Después del Brexit, los pasajeros frecuentes del Eurostar quedarán mucho más lejos de Bruselas

A BORDO DEL TREN LONDRES-BRUSELAS.- Cuando el tren estaba a punto de sumergirse bajo el Canal de la Mancha, Mutjaba Rahman terminó de tipear apuradamente un email en su celular y apretó la tecla "enviar".

Poco después, tras ese breve lapso de oscuridad y vacío que le tapó los oídos y bloqueó la señal de su celular, Rahman ya surcaba a toda velocidad los campos de Francia. "Ese ratito entre que entrás y salís del túnel es un excelente momento para pensar", dice Rahman.

Y en lo que más piensa Rahman últimamente es en el Brexit . Antes era funcionario del gobierno británico, contribuyendo a estrechar aún más los lazos económicos entre Gran Bretaña y la Unión Europea. Ahora, Rahman es consultor privado y asesora a sus clientes sobre los riesgos que enfrenta Gran Bretaña ante su retiro del bloque regional.

Rahman es uno de los tantos abogados, economistas, periodistas y expertos en comercio internacional que convirtieron el tren de alta velocidad conocido como Eurostar en un emblema de ese mundo sin fronteras que la Unión Europea (UE) llegó a representar.

Irónicamente, el Eurostar, que la semana pasada cumplió 25 años, ahora se ha convertido en el medio de transporte que usan para desarmar la relación que antes se esmeraron en cimentar.

Para quienes viven en Londres, el Eurostar hizo que los fines de semana en París, Bruselas, o ahora incluso Ámsterdam, sean fáciles, rápidos y relativamente accesibles. Ese tren fue como un puente levadizo que permitió que los profesionales atravesaran ese foso protector o de aislamiento, según el punto de vista del viajero, que separaba a Gran Bretaña del continente.

Actualmente, entre los pasajeros frecuentes del Eurostar se cuentan los negociadores británicos que trabajan para sacar a su país de la UE, que deben viajar hasta dos veces por semana a Bruselas para mantener reuniones sobre el conflictivo divorcio.

Y después están los otros viajeros, como Rahman, cuyas vidas profesionales dependen de esos vínculos que ahora se están cortando.

Si el Brexit finalmente ocurre, tal como parece, las facilidades de las que esos pasajeros gozaban, como los mínimos controles de inmigración para los poseedores de pasaporte de la UE, seguramente cambiarán.

De hecho, hasta el destino mismo del Eurostar pende de un hilo. Por el momento, la empresa concesionaria está en alerta y a la espera.

La venta de pasajes sigue a toda velocidad. En agosto, un récord absoluto de 1 millón de pasajeros usó el Eurostar entre Londres y sus destinos de París, Bruselas y Ámsterdam. En 2017 y 2018, la empresa informó ganancias récord, ha fortalecido su campaña de marketing, potenciado sus ventas a turistas norteamericanos, y el tren crece como el preferido de los viajeros que cuidan el medio ambiente.

Pero el futuro del Eurostar depende mucho de la forma que tome finalmente el Brexit. Y un Brexit "duro", sin acuerdo, sería catastrófico para el negocio.

Los informes que se filtraron a la prensa durante este año predicen que un Brexit duro gatillaría largos y estrictos controles migratorios de las autoridades francesas, que generarían filas de espera de hasta 15.000 personas en la estación de St. Pancreas, la terminal londinense del Eurostar.

Funcionarios y expertos predicen en privado que la empresa no sobreviviría ni 3 meses en ese escenario adverso.

Pero Eurostar asegura que ese escenario apocalíptico es "erróneo".

"Venimos trabajando estrechamente con los gobiernos de ambos lados del Canal, incluido el Departamento de Transporte, para garantizar las operaciones tanto en un escenario de acuerdo como en otro sin acuerdo", dice Rosie Jones, vocera de Eurostar.

"Eurostar está trabajando con todos los gobiernos, autoridades migratorias y estaciones involucradas de ambos lados del Canal, para la puesta en marcha de un plan consistente que proteja el servicio y permita un flujo aduanero eficiente", agrega Jones.

Por el momento, el Eurostar sigue cruzando el Canal a toda velocidad varias veces al día, catapultando a su tribu de viajeros frecuentes de una capital europea a otra. Las vidas personales y profesionales de muchos giran en torno a esa ruta, y así tendrá que seguir siendo en la era post-Brexit.

Toda la vida adulta de Rahman, por ejemplo, a girado en torno al Eurostar. Británico de nacimiento, Rahman se interesó desde chico en la política de la Unión Europea, y fue su tema de especialización en la universidad.

Rahman dice que las semillas del Brexit ya estaban en germen desde un inicio de la relación de Gran Bretaña con Europa.

"Gran Bretaña siempre quiso extraer todos los beneficios económicos de ser miembro del club, sin aceptar ninguna de las consecuencias políticas que implica", dice Rahman. "Buscó retener el máximo de soberanía posible, y nunca refrendó la integración política."

Rahman disfruta del tiempo que pasa a bordo del tren. Muchos de los que antes tomaban el tren el Bruselas para asesorar a las empresas de Londres sobre cómo influir en el marco regulatorio de la industria en la UE, ahora viajan para aconsejarles cómo manejarse en la era post-Brexit.

Sebastian Vos es uno de ellos. Nacido en La Haya, Vos es un lobista de Bruselas que dirige el departamento de prácticas políticas para Europa de Covington, un estudio jurídico norteamericano.

Vos dice que muchos de sus clientes, entre ellos, varias grandes empresas tecnológicas, no se irán de Londres a pesar de los cambios, y que de hecho seguirán sujetos en gran medida a las políticas de la UE.

Cuando Gran Bretaña abandone la UE (o "si" la abandona, recalca Vos), parte de su trabajo será asesorar a sus clientes sobre cómo seguir cumpliendo con las regulaciones tanto de la UE como de Gran Bretaña, y sobre cómo enfrentar la posibilidad de que esas regulaciones difieran, a medida que Londres empiece a establecer sus propias reglas.

"Si es que ocurre, el Brexit generará todo tipo de fricciones, de eso no hay duda", dice Vos, pero agrega que la consternación inicial se ha ido desvaneciendo.

The New York Times

(Traducción de Jaime Arrambide)