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Republicanos de Wisconsin quieren la secesión del estado

Es como una fiebre que afecta cada cierto tiempo a un grupo de población, en los casos recientes a republicanos conservadores, generalmente radicales de derecha. Es el deseo de separarse de Estados Unidos. No es que los que padecen tal condición, llamémosle síndrome de secesión, se sientan menos americanos que los demás. Por el contrario, muchos de ellos dirán que su decisión de buscar que su estado se vuelva independiente –y en algunos casos que la parte de un estado donde viven alcance su propio estatus estatal- es la más americana de las aspiraciones y está basada en el espíritu fundacional de la Constitución de Estados Unidos.

En el caso de Wisconsin, según el periódico ‘Milwaukee Journal Sentinel’, el fenómeno ha llegado a un grado relativamente avanzado, aunque muy curable. Un comité del Partido Republicano de Wisconsin aprobó por votación que en la Convención Estatal Republicana de mayo próximo se ponga a consulta la posibilidad de que ese estado declare su separación de la Unión Americana (como ha sucedido recientemente con quienes pretenden crear el estado de Colorado del Norte).

La idea no fue aprobada de modo unánime, pues al parecer los republicanos moderados, generalmente los que son parte del establishment, parecen inmunes a la secesionitis y ponderan con cuidado sus despropósitos. Pero con el voto de los ultraconservadores, muchos de ellos cercanos al Tea Party, la medida fue aprobada. No es claro si tendrá viabilidad en la Convención, que se realizará del 2 al 4 de mayo, e incluso aunque allí fuera avalada no hay ninguna certidumbre de que alguna vez la separación de Wisconsin de Estados Unidos alcance una formulación formal. Desde luego, el gobernador de Wisconsin, el republicano Scott Walker se ha distanciado de esa idea.

Pero el ímpetu mostrado por quienes impulsan esa medida es un síntoma de los tiempos. A finales de 2012, luego de la reelección de Barack Obama, peticiones provenientes de 20 estados fueron colocadas en el sitio web de la Casa Blanca pidiendo la separación de esos estados de la Unión. Pero por lo general se trata de posiciones particulares, avaladas por grupos de cierto tamaño pero aún marginales en la escala política general. Por ello, sus aspiraciones secesionistas no tienen la fuerza para cristalizarse.

Por otro lado, la lógica detrás del deseo de separarse es políticamente muy aguda y sectaria: es por lo general la expresión de un rechazo al triunfo electoral de Obama y de la aplicación de ciertas políticas de su gobierno que son rechazadas por los ultraconservadores. Por otro lado, que algunos grupos, como en toda democracia, se opongan a las decisiones de los políticos que ganaron la mayoría de los votos es comprensible, pero tal dicotomía no es en sí misma justificación para disolver el pacto federal.

Así, salvo ese malestar particular, no parece haber suficientes razones ni perspectivas para que estados como Wisconsin se vuelvan independientes. Y no hay para nada claridad de que tal circunstancia, de lograrse, beneficiaría al estado en términos económicos y sociales concretos, y es posible que, más bien, le genere padecimientos complicados. Wisconsin, si bien tiene su peso, no es un motor económico de la magnitud de California, Nueva York o Texas y aunque independiente seguiría dependiendo en gran medida de Estados Unidos, con el agravante de no contar con beneficios de ser parte de la Unión.

Todo es especulación, pero lo que parece evidente es que no hay muchas posibilidades de que Wisconsin o ningún otro estado incurran en secesión en los tiempos actuales.

Y es posible que, como las alergias estacionales, la secesionitis ceda o se agudice en función de las circunstancias políticas de 2014 y, sobre todo, de 2016. Pero parece altamente probable que sus efectos, en todo caso, no irán más allá de un leve catarro restringido a grupos muy específicos.