El impactante cambio físico de Zelenski (y no tanto de Putin) a un año de la guerra
“En seis meses de guerra han cambiado el mundo, la Historia y Ucrania”, dijo Volodymir Zelenski en agosto del año pasado sin prever que la contienda se extendería en el tiempo hasta cumplir su primer aniversario y que los cambios de los que hablaba superarían cualquier pronóstico. Desde que el 24 de febrero de 2022 Vladimir Putin ordenara la invasión de Ucrania, los muertos se cuentan por cientos de miles, los desplazados por millones y la destrucción en la que está sumido el país es incalculable.
Hace apenas un año, el nombre de Zelenski era casi residual y pocos conocían de su existencia, a diferencia de lo que sucede con otros mandatarios fácilmente identificables como Angela Merkel, Lula da Silva o el propio Putin. Pero la decisión de quedarse en Kiev, capital de Ucrania, para liderar la defensa de su país le ha convertido en un símbolo de la lucha de su pueblo contra la invasión rusa, que no parece que vaya a tener una pronta resolución.
La tragedia de la guerra ha tenido consecuencias no solo en un incremento sustancial de la notoriedad del presidente ucraniano en el tablero internacional –muy a su pesar–, sino también en su propia apariencia física. “Hemos tenido que tirar de hemeroteca para saber cómo era Zelenski antes del conflicto. Y el cambio es evidente. Por ejemplo, la decisión de dejarse la barba larga cuando antes se presentaba afeitado. El objetivo es, sin duda, endurecer sus rasgos, porque la barba tiene un efecto psicológico que hace pensar en una persona más ruda, más masculina y fuerte, incluso más madura”, explica Cristian Salomoni, psicólogo experto en comunicación no verbal.
Zelenski era conocido en su país por ser actor, director de cine y humorista. En 2018, dio un giro radical a su vida y se metió en política. Con 44 años asumió el gobierno ucraniano tras ganar con un 73% de los votos la segunda ronda de las elecciones presidenciales de 2019.
Ahora, a sus 45 años, su rostro envejecido es el reflejo del desgaste y el dolor provocados por la situación bélica que vive su país. Tiene los pómulos más marcados, unas arrugas en la frente y en la zona del entrecejo mucho más profundas y bolsas oscurecidas debajo de los ojos. Signos de preocupación que también se trasladan en la mirada del presidente, entristecida con el paso de los meses.
Su vestimenta también ha experimentado cambios sustanciales. No hemos vuelto a verle vestido de traje diplomático. Ni rastro de la corbata, camisa y chaqueta. “En su lugar empezó a vestirse con ropa informal, más cómoda, de estilo militar. Sin duda, un acierto en comunicación no verbal y un gesto claro hacia la ciudadanía: quiere trasladar que él también se está jugando la vida para defender a su país. Ofrece un mensaje de unidad, pero, sobre todo, de compromiso con su pueblo. Transmite que está dispuesto y comprometido a defender a su país como un soldado más del frente”, continúa Salomoni.
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Putin, el imperturbable
En la otra cara de la moneda, el presidente ruso Vladimir Putin, para quien la guerra parece no haber tenido ningún efecto. Más canoso, eso sí, pero sigue con el gesto imperturbable al que nos tiene acostumbrados, sin un atisbo de arrugas de más ni preocupación en el rostro, en parte, por los continuos retoques estéticos a los que se somete.
Como explica el experto en comunicación no verbal consultado, los dos presidentes trasladan dos mensajes comunicativos clarísimos y opuestos. "En el caso de Putin, el de líder frío y distante respecto a la ciudadanía, propio de un estratega de palacio, a diferencia de Zelenski, que manda un mensaje de cercanía, de ‘yo soy como vosotros’. El segundo mensaje que quiere trasladar Putin es que nada ha cambiado en Rusia, nada está pasando. Siguen siendo fuertes y él sigue siendo el mismo que era antes de la guerra. Esto tiene sentido con la filosofía política de cero cambios que le caracteriza. Todo sigue igual”, concluye Salomoni. Hacer el ejercicio de mirar las fotografías del presidente ruso y encontrar las siete diferencias en su rostro es una tarea abocada al fracaso.