'La Burbuja' de la selección panameña, un laboratorio de sueños en Catar 2022

Penonomé (Panamá), 5 sep (EFE).- 'La Burbuja' donde se blindan y toman forma los planes de la selección panameña para su larga y difícil andadura hacia el Mundial de Catar no podría tener mejor nombre: Buenaventura.

Así se identifica el hotel que desde el 24 de agosto se convirtió en la base de trabajo de 31 jugadores escogidos por el nuevo entrenador, el hispano-danés Thomas Christiansen Tarín, para encarar el desafío de llevar a una renovada selección de Panamá a su segunda Copa del Mundo de mayores, tras la experiencia en Rusia 2018.

Por causa de la pandemia del nuevo coronavirus, así ha comenzado la 'era europea' del fútbol panameño.

Christiansen y sus jugadores conviven hace más de diez días en una 'Burbuja' en la zona geográfica de provincias centrales del país centroamericano.

El entrenador nacido hace 47 años en Hadsund abrió la puerta a la prensa con un mensaje de bienvenida corto acompañado de una aclaración. No es un hombre de "dar muchas declaraciones".

El Buenaventura Pacific Sports Center, que sirve de campamento de los panameños está situado en Penonomé, capital de la provincia de Coclé, en el centro del país, a 170 kilómetros de la capital, o unas dos horas de viaje por carretera.

Allí, la buenaventura de los jugadores panameños se vislumbra entre rigurosísimos controles de aislamiento y bioseguridad.

Christiansen y sus nuevos pupilos disponen en su 'Burbuja' de una pequeña cancha de fútbol, así como gimnasio y piscina que son empleados para los trabajos físicos y de recuperación, que suelen hacerse en la tarde, luego del entrenamientos en un campo reglamentario de césped natural, como lo ha pedido el técnico.

El trabajo en Penonomé comienza desde las seis de la mañana. Los 31 jugadores y los integrantes de la comisión bajan de sus cuartos para tomar el desayuno.

Luego abordan al menos dos autobuses, para preservar la distancia personal, y toman dirección al campo de juego, en el estadio del Club Deportivo Universitario, no sin antes haber pasado por ritual ya habitual de desinfección de manos, toma de temperatura y uso de mascarillas.

Son aproximadamente treinta minutos de recorrido hasta el lugar de entrenamiento, un viaje ameno y tranquilo para los jugadores en el que escuchan canciones cristianas, preferiblemente.

Al llegar al estadio toda equipación de trabajo está lista.

Los miembros de la comisión técnica son los primeros en descender para revisar el terreno y animar la salida de sus jugadores a los gritos de "¡Vamos, vamos, vamos equipo!".

Pero antes de la acción, el grupo se concentra para una oración. A continuación los jugadores terminan por ajustar los dispositivos GPS, protegen la piel con bloqueador solar y corrigen la postura de sus vendas.

El trabajo por grupos va ganando intensidad a medida que avanzan las estaciones previamente establecidas.

Las correcciones y elogios del seleccionador comienzan a escucharse. Y como combustible para la práctica, una mezcla de "sacrificio, concentración y dinamismo”, son los compromisos que mueven al técnico, sus ayudantes y los jugadores.

La temperatura se eleva a 28 grados y la humedad implacable comienza a hacer mella en la resistencia, pero el técnico no da tregua.

La repetición de conceptos y jugadas como antídoto para las fallas se suceden durante la sesión a la voz constante a sus dirigidos de "¡ejecutemos bien!".

"Debemos ser mejores en la toma de decisiones y evitar las pérdidas de balón lo más que podamos", alerta Christiansen, quien en el comienzo de su carrera como futbolista, a los 19 años, fue convocado por la selección española sin haber debutado hasta entonces en Primera División.

El estilo del exdelantero, quien residió en Panamá algunos años de su infancia debido al trabajo de su padre, incluye posesión del balón, búsqueda de espacios con sorpresa, rápidas salidas por las bandas, cambios de ritmo sin dejar de privilegiar la técnica, y alta presión.

"Queremos tener la posesión y buscar espacios. Estiremos, presionemos y juguemos. No podemos fallar. Comodines, busquen salida", insiste en los partidillos que en el final de la sesión ordena jugar en espacios cortos.

Luego de una hora y 45 minutos un silbato anuncia el final. Llega la sesión de estiramientos. A la distancia se escucha el rumor de una tanda de observaciones del técnico y sus ayudantes, que se mezcla con risas y apuntes amenos de los jugadores.

"Vamos tomando forma y asimilando los trabajos", celebra el seleccionador mientras va repartiendo palmadas de agradecimiento entre sus pupilos.

"El profe tiene sus objetivos claros a la hora de trabajar", declaró a Efe el delantero Edwin Aguilar.

"Todos sabemos que comenzó una era europea en el fútbol panameño", dijo con entusiasmo a pesar del esfuerzo intenso al que fue sometido hasta hace unos minutos.

De vuelta a los vehículos, los jugadores pasan por el ritual de desinfección de manos, toma de temperatura y puesta de los barbijos.

En forma simultánea los asistentes van recogiendo equipos, balones, conos, neveras y botellas. Y antes de partir de vuelta a Buenaventura, el área queda limpia.

Ya en 'la Burbuja' que sirve de casa a la Roja, tras el almuerzo la plantilla se refugia en sus habitaciones para el descanso y vuelve al trabajo a la 17.00 horas con una sesión de recuperación en la piscina y acondicionamiento en el gimnasio.

Luego de la cena, que se da sobre las 20.00 horas, el grupo interactúa hasta las 22.00, momento en que se encierran en sus habitaciones y se apagan las luces en la burbuja panameña.

Rogelio Adonican Osorio

(c) Agencia EFE