Tener muchos hijos es símbolo de estatus en uno de los barrios más exclusivos de Nueva York

Quien tiene hijos sabe que, al margen de todas las cuestiones afectivas, paterno-filiales, intelectuales, religiosas, legales, biológicas y demás, tener y mantener a la descendencia cuesta dinero y esfuerzo. La cantidad de ambos depende, desde luego, de las peculiaridades de cada persona y, en realidad, crecer en la riqueza, la medianía o la pobreza no hace a una persona mejor o peor por definición, aunque es cierto la comprensión del valor de las cosas es un importante elemento en la formación del carácter y la responsabilidad.

Sin embargo, para algunos, tener y mantener muchos hijos es como tener muchas casas, muchos autos, muchos cuadros de pintores famosos, muchos collares y anillos de diamantes: un símbolo de estatus, de poder y de sentido de dinastía.

Wednesday Martin, autora del libro 'Primates of Park Avenue'. (Instagram)
Wednesday Martin, autora del libro 'Primates of Park Avenue'. (Instagram)

Esto es lo que sucede en ciertos círculos acaudalados de Nueva York: las familias ricas que viven en el Upper East Side. Y mientras más, mejor, según reveló el polémico y punzante libro "Primates of Park Avenue", escrito por Wednesday Martin, una antropóloga que realizó un agudo retrato de la sociedad de ese singular barrio de Manhattan. Y pudo hacerlo no tanto por sus estudios académicos, lo que sin duda le ayudó, sino sobre todo porque ella misma es una madre de importantes recursos económicos que cría a sus hijos en el Upper East Side.

De acuerdo al periódico New York Post, Martin define al Upper East Side como un mundo totalmente aparte de Nueva York donde se "deifica" a los niños mientras los matrimonios viven en un estado de segregación entre hombres y mujeres, competitividad a grado máximo, compras compulsivas, alto consumo de alcohol y drogas y dinero, mucho dinero.

Así, el libro de Martin muestra que en el Upper East Side el promedio de hijos por pareja es superior al promedio nacional de 2.5. Allí, cuenta, tener más pequeños es parte de la compulsión del consumo, pues no basta con tenerlos ciertamente, también hay que proveerles, y mostrar a los demás que se les está proveyendo, de todo lo mejor, lo más caro, lo más exclusivo.

Desde las guarderías más codiciadas que cobran hasta 35,000 dólares al año por cuidar a un infante hasta su entrada a prestigiosas y selectas escuelas privadas. Esta compulsión es tan considerable, indicó el Post al reseñar el libro de Martin, que las madres programan sus fecundaciones in vitro para tener a sus hijos en el mes apropiado y que puedan ingresar a la escuela a la mayor edad posible y así volverlos los ‘grandes’ dentro de su clase, con todas las implicaciones que se puedan imaginar.

Además de los torrenciales gastos, otro asunto trascendental es con quién juegan, o deben jugar, los hijos de las familias del Upper East Side. Nada del amiguito del parque o el vecino del apartamento de abajo (no el del Penthouse, desde luego).  En cambio, muchas madres recurren a tutores o analistas de los juegos infantiles, en los que se explican cómo deben ser las reuniones de niños para jugar a fin de que saquen de ello el máximo provecho. Todo presentado con un debido reporte y una fuerte factura. Y desde luego, la elección de con qué niños se debe convivir no es necesariamente una decisión basada en lo divertido que será para el menor, sino por las relaciones que esa cita, y el encuentro con otras madres, puede proveer a los intereses familiares. El apellido del compañero de juegos es, también, un símbolo de estatus.

Y, desde luego, Martin aborda el asunto del gasto y el consumo, ambos muy considerables, que las madres/esposas del Upper East Side hacen en ropa, joyas, peinados, asesores de moda y look y demás. Es de suponer que no sólo ellas deben lucir fantásticas y absolutamente ‘in’. También sus muchos hijos deben estar impecables para poder salir a flote en las turbulentas aguas, no del Hudson o el East River, sino de las acaudaladas avenidas Park, Madison y anexas.