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Caída de bonos argentinos muestra poca fe de inversores

(Bloomberg) -- Los inversionistas están renunciando a Argentina solo seis semanas después de que lograra una reestructuración de deuda de US$65.000 millones.

Los bonos extranjeros del país se han desplomado más de 20% desde principios de septiembre, la mayor caída del mundo en ese lapso. Morgan Stanley la califica como la peor caída tras una reestucturación en al menos 20 años, y se produce a pesar de que la nación ganó la considerable suma de US$38.000 millones de alivio de la deuda de los acreedores.

Esos mismos inversionistas se han sentido consternados por lo que vino después. Si bien tal vez no sea sorprendente de una nación con una serie de defaults, dirigida por un Gobierno de izquierda que se comprometió a priorizar las necesidades de su gente sobre las financieras, no hay un plan creíble a largo plazo para arreglar la economía y volver al crecimiento. Hasta ahora, las medidas han sido esfuerzos poco entusiastas e ineficaces para apuntalar la moneda y mantener las reservas en monedas extranjeras, nada como la acción audaz que la mayoría de los economistas dicen que es necesaria.

Ahora, lo único que impide que Argentina vuelva a incumplir en meses es que no vencen pagos de ningún tipo hasta 2023 según los términos de reestructuración acordados con los inversores.

“Argentina podría haber tenido un comienzo muy virtuoso y con eso habrían capturado una percepción mucho más positiva por parte de los inversionistas”, dijo Robert Koenigsberger, director de inversiones de Gramercy Funds Management, que posee los bonos y que participó activamente en las conversaciones recientes. “La reestructuración brindó la posibilidad de algo diferente. Lo que hemos visto hasta el momento es que no hay visión, plan ni programa del FMI para anclar las expectativas de políticas”.

Desde la reestructuración de la deuda, Argentina ha endurecido las restricciones para evitar que las empresas utilicen dólares para pagar la deuda, ha aumentado los impuestos sobre las compras de dólares para los ahorristas, ha aumentado algunas tasas de interés locales y ha reducido los gravámenes a las exportaciones agrícolas. Y aun así, las reservas del banco central están disminuyendo rápidamente y el gasto derrochador significa que el país tiene el déficit más alto en al menos tres décadas, según Adriana Dupita, economista de Bloomberg Intelligence.

El 2 de octubre, el ministro de Economía, Martín Guzmán, fue asediado por inversores escépticos en una videollamada con más de una docena de tenedores de bonos que representan a los principales grupos de la reestructuración, según personas familiarizadas con el asunto. Defendió las medidas como necesidades temporales, asegurando a los acreedores que el país estaba en una trayectoria ascendente y no necesitaba una reforma política más sustancial, dijeron las personas.

Esto no era lo que los inversionistas querían escuchar después de que el Gobierno de la segunda economía más grande de América del Sur se pusiera manos a la obra para pedir un alivio de la deuda. La esperanza era que el presidente, Alberto Fernández, buscaría una renovación para encaminar la economía hacia un crecimiento sostenible, reforzado por un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hasta ahora, no han visto nada por el estilo.

“Para restaurar la confianza, se necesita una implementación de programas macro que sean consistentes y técnicamente bien pensados, con la participación de los políticos”, dijo Jorge Piedrahita, socio gerente de Gear Capital Partners en Nueva York. “No veo al Gobierno trabajando en esa dirección. Simplemente se están poniendo pequeñas curitas aquí y allá”.

Los escépticos podrían cuestionar cómo alguien esperaba algo diferente dada la frecuencia con la que los inversionistas han pagado las consecuencias en Argentina. La nación ha caído en default sobre la deuda externa nueve veces en los últimos 200 años. Tres morosidades se materializaron en los últimos 20 años a medida que el generoso gasto social y las obligaciones extranjeras sobredimensionadas solidificaron la reputación de Argentina como una nación con incumplimientos seriales.

Y ninguno de los defaults más recientes resultó en una reforma política importante. Si bien la economía de Argentina se disparó después de una reestructuración en 2005, se debió principalmente a un auge mundial sin precedentes de las materias primas.

Esta vez, Fernández no tiene un aumento en los precios de la soja al que recurrir. Mientras tanto, su Gobierno está mostrando signos de discordia tras apenas 10 meses en el poder, complicando aún más el esfuerzo de la nación para acordar políticas que sacarían a la economía de la recesión.

La lista de deseos que tienen los inversores es larga. Por lo menos, quieren algún tipo de arreglo para la tasa oficial artificialmente fuerte del peso, un recorte significativo en los impuestos a la exportación, no más impresión de dinero, tasas de interés locales más altas, el fin de las amenazas de nacionalización y la derogación de las normas que dificultan a las empresas el pago de la deuda externa.

Pero los funcionarios aún tienen que detallar un plan claro para poner fin a una recesión que ya se ha prolongado por tres años o para reducir la inflación por encima de 40%. Cuando el 5 de octubre se le preguntó en una entrevista sobre los planes para recortar gastos, Guzmán cuestionó la idea de que las reducciones fueran necesarias o útiles.

La oficina de prensa del Ministerio de Economía no respondió a solicitudes de comentarios.

Las reservas internacionales se encuentran en un mínimo de cuatro años y algunos analistas dicen que las reservas líquidas netas ahora son negativas. Este mes, un equipo del FMI visitó el país para elaborar un nuevo calendario de pagos de la deuda de US$44.000 millones del país con el prestamista, y regresará el próximo mes para seguir discutiendo, pero parece que es improbable un nuevo financiamiento.

Y con el mercado de bonos cerrado a Argentina, una fuerte caída del turismo en medio de la pandemia y los agricultores que dudan en vender sus cosechas en el exterior al tipo de cambio oficial, no entran muchos dólares. La situación de Argentina se complica aún más por la agitación en Brasil, su mayor socio comercial, donde aumenta la preocupación de que un déficit presupuestario vertiginoso ponga en peligro el crecimiento económico en los próximos años.

Para algunos, el pesimismo es exagerado. Señalan que, si Argentina puede renegociar rápidamente su deuda con el FMI y trabajar con los funcionarios del fondo para crear políticas que preparen el escenario para el crecimiento, el país podría estar en el camino hacia la normalidad.

“La reestructuración otorgó a Argentina un alivio significativo del flujo de efectivo, por lo que los precios de los bonos ya no reflejan la incertidumbre sobre los riesgos de pago a corto plazo”, señaló Graham Stock, estratega de Bluebay Asset Management, que participó en las conversaciones. “Son una función de las expectativas de un marco político más coherente a medio y largo plazo. Sobre esa base, creo que hay más ventajas que desventajas”.

Pero si bien la ausencia de pagos de bonos antes de 2023 significa que casi no hay posibilidad de incumplimiento antes de esa fecha, los precios de las notas podrían llegar a ser incluso más baja si el Gobierno continúa saliendo del paso sin avanzar hacia políticas más ortodoxas, según Siobhan Morden, directora de renta fija para América Latina de Amherst Pierpont Securities en Nueva York.

“Es difícil para mí ser optimista y pensar que se van a reinventar”, dijo Morden. “Eligieron un modelo aislacionista interno”.

Nota Original:Argentina Bond Rout Blows Up the Template for Debt Restructuring

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