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El cabaret de París: mucho más que Liza Minnelli

<span class="caption">Grabado de Pauł Merwart de la premiere en 'Le Chat Noir' de la proyección 'L'épopée' de Caran d'Ache en presencia de numerosas personalidades.</span> <span class="attribution"><a class="link " href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Projection_au_Chat_Noir_1886.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas">Wikimedia Commons</a></span>

El término “cabaret” nos hace pensar en la película que acaba de cumplir cincuenta años y en la actriz Liza Minnelli vestida de negro con liguero y una pierna apoyada en un silla. Sin embargo, el cabaret tiene un pasado mucho más profundo y filosófico de lo que pueda parecer.

Desde los orígenes del cabaret parisino del Montmartre de la Belle Époque, pasando por los hedonistas de los años veinte o los existencialistas de los años cincuenta, estos espacios de ocio y reunión fueron testigos de movimientos intelectuales y artísticos fundamentales para la Historia.

Los cabarés de París de la Belle Époque

Los orígenes del cabaret parisino se remontan a la segunda mitad del siglo XIX como lugares de reunión, fusión creativa, desarrollo e intercambio artístico. Allí se conocieron muchos célebres artistas ahora reconocidos en el mundo entero.

Tienen sus inicios en el club literario de los Hydropathes, fundado por el poeta y novelista Émile Godeau en 1878. Se reunían en el cabaret “Le Chat Noir”, que primero regentó Rodolphe Salis y que traspasaría despúés a Aristide Bruant.

Los jóvenes miembros del club poseían al menos una cualidad artística y eran iconoclastas, irreverentes, rebeldes, desafiantes a las convenciones, antiburgueses e indiferentes a la opinión pública. Una declaración de intenciones que se extendió por todo Montmartre. De ello se encargó una publicación con el mismo nombre del local, Le Chat noir, en la que se daban a conocer las creaciones de los miembros del club y que llegó a tener una tirada de veinte mil ejemplares por número.

Los cabarés parisinos como “Le Mirlinton”, “Le Cabaret du Néant”, “Le Cabaret du ciel” y el ya mencionado “Le Chat Noir” eran frecuentados por hombres y mujeres de todas clases sociales para charlar, escuchar monólogos, poesías, cantantes y, sobre todo, beber. La absenta era la fuente de inspiración y elemento clave de la creatividad. Era el hada verde, y hasta Van Gogh le dedicó una de sus pinturas

Alfred Delvau los define como los “salones de la democracia”. Allí asistían desde el más miserable de los obreros hasta el mismísimo zar de Rusia pasando por poetas como Mallamarmé o Baudelaire, el cartelista Toulouse-Lautrec, los pintores Van Gogh, Renoir y Degas o los compositores Claude Debussy y Erik Satie. Es decir, el impresionismo musical y pictórico, el simbolismo, el cartelismo y los orígenes del cine se gestaron en estos locales de Montmartre.

La estela Europea: Barcelona, Zúrich y Berlín

La influencia de “Le Chat Noir” y del ambiente bohemio artístico parisino llega a otras capitales europeas como Ámsterdam, Berlín, Múnich, Viena, Moscú, Praga o Londres. En Barcelona, “Els Catre Gats” abrió sus puertas en 1897 y consiguió reunir a los máximos representantes del Modernismo, entre los que no faltó Picasso. En Zúrich destacó el “Cabaret Voltaire”, lugar de nacimiento del movimiento dadaísta y espacio de reunión de los surrealistas.

En los años 20, se desarrolló en Berlín el cabaret que inspiró la película protagonizada por Liza Minnelli (1972). Allí reinaba la libertad sexual, se hablaba sin reparos de política y se consumían alcohol y drogas. Los espectáculos de canción satírica, sketchs subversivos y coreografías provocativas con bailarinas semidesnudas como Anita Berber conformaban este particular ambiente.

Sin embargo, en 1937 se prohibió toda forma de expresión política, los cabarés cerraron y prácticamente todos estos artistas desaparecieron; algunos se suicidaron y el resto murieron en campos de concentración.

Durante la Ocupación nazi

Las calles de París durante los años de Ocupación (1940-1944) se llenaron de esvásticas y soldados alemanes que atemorizaban sólo con su presencia. Sin embargo, por expreso deseo del propio Hitler, la vida cultural y la noche parisina, incluidos los cabarés, estaban permitidos.

Hitler toleraba estos cabarés y espectáculos porque pensaba que si los franceses estaban distraídos, sería más fácil dominarlos. Sin embargo, algunos cantantes se saltaban la censura, como en el caso de la famosísima canción Paris sera toujours Paris de Tino Rossi (1939), en la que se deja bien claro que la ciudad resistirá a pesar de todas las penurias impuestas.

Filosofía, poesía y canción: Los cabarés Rive Gauche

En la película Una cara con ángel (1957) la actriz Audrey Hepburn nos abre la puerta a la visión norteamericana de los cabarés parisinos Rive Gauche de la Liberación y los años cincuenta. Fred Astaire interpreta a un fotógrafo que la contrata como modelo. Ella acepta porque supone trabajar en París y así poder conocer en persona a su filósofo favorito, a quien sigue apasionadamente.

Ciertamente, en los cabarés de posguerra a partir de 1945 se debatían las teorías existencialistas. No faltaban Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, que compartían en las largas noches de tertulia densas humaredas de tabaco con cantantes como Juliette Gréco, considerada la musa de Saint-Germain-des-Près. De día iban a pensar y escribir al “Café de Flore” y a “Les Deux Magots”. Pero las noches las pasaban en el cabaret “Le Tabou”, porque era el que cerraba más tarde. No fue el único. Bajo la denominación Rive Gauche, que señalaba su calidad intelectual, también había otros como “Trois-Baudets”, “Le Boeuf sur le Toit”, “Le Quod libet” o “Milord l'Arsouille”.

Este nuevo ambiente cultural resulta del surgimiento de una tribu urbana parisina formada por cientos de jóvenes universitarios. Tenían entre veinte y treinta años, iban a la facultad, luego al teatro o al cine y después a los cabarés del bulevar Saint Germain des Près. “Le Tabou” estaba lleno de artistas, filósofos y escritores ahora universales como Jacques Prévert, Yves Montand, Jean Cocteau o Raymond Queneau, entre otros muchos. Según Boris Vian, era un “centro de locura organizada”, un ambiente intelectual, festivo, con mucho alcohol, y donde las conversaciones se alargaban hasta el cierre a altas horas de la madrugada.

Allí intentaban olvidar las penurias de la guerra y celebraban la alegría de la Liberación a través de las diferentes manifestaciones artísticas que plasmaban la filosofía del momento: una inquietante reflexión sobre el hombre y la angustia de la existencia.

Así surge la moda por la poesía accesible al gran público, incluso como elemento cotidiano de la prensa y la radio. También la denominada “Chanson Rive Gauche”, representada por artistas de la talla de Georges Brassens, Léo Ferre, Henri Salvador y la ya citada Juliette Gréco.

Aunque en nuestra retina quedará para siempre la magistral interpretación de Liza Minnelli, es importante no olvidar que el cabaret fue, sobre todo, un lugar clave para personajes ahora imprescindibles de la cultura europea: artistas e intelectuales de múltiples generaciones que hicieron resonar desde allí los ecos de las mentalidades y de la Historia.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Ana María Iglesias Botrán no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.