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Botiquín literario: las ficciones que se recetan en sesiones de biblioterapia

"Grajeas de Grimm, gotas de Shakespeare, comprimidos de Kafka, píldoras de Cervantes, jarabe de Virginia Woolf, homeopatía de Platero y yo, pastillas de Chéjov, tónico principesco de Saint-Exupéry, ansiolíticos de Clarice Lispector, un té de locos de Lewis Carroll (con galletas de Collodi), fomentos con los versos de Sor Juana, emplastos de Alfonsina o de Lorca...": diversas dosis de poesía y textos narrativos de estos y otros autores integran un botiquín literario ideal para tratar ciertos dolores o padecimientos, según las técnicas de la biblioterapia. La "receta" puede combinar ficciones clásicas y modernas, mitos y leyendas, ensayos y poemas. A diferencia de la mayoría de los medicamentos, estos "remedios" están creados con palabras y no tienen contraindicaciones.

En Lecturas que curan (Del Nuevo Extremo), la psicoanalista y licenciada en Letras Diana Paris desafía a los lectores con una pregunta: "¿Y si la nueva medicina se vendiera en las librerías y no en las farmacias?". Especialista en arteterapia y psiconeuroinmunoendocrinología, entre otros métodos terapéuticos, la autora explica que no existe una única receta en el "tratamiento" literario, al que denomina LiteratCura. "Las propuestas que promueven este plan de lecturas son graduales y a medida. En cada situación se despliega un menú de manjares literarios a la carta. Habrá quien, con unos párrafos de El Principito, pueda comenzar este camino" y quien prefiera el "frasco completo" de una extensa novela.

Así como muchos artistas y terapeutas coinciden en resaltar el efecto "sanador" del arte ("El arte es terapéutico. Transforma la angustia en algo vital", dijo Marta Minujín en una entrevista reciente), Paris aplica ese principio a la literatura. "Nombro, con ironía lúdica, a mi consultorio como una 'librería emocional'. Me sitúo como prescriptora de textos a la hora de recetar un cuento como medicamento. Creo en la fuerza sanadora de la literatura", cuenta en el primer capítulo. Allí aclara que utiliza la biblioterapia, también llamada "literapia", para trastornos emocionales. Es "una verdadera herramienta terapéutica para reinterpretar el ego, el sufrimiento, el deseo, la autoestima, la contaminación del psiquismo ajeno, la incapacidad para ver lo valioso, la permanente presencia de la angustia o el sentimiento de derrumbe existencial y gestionar saludablemente esas emociones".

En diálogo con LA NACION, la escritora explicó cómo "opera" la lectura de ficciones y poesía en un tratamiento psicológico: "De manera creativa, plural, holística llegaremos a indagar la dolencia con el único lenguaje que hace eco en el inconsciente: la metáfora. Entonces entra en acción la medicina sagrada: la literatura. Como en los sueños, es la condensación y el desplazamiento que escenifica un texto literario lo que ofrece un bote para navegar y no naufragar, un pasaporte para salir de los miedos y las limitaciones, un abrigo para todas las intemperies". La experiencia de varias décadas en el consultorio le enseñó que la literatura es "un elixir integral" que apunta al cuerpo, la mente y el alma.

Primeros auxilios literarios

"Beber dos cubos de agua con estrellas", dice en la tapa del libro, donde se ven tres recipientes antiguos (de esos donde se preparaban los medicamentos en las farmacias hace tiempo) con los nombres de sus respectivos ingredientes: LaOdisea, El Principito y Don Quijote. ¿Esos títulos, tan diferentes entre sí, son indispensables en un botiquín literario? "Si pensamos en primeros auxilios no puede faltar lo básico, sin embargo, ¡qué relativo es todo! Hoy no debería faltar barbijo y alcohol en gel, pero hace apenas unos meses atrás no formaban parte del botiquín -dice la especialista-. Con la literatura sucede lo mismo: la lista es dinámica. Cambia con las épocas, el contexto, las edades. Pero para abrir un abanico mínimo de solo tres títulos incluyo la Biblia, La Odisea y El Principito".

"Con solo caminar lentamente quedarás siempre al sol": de El Principito, indicado para la búsqueda de la voz interior
Fuente: Archivo

Cuando se le pregunta en qué casos prescribe cada uno de esos textos, Paris responde: "Siguiendo a Borges, digo que leo la Biblia como 'literatura fantástica'; indico 'gotas bíblicas' cuando es preciso promover el acto de fe más fantástico: hallar el sentido de la vida". Ante la angustia provocada por episodios como los duelos, las largas esperas y los "vacíos profundos", la terapeuta literaria recomienda leer La Odisea porque las "vitaminas homéricas" refuerzan las defensas para el "viaje del autoconocimiento y acompañan el regreso a casa". El Principito, "la voz que siempre nos consuela", como lo define, es un "tónico de base", una jalea real, "un rescue remedy (remedio para el rescate emocional) sin contraindicaciones y recomendable desde los 4 a los 99 años".

Como si fuera una librera de confianza o una bibliotecaria psi, Paris recomienda libros (enteros o determinados fragmentos) específicos para cada lector. A modo de ejemplo elige uno de sus casos: "El paciente llega con la angustia de tener que enfrentar un tratamiento crónico por crisis de asma. La metáfora para abrir sus pulmones no es un corticoide, sino 'un compuesto' con 50 mg de Cortázar ("Casa tomada") y 50 ml de Borges: "El cautivo" y "Los dos reyes y los dos laberintos"."

Aunque ocasionalmente puede recetar biografías o ensayos, por lo general recomienda poemas y ficciones. "El botiquín de LiteratCura contiene dos grandes frascos: narrativa y poesía. No faltan Federico García Lorca, Mary Oliver,Baudelaire, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, la letra de algún tango, un puñado de aforismos de Alina Diaconú. Indicar el 'tratamiento' con lecturas es una parte del enfoque integrativo de mi propuesta terapéutica. También considero los gustos e intereses y el nivel de 'biblioteca internalizada' de cada uno. El efecto sanador es holístico: me interesa tanto la emoción a trabajar, como el contenido y la temática del título recetado. Llegamos a un cuento, mito o novela luego de varias sesiones", explica. Y luego enumera: "Tal vez leemos un párrafo de El amor que nos cura, de Boris Cyrulnik; otro del ensayo Por tu propio bien, de Alice Miller; el estudio "Los que fracasan al triunfar", de Freud; o La sociedad del cansancio, del filósofo coreano Byung Chul-Han. Pero el shock vitamínico tiene gusto a magdalena de Proust, a té de Alicia en el país de las maravillas o al vuelo de Aves exóticas, de Reina Roffé, que son fármacos de oro".

El libro incluye un listado con alrededor de treinta títulos: además de algunos que ya fueron citados, figuran otros como Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez; El discurso vacío, de Mario Levrero; Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi;Los cretinos, de Roald Dahl;Distancia de rescate, de Samanta Schweblin."Son solo algunos ejemplos que seleccioné de más de mil quinientos casos y pacientes. Fue difícil elegir. Quedaron afuera autores que invito a degustar frecuentemente: Silvina Ocampo, Amós Os, Clarice Lispector, Paul Auster. Sé que Ítalo Calvino, Kafka, Cervantes o Cortázar no me defraudan. El listado de obras tiene en común -en sus diferentes géneros, estilos, épocas- que son de alto voltaje humano para enfocar las patologías crónicas que nos atraviesan: el abandono, el desamor, los exilios, la mentira, los duelos y el miedo, la infancia. La literatura es ese gran remedio que da testimonio de la propia existencia reflejada en las vidas de los personajes que la constituyen. Y tienen de diferente entre sí lo que tenemos todas las personas: que somos irrepetibles, (no hay otra obra como Don Quijote), como irrepetible es el efecto lector de un mismo libro en cada individuo".

Recetas para tiempos de pandemia

La idea de la literatura como refugio se ha potenciado en estos meses de aislamiento por la pandemia y de incertidumbre por un presente critico que no permite vislumbrar un futuro seguro. En ese sentido, Paris remarca: "No todas las personas viven con la misma intensidad de agobio el aislamiento o las restricciones. He visto a varios pacientes en estos meses que manifiestan cierto alivio a las sobrecargas y tensiones de la vida prepandemia. A cada quien la cuarentena le ha tocado sus propios fantasmas". Pero, aclara, "si leyéramos Lupe, de Silvia Miguens, para indagar en los dolores de la sociedad y la política; o Pinocho, de Collodi, para creer en la transformación de la materia en fantasía; o "El ahogado más hermoso del mundo", de García Márquez, cuando nos lastima la ausencia clara de lazos con el origen familiar, quizá el miedo descontrolado por el Covid-19 deje de acecharnos".

Cuando se le pide un combo de textos para recomendar como un bálsamo social en este contexto de crisis sanitaria global, Paris no duda: "Si tuviese que recetar de manera general para una herida social-vincular porque un virus ensañado asusta y paraliza, buscaría una fórmula que sume: una narración-jarabe extra-planetaria: Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; más algunos cuentos de terror de Edgar Allan Poe a modo de píldoras ansiolíticas y como refuerzo para el sistema inmune: Ante la ley, de Kafka, por lo menos dos veces al día, hasta comprender cuál es mi margen para animarme a dar un salto kafkiano hacia la próxima 'normalidad'."