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Por qué los autos usados son los más buscados en la pandemia

Don Brown, a la izquierda, conversa con Emilio Silva, un vendedor, en el concesionario Silko Honda en Raynham, Massachusetts, el 2 de septiembre de 2020. (David Degner/The New York Times)
Don Brown, a la izquierda, conversa con Emilio Silva, un vendedor, en el concesionario Silko Honda en Raynham, Massachusetts, el 2 de septiembre de 2020. (David Degner/The New York Times)

Los autos usados solían ser ignorados bajo la fanfarria de los vehículos eléctricos de vanguardia y las camionetas lujosas. Ahora, de repente, son la mercancía más popular de la industria.

Los consumidores están adquiriendo autos usados como vehículos secundarios o terciarios para así poder evitar trenes, autobuses o usar el servicio de Uber durante la pandemia del coronavirus. Otros están prefiriendo comprar carros usados en vez de nuevos para ahorrar dinero en una economía incierta en la que no saben cuándo ellos o su pareja podrían perder su empleo. La demanda por autos más viejos también ha sido alimentada por una interrupción de aproximadamente dos meses en la producción de nuevos vehículos, esta primavera.

Por todo el país, los precios de los autos usados se han disparado. Ese incremento desafía la creencia popular de que los vehículos son bienes siempre en depreciación, que pierden una gran porción de su valor apenas abandonan los concesionarios. Solo en julio, el valor promedio de los autos usados se incrementó en más del 16 por ciento, de acuerdo con Edmunds.com.

De acuerdo con Edmunds, en junio, el mes más reciente con datos disponibles, las franquicias concesionarias vendieron 1,2 millones de autos y camionetas usadas, un incremento del 22 por ciento con respecto al año anterior. Fue el total mensual más alto desde al menos 2007.

Este auge ha puesto de cabeza a la industria de ventas de autos. Debido a que los vehículos usados no salen de fábricas en Detroit, los vendedores tienen que trabajar igual de duro para comprar carros que como suelen hacer para venderlos. Según los vendedores, han tenido que publicar anuncios y llamar por teléfono a las personas para preguntarles si estarían interesados en vender sus viejos autos. Así de fuerte se ha vuelto la demanda por los vehículos usados durante la pandemia.

“Se supone que los autos usados deben depreciarse, pero ahora veo el valor contable de un vehículo en el lote y me doy cuenta de que es más alto que al comienzo del mes”, dijo Adam Silverleib, presidente de Silko Honda en Raynham, Massachusetts. “Nunca antes había visto eso”.

Recientemente, Silverleib les vendió un Honda Pilot del 2017 con 35.400 kilómetros recorridos a Suzanne Cray y su esposo. La familia se las había arreglado con un solo auto, pero Cray, una enfermera que trabaja en el Centro Médico Tufts en Boston, dijo que la familia había decidido que necesitaba otro vehículo para asegurarse de que nadie tuviera que utilizar Uber o el transporte público.

“Solíamos utilizar Uber para ir a los restaurantes, en especial si íbamos a salir con amigos y no queríamos beber y manejar”, afirmó Cray, quien ha atendido a pacientes con el coronavirus. “Ya no hacemos eso. Ahora llevamos nuestro auto”.

Los precios de los autos usados se han disparado durante la pandemia, ya que a los compradores les preocupa utilizar el transporte público, los servicios de transporte privado o las dificultades financieras. (David Degner/The New York Times)
Los precios de los autos usados se han disparado durante la pandemia, ya que a los compradores les preocupa utilizar el transporte público, los servicios de transporte privado o las dificultades financieras. (David Degner/The New York Times)

Este auge es parte de otras tendencias inesperadas que han surgido en una recesión que ha dejado a millones de personas sin empleo y ha devastado aerolíneas, restaurantes, hoteles y pequeños negocios. A pesar de esas tragedias, la pandemia ha sido una bendición para los productos de siempre de la economía, como los alimentos enlatados y procesados, así como la venta de casas en los suburbios, los cuales habían caído perdido la preferencia en los últimos años.

El equivalente de la industria automotriz al rancho de tres habitaciones con el encantador patio trasero es un auto o camioneta con bajo kilometraje, mucho más económico que la versión más reciente, pero igual de efectivo para llevar a la familia a un pícnic con distanciamiento social tras meses de aislamiento.

El deseo cada vez mayor de tener un auto ha tomado por sorpresa a muchos e inquietado a otros, a los que les preocupa lo que eso podría significar para el futuro de las ciudades y el transporte. El alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, quien se moviliza en un SUV, le rogó hace poco a los neoyorquinos, muchos de los cuales no tienen vehículos, que no compren un auto, porque, afirmó, representan “el pasado”.

Esos temores podrían ser exagerados. Comprar un auto usado no incrementa el número de vehículos en la calle, por supuesto. Además, las ventas de los carros nuevos no se están incrementando. En todo caso, parte de la súbita manía por los vehículos usados es consecuencia de años de aumentos en los precios de autos y camionetas nuevas. En promedio, los nuevos vehículos ahora se venden por unos 38.000 dólares, más de lo que muchos consumidores pueden o están dispuestos a pagar.

Además, muchos estadounidenses han entendido que no tienen que preocuparse por comprar un cacharro que va a estar siempre en el taller mecánico. Los autos y camionetas de épocas recientes están mejor construidos que aquellos de hace un par de décadas, y ciertamente que los vehículos contra los que Ralph Nader arremetió en su libro de 1965, “Inseguro a cualquier velocidad”.

Otros consumidores se han decidido por autos usados porque todavía no hay muchos modelos nuevos para elegir. Aunque los fabricantes han vuelto a abrir sus plantas tras haber detenido la producción por unos 60 días desde finales de marzo hasta mediados de mayo, no han compensado el tiempo perdido.

En los primeros siete meses del año, los fabricantes produjeron 6,6 millones de autos y camionetas en Estados Unidos, de acuerdo con Automotive News, 3 millones menos de los que fabricaron durante el mismo periodo en 2019.

Al principio de la pandemia, cuando muchas personas solo salían de sus casas para las necesidades más apremiantes, los fabricantes de autos comenzaron a ofrecer préstamos sin intereses por hasta 84 meses para seducir a los compradores. Ahora que el inventario de autos nuevos está reducido, esos incentivos generosos han desaparecido en su mayoría.

Sin embargo, las personas que tienen un auto para vender todavía tienen algo a su favor. La fuerte demanda por vehículos usados ha elevado los valores de intercambio, lo que ha sido una bendición para algunos compradores. A Susan Sutherland, una trabajadora de tecnología en Bradley Beach, le impresionó recibir 2000 dólares por su Mitsubishi, el cual ya tenía unos 394.000 kilómetros. En julio, Edmunds reveló que el valor promedio de intercambio había aumentado casi 2000 dólares, a poco más de 14.000 dólares.

Inevitablemente, este año excepcional para los autos usados terminará. Los fabricantes se pondrán al día con la producción, los estacionamientos de los concesionarios se llenarán otra vez con vehículos nuevos y los atractivos incentivos de ventas regresarán, según Jessica Caldwell, investigadora principal en Edmunds. Sin embargo, la demanda por carros usados podría mantenerse sólida si la pandemia empeora en el otoño y la economía se debilita más, aun con una mejora en la oferta de autos nuevos.

“No durará para siempre”, dijo Caldwell. “Pero por ahora, es un gran momento para intercambiar un auto usado”.

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This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company