actual del tenis español, que, tras casi treinta años gloriosos, hace aguas por todos lados. Ahora bien, es una sensación engañosa: no hay un "demasiado" para lo que está haciendo Carlos Alcaraz esta temporada. No es solo que vaya a acabar el año entre los treinta primeros del mundo, sino que lo ha hecho batiendo a varios top 10 en el camino, llegando a cuartos de final de un Grand Slam y brillando en todas las superficies.

El ranking ATP es tan tramposo en ocasiones que un buen jugador en una sola superficie puede colarse entre la clase media-alta del circuito. También lo puede hacer alguien que solo brille en muchos torneos pequeños. No ha sido el caso de Alcaraz: campeón en la tierra de Umag, cuartofinalista en el cemento de Flushing Meadows y vencedor de Murray, Berrettini o el mencionado Sinner en las pistas rápidas cubiertas de Viena y París. Hacía años que no veíamos una entrada tan explosiva en el circuito. Desde luego, en un español, esta versatilidad a esta edad es inaudita.

Por eso, también, es importante lo de este jueves ante Gaston. La adversidad. Ha habido poca adversidad este año para Alcaraz, aparte de un par de lesiones molestas. La adversidad es lo que hace crecer al deportista. Le erosiona y le da forma. Saber gestionar la presión, saber gestionar la adversidad es básico en este deporte y en cualquiera. Es importante que esa presión se presente cuanto antes. Mucho más importante que ganar cinco challengers o tres torneos de segunda. Alcaraz ya sabe que puede hacer eso y que lo hará en el futuro. Le queda saber cómo se comportará cuando todos esperen de él algo más y el público se muestre hostil hacia él porque teme su talento. En París, ha tenido su primera piedra de toque. Era necesario que la tuviera. A partir de aquí, a seguir hacia arriba.

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