Bodas, las fiestas superpropagadoras de coronavirus

Sillas acomodadas para una boda en Englewood, Nueva Jersey, el 5 de julio de 2020. (September Dawn Bottoms/The New York Times)
Sillas acomodadas para una boda en Englewood, Nueva Jersey, el 5 de julio de 2020. (September Dawn Bottoms/The New York Times)

Jo Ellen Chism, de 57 años, una mujer jubilada que vive en The Woodlands, Texas, a una hora de distancia de Houston, estaba nerviosa por asistir a la boda de su hijastro el 20 de junio.

“Iban a posponerla, pero entonces la iglesia católica decidió que abriría sus puertas y recibiría hasta 75 personas”, narró. “Setenta y cinco personas me pareció una reunión bastante grande durante esta época de COVID”.

Asistió para apoyar a su familia. Estuvo dentro de la iglesia durante la misa de una hora que incluyó un cortejo y la comunión. En la recepción, en Haak Winery, se sentó dentro de un salón cerrado en una mesa redonda con otros invitados, algunos de los cuales provenían de otra ciudad. Aunque todos empezaron el día con cubrebocas, se los quitaron para las fotos y nunca se los volvieron a poner.

Sus síntomas comenzaron cuatro días después. Con flujo nasal, dolor de garganta y un fuerte dolor de cabeza, podría haberse tratado de una infección sinusal. Dos días después dio positivo en la prueba de COVID-19 junto con otros doce invitados, incluyendo a su nieto de 10 años y el abuelo del novio de 76. Este último todavía se está recuperando después de una visita a la sala de emergencias con una neumonía doble. Señaló que otros trece invitados presentaron síntomas, pero no se hicieron la prueba.

El hijo mayor de Chism hizo un registro de todos los invitados enfermos con ayuda del plano de los asientos, en el que marcó quiénes dieron positivo o negativo y quiénes no se hicieron la prueba. Aun así, como sucede en la mayoría de los eventos de superpropagación, sin un sofisticado rastreo de contactos, es imposible identificar al paciente cero.

“Me siento culpable porque probablemente no debí haber ido a esa boda”, dijo. “Estoy muy agradecida de no haberme enfermado de gravedad”. (Se perdió el nacimiento de dos nietos debido al aislamiento obligatorio).

El personal no puede controlar el comportamiento de los invitados

Después de una breve pausa, la temporada de bodas está de regreso en pleno apogeo en todo el país. Las parejas están trabajando dentro de los límites de las leyes estatales para llevar a cabo sus ceremonias nupciales durante la pandemia, pero a pesar de las precauciones, el coronavirus se ha colado en muchos de estos eventos, tanto grandes como pequeños, contagiando a los invitados y al personal.

La situación es tan grave, que algunos organizadores de bodas se autoaíslan después de los eventos e incluso subcontratan sus servicios en la recepción, la parte de las bodas en la que la gente interactúa más de cerca. Algunas parejas les piden a sus invitados que firmen formularios de exención de responsabilidad a su llegada. Otras dicen que no pueden conciliar el sueño en las dos semanas posteriores a la boda porque se preguntan qué daño involuntario podrían haberle causado a sus seres queridos.

En junio, una organizadora de bodas en Arkansas, que solicitó permanecer en el anonimato para proteger su negocio, pronosticó que las bodas se convertirían en los próximos eventos superpropagadores.

“Ir a una boda es muy distinto a entrar a una tienda o sentarse en un restaurante durante 45 minutos”, señaló. “Estas recepciones duran de tres a cuatro horas, y todo el mundo está en un espacio cerrado, respirando el mismo aire. Nadie usa cubrebocas y están bailando. Y cuando empiezan a beber, parece que se les olvida la pandemia”.

Hace seis meses sus preocupaciones se limitaban al clima o a los horarios ajustados. Ahora estas tienen una relevancia mayor. “Tengo miedo de que haya un brote en una de mis bodas y que alguien muera”.

Afirmó que el problema es que ella, junto con otros trabajadores, son incapaces de controlar el comportamiento de los invitados en una fiesta privada.

“Todo el personal usa cubrebocas y yo los superviso todo el tiempo, pero no puedo hacer nada con los invitados”, dijo.

A pesar de su nerviosismo, señaló que está obligada jurídicamente a cumplir con los términos del contrato que firma con la pareja.

Sarah Bett, organizadora de bodas en Houston, señaló que, aun si el personal tuviera el poder de controlar a los invitados rebeldes, la novia y el novio podrían trasladar su evento a un recinto menos estricto.

“Algunos salones de eventos obligan a la novia a usar cubrebocas, mientras que otros afirman que quienes se casan están exentos”, dijo. “Es un poco anárquico aquí”.

Ante la falta de estándares universales, Bett está a la merced de sus clientes, muchos de los cuales quieren realizar sus fiestas en lugares cerrados, sin cubrebocas, con amigos de otras ciudades y con pista de baile.

“Tengo una abuela de 90 años a la que frecuento mucho”, dijo. “Aún no he tenido mi primera boda este verano, pero cuando la tenga, me pondré en autoaislamiento después”.

Las normas y regulaciones varían según el estado

Las leyes estatales varían en lo que respecta a las bodas. Algunos salones para bodas se rigen por las mismas reglas que los restaurantes, lo que significa que pueden recibir un porcentaje determinado de su capacidad total. Por ejemplo, en Arkansas, puedes llenar los lugares al 66 por ciento de su capacidad. Así que un evento en un salón para 1000 personas puede albergar legalmente a 666 invitados. En otros estados, los eventos se limitan al tamaño del grupo. En algunas partes de Nueva York, por ejemplo, las reuniones se limitan a 50 personas, independientemente del espacio.

Bett dijo que muchos de sus clientes se sienten más seguros con eventos más pequeños.

“Tengo clientes que hacen ceremonias privadas e íntimas, porque nadie hace un gran escándalo por ellas”, dijo. “Nadie quiere ser el nuevo epicentro del brote”.

No obstante, ni siquiera las bodas con la lista de invitados más reducida son inmunes al coronavirus.

Sunshine Borrer, de 26 años, técnica veterinaria en Houston, asistió a la boda de su cuñada en Crockett, Texas, que tiene una población de 6000 habitantes.

“Era un pueblo muy pequeño”, aseguró. “El COVID no era algo que me preocupara mucho”.

La boda de 30 invitados se celebró al aire libre, pero la fiesta posterior fue en la pequeña zona de bar de un restaurante techado.

Tardó casi una semana en desarrollar síntomas. Dio positivo por el COVID-19, junto con los novios, otra pareja y la hija de la novia. Por fortuna, todos los casos fueron leves.

A algunas personas les preocupan los riesgos

Algunas parejas son muy conscientes del hecho de que su boda podría convertirse en un evento superpropagador.

Kate, de 31 años, trabajadora social del estado de Nueva York, se casó con su esposo, un ingeniero de 30 años, en un hotel boutique en el centro de Nueva York durante el fin de semana del 4 de julio. No quiso dar su nombre completo, porque “se juzga mucho a las personas que continuaron con sus planes de boda, incluso con precauciones”.

En el evento hubo menos de 50 asistentes, incluyendo al personal. Se usaron cubrebocas todo el tiempo, incluso en el exterior y en las fotografías. No hubo baile, ni siquiera el primer baile de los novios.

“No quisimos dejar nada a la suerte”, dijo.

Algunas parejas recurren a los documentos de exención de responsabilidad para deslindarse en caso de un brote.

La organizadora de bodas en Arkansas dijo que aprovecha los temores de sus clientes en cuanto a la responsabilidad para hacer que tomen medidas de protección.

“Les digo: ‘Miren, no sabemos dónde va a recaer la responsabilidad y ustedes son los anfitriones de este evento’”, señaló. “Al final querrán decir que hicieron todo lo posible para mantener a sus invitados a salvo”.

Bett afirmó, “les digo a mis clientes que, si realmente sienten que tienen que obligarlos a firmar este formulario, ¿por qué harán la boda en primer lugar?”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company

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