Gran Bretaña. Por el escándalo de Andrés, crece la figura del príncipe Carlos

LONDRES.- Para conmemorar el 70º aniversario de la OTAN, la reina Isabel II recibió ayer en el Palacio de Buckingham al presidente Donald Trump y otros mandatarios, una evidencia más de su extraordinaria longevidad: ascendió al trono británico apenas tres años después de la conformación de la Alianza Atlántica.

Pero la ceremonia muestra también el punto de inflexión que enfrenta la casa de Windsor, con una monarca nonagenaria y un heredero de 71 años, el príncipe Carlos, que avanza decididamente a la toma de control, como dejó en claro con su intento de absorber el reciente escándalo que devoró la figura de su hermano menor, el príncipe Andrés.

El feroz rebote que tuvo la entrevista televisiva del príncipe Andrés sobre su amistad con el deshonroso financista y pedófilo convicto Jeffrey Epstein puso en tela de juicio el buen manejo de la reina sobre "la firma", como suelen referirse internamente a la familia real. Y el escándalo también dejó en evidencia que el príncipe Carlos ha asumido efectivamente el rol de "monarca en espera".

Después de la desastrosa entrevista de Andrés con la BBC, en la que no manifestó empatía alguna por las víctimas adolescentes de Epstein y dio ambiguas explicaciones sobre su propia conducta, el príncipe Carlos llamó a su madre desde Nueva Zelanda y la presionó para que desafectara a su hermano de toda responsabilidad pública.

Según el diario londinense The Times, el escándalo escaló con tanta virulencia que el príncipe de Gales temió que eclipsara las elecciones generales, que deben celebrarse la semana próxima en Gran Bretaña.

Hace tiempo que el príncipe aboga por una familia real más reducida, con menos miembros que tengan responsabilidades públicas, gasten dinero de las arcas públicas o terminen generando publicidad negativa. Pero la debacle del príncipe Andrés es la señal más visible hasta el momento de que el traspaso ya comenzó. Algunos diarios británicos prácticamente le imploran al heredero que tome el control de facto.

En un editorial titulado "Rey en las sombras", Times señala que la monarquía "necesita un puño más firme en su centro. Y eso solo puede venir del príncipe Carlos", y agrega que aunque tiene su propia cuota de escándalos, "ya ocupa un rol mayor y puede hacerlo aún más, actuando en los hechos como un rey en espera".

Valentine Low, encargado de la cobertura de la familia real de The Times, dice que debajo de la añosa reina "hay numerosas entidades diferentes en la familia, que operan como compartimientos estancos".

"Andrés es uno de esos compartimientos, pero menor", dice Low. "Lo que ocurre es que cada tanto se produce una crisis que requiere liderazgo desde el centro".

Pelea por la reina

Esta última crisis estalló justo cuando los líderes políticos británicos, paralizados por el Brexit, no están en situación de ayudar. Lejos de apuntalar a la corona, como hizo el primer ministro Tony Blair cuando la reina subestimó la reacción popular ante la muerte de la princesa Diana en 1997, los políticos actuales tratan de arrastrar a la reina a sus propias y frenéticas maquinaciones.

Los críticos del primer ministro Boris Johnson lo acusan de haber sido engañoso con la reina cuando le pidió que suspendiera el Parlamento por varias semanas, como un intento de coartar la discusión parlamentaria y cualquier decisión sobre el Brexit. La Suprema Corte declaró ilegal la suspensión.

Cuando la reina presentó la agenda legislativa de Johnson, apenas semanas antes de que el primer ministro llamara a elecciones, los críticos dijeron que la soberana estaba siendo explotada para lanzar un manifiesto de campaña maquillado de discurso real. "Los políticos, por lo que vemos actualmente, son miserables, mentirosos y caóticos", dice Penny Junor, biógrafa de la realeza. "La monarquía es una roca de estabilidad que ha sido de gran utilidad para el país en tiempos de crisis. Pero estamos llegando al final de una era muy turbulenta, y eso se suma a los males de la familia".

La entrevista con el príncipe Andrés dejó un montón de interrogantes, y uno de los más candentes era si la reina lo había autorizado a invitar a las cámaras de la BBC al interior del Palacio de Buckingham. Tras cuatro días de lapidarios titulares en los medios, pedidos para que testifique bajo juramento ante el FBI y un éxodo masivo de las entidades de caridad que patrocinaba, Andrés emitió un comunicado en el que dice haberle pedido a su madre "que me releve de mis deberes públicos a futuro, y ella me ha dado permiso".

El episodio deja expuesta la paradoja: mientras que el Palacio de Buckingham se ha preparado meticulosamente para la muerte de la reina y el ascenso del príncipe de Gales, el manejo del escándalo de Andrés muestra que la familia real está menos preparada para lidiar con los recurrentes y molestos episodios que marcan el ocaso de su reinado.

Traducción de Jaime Arrambide