Paul Ryan le ha negado a otros el beneficio que él mismo pide para ser líder de la Cámara

El puesto de presidente de la Cámara de Representantes (Speaker of the House, en inglés) parece besado por el diablo. Desde que John Boehner, el líder en funciones, anunció su retiro, los principales representantes republicanos (a los que en principio corresponde esa posición por ser la mayoría) que han sido mencionados como candidatos a ese puesto han declinado o se hacen del rogar. Parece que, ante la cruda presión del ala más radical y ultraconservadora del Partido Republicano, asumir la posición del Speaker es una forma de ofrecerse en sacrificio.

Paul Ryan, un influente congresista republicano y que fue candidato a vicepresidente en 2012 en la fórmula encabezada por Mitt Romney, ha sido cortejado por el aparato de su partido para que asuma el liderazgo de la Cámara de Representantes. El al principio se negó pero desde hace algún tiempo se ha mostrado receptivo a la idea, sin comprometerse todavía.

Paul Ryan, representante republicano por Wisconsin y posible líder de la Cámara Baja. (AP)
Paul Ryan, representante republicano por Wisconsin y posible líder de la Cámara Baja. (AP)

Y, ahora, una de sus principales condiciones para dar el sí le ha granjeado simpatías por un lado y acres críticas por el otro.

Como lo mencionó el portal Politico, una de las mayores condiciones que Ryan ha formulado es que su agenda como líder de la Cámara le permita pasar suficiente tiempo con su familia. Al respecto Ryan habría dicho a la prensa que “no renunciará al tiempo con su familia” por lo que “no estaría de viaje tan frecuentemente como los voceros anteriores”.

Muchos dirían que su posición es loable y que poder pasar tiempo sustancial con la familia es una prerrogativa que toda madre y padre debería tener en su trabajo. El problema, y eso se le ha reprochado duramente a Ryan en días recientes, es que él ha votado en contra de una iniciativa de ley que permitiría a los empleados federales contar con tiempo pagado para pasar con sus familias. En cambio, apoyó otra iniciativa que permitiría a empleados de empresas privadas recibir tiempo pagado para pasar con su familia transferido del pago por horas extras, una idea que fue rechazada por activistas laborales que consideraban que solo daba la ilusión de tiempo pagado para estar con la familia al forzar a los trabajadores a laborar horas extras para poder hacerlo.

Así, mientras unos ven en a la actitud de Ryan una pertinente defensa al derecho de los padres y madres de que el empleo no les arrebate la posibilidad de tener tiempo de calidad con su familia, otros lo ven como una hipocresía, al pedir para él lo que él no está dispuesto a otorgar, vía legislación, a los trabajadores.

Para colmo, como publicó el periódico International Business Times, Ryan ha recibido donaciones de campaña de parte de empresas y organizaciones opuestas a conceder a sus empleados tiempo pagado para que lo pasen con sus familias. Por ejemplo, la Asociación Nacional de Restaurantes le dio 10,000 dólares a Ryan en 2014, y si se suma las contribuciones de otras entidades que rechazan esa prestación laboral la suma se elevaría a más de 70,000 dólares.

Ciertamente, la posición de congresista, las presiones y la influencia, ya no se diga en la calidad de los voceros, tienen sus bemoles, y no pueden compararse con las aspiraciones y posibilidades de un trabajador común, por ejemplo el de un restaurante.

En todo caso, si se tiene derecho a algo conviene ejercerlo, pero se desearía un espíritu más parejo de parte de quienes aspiran a guiar una de las instancias clave del gobierno de la nación.