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La campeona olímpica Sarah Menezes planea colgar el kimono después de Tokio

Río de Janeiro, 30 may (EFE).- Sarah Menezes, la primera judoca brasileña en ganar una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos, colgará el kimono en 2021.

La deportista cree que "tendrá fuerza" para dejar los tatamis después de las competencias de Tokio, una decisión que tuvo que aplazar por culpa de la pandemia.

"Voy a hacer este año más en lo competitivo, voy a intentar una plaza olímpica para Tokio y después creo que voy a dejar de competir, creo que no voy a querer competir más", explicó a Efe durante una videoentrevista.

Entre tanto, la campeona olímpica en Londres 2012 se prepara con toda la energía para conseguir un cupo a Japón, en momentos en que las rondas clasificatorias están suspendidas por la COVID-19.

Las prácticas, no obstante, han variado por culpa del virus. Ya no hay posibilidades de ir al centro del entrenamiento, ni contar con los necesarios tatamis; mucho menos, con otros judocas para prepararse.

Todo cambió para esta deportista que trabaja de la mano con sus técnicos y hasta comparte algunas de sus rutinas por las redes sociales para animar a sus seguidores.

"Los hago dentro de mi casa, reservo mi horario para entrenar e intento hacer dos entrenamientos todos los días: uno de mañana y otro en la tarde, entonces yo estoy dedicada a eso", señaló.

Desde la casa de sus padres, donde se entrena, en la nordestina ciudad de Teresina, Sarah Gabrielle Cabral de Menezes, a sus 30 años, asegura que aunque ha sido difícil hacer un alto en la rutina de prácticas diarias por el coronavirus, todo "tiene un lado bueno", ya que pudo volver a ver a su familia a la que hacía tiempo no podía ir a visitar.

La bicampeona mundial Sub'20 (2008 y 2009) y tres veces medalla de bronce en el mundial de adultos (2010, 2011 y 2013), conoció el judo en la escuela cuando apenas tenía 9 años.

"Eran 30 minutos de clase. Tenía mucha recreación, muchos juegos y con el tiempo el profesor Miguel, que era el que daba clase en la escuela, me dijo que yo tenía talento y que yo podía buscar un sitio mejor donde tuviera más tiempo de clase, una o dos horas de entrenamiento mas específico, y ahí encontré al profesor Expedito y él me enseñó todos mis ciclos", contó.

No obstante, ha sido un camino de esfuerzo y dedicación ya que nunca tuvo el apoyo de sus padres y por eso la fortaleza de la joven deportista equilibra la menuda figura con la que compite en la categoría de peso medio leve.

Cuando pasó a tomar clases fuera del colegio la situación se complicó.

"Mis papás solo me daban dinero para el transporte de la escuela -que eran dos pasajes diarios- y para ir para las clases de judo necesitaba otros dos. Entonces otras personas me ayudaban y yo ahorraba eso junto con el dinero de mi merienda para poder ir al entrenamiento", relató.

"En 2003, cuando tenía 13 años, fui a mi primer campeonato internacional. Recuerdo que mi mamá me dijo que esa iba a ser la primera y última vez que yo iba a viajar y, por el contrario, fue el comienzo de mi historia. No fue mi ultimo año, ella no creía que yo fuera a evolucionar tanto, ella nunca creyó en eso, y acabó siendo realidad", agregó.

Para entonces ya se había enamorado del judo, el arte marcial japonés que envuelve tradición con filosofía y que la ha ayudado en su desarrollo físico y mental.

Sin embargo, cuenta, en esos primeros años y a pesar de su esfuerzo y disciplina, ella no creía en sus capacidades y sus padres tampoco.

Fueron momentos de tensión, de más trabajo, del inicio de las competencias internacionales y también de sacarle el cuerpo a los entrenamientos. Pero el apoyo de su técnico, dijo, fue fundamental para seguir adelante.

"La persona que creyó en mí desde el comienzo fue mi entrenador, Expedito, ni yo misma creía en mí. Yo empecé a creer con el paso de los años, cuando cumplí los 15 e hice parte de la selección (olímpica), participé en la clasificación y quedé en el primer lugar", dijo.

Desde los Juegos Olímpicos de Río 2016 esa posibilidad, confesó, le ha robado algunas horas de sueño y caminatas en silencio que la llevaron a reinventarse.

El kimono y el cinturón negro, que tanto esfuerzo le costó ganar, dejarán de ser sus cómplices en las competencias, pero seguirán con ella dando ejemplo a nuevas generaciones a las que sacará el máximo potencial para que sean los mejores.

"Voy a compartir lo que aprendí, mis rutinas, todo lo que yo tuve", dijo.

"Quiero también tener mi familia, quiero tener hijos, quiero casarme. Quiero tener también la vida de una mujer, además del deporte", aseguró.

María Angélica Troncoso

(c) Agencia EFE