Por qué cualquier persona puede negarse a brindarles servicio a las parejas gay

En ciertos lugares, leyes de restauración religiosa permiten, por ejemplo, a un pastelero no venderle a una pareja gay. (AP)
En ciertos lugares, leyes de restauración religiosa permiten, por ejemplo, a un pastelero no venderle a una pareja gay. (AP)

Dirá la Corte Suprema lo que quiera, pero hay pasteleros o fotógrafos u otros individuos o comercios que, amparados en leyes controversiales pero vigentes, están decididos a negarse a proveer productos o servicios a bodas gay y, en varios casos, quizá no habrá manera legal hasta el momento para evitarlo.

La legalización a escala nacional de los matrimonios entre personas del mismo sexo que el fallo de la Corte Suprema hizo posible culmina en términos jurídicos un proceso histórico en pro de la justicia, la igualdad, los derechos humanos y contra la discriminación. Y aunque el apoyo social al matrimonio gay es considerable –en los últimos tres años se volvió mayoritario en el país y actualmente el 60% de los estadounidenses lo avala, según Gallup- los opositores son también numerosos y no se quedarán con los brazos cruzados en un asunto que, además de lo legal, toca fibras ideológicas, religiosas y no pocos prejuicios.

La decisión de la Corte Suprema no es el fin de la pugna y algunos ya afinan sus armas legales o personales. Una de las más significativas se apoya en la Primera Enmienda de la Constitución, que garantiza la libertad religiosa y de expresión. Así, varios estados cuentan, o podrían contar, con leyes pensadas para evitar que una persona o institución religiosa realice o preste servicios en circunstancias que serán contrarias a su fe: por ejemplo, comerciantes pueden alegar que servir un banquete en una boda gay o ofrecer servicios a este tipo de eventos es contrario a los preceptos de su fe y que negarse a hacerlo es su derecho y no constituye un caso de discriminación.

Todo con base en la premisa de ciertas expresiones e instituciones religiosas de que las relaciones homosexuales son moralmente reprobables y contrarias a los designios de su divinidad. Una noción que es desde luego falaz y reprochable pero que, en el ámbito de la fe, es compartida por muchos.

De ese modo, aunque todos los estados están al final obligados a realizar matrimonios homosexuales, como lo explica el portal Vox, el fallo de la Suprema Corte no invalida ni termina la controversia y la tensión entre las creencias religiosas de algunos y los derechos generales de la comunidad LGBTQ.

Manifestantes rechazan en Indiana una ley estatal que permite a individuos negar servicios a gay por razones religiosas. (AP)
Manifestantes rechazan en Indiana una ley estatal que permite a individuos negar servicios a gay por razones religiosas. (AP)

Las llamadas leyes de restauración religiosa, como la que a principios de año causó gran polémica en Indiana y fue comentada en este espacio, están pensadas para proteger esa actitud basada en criterios religiosos y en una interpretación a modo de la Primera Enmienda pero, como señaló Vox, el fallo de la Corte Suprema no da directamente herramientas legales para encarar esas normas consideradas discriminatorias. Quizá haga falta un nuevo fallo específico en el futuro sobre esta cuestión, pero esa posibilidad es hasta la fecha meramente especulativa.

Y esta situación puede agudizarse si, como comienza a configurarse en Texas, la cosa va más allá que la negativa a preparar un pastel de bodas para una boda gay, y trasciende el ámbito de los individuos y lo privado para abarcar el campo de la acción de los gobiernos locales.

Eso podría comenzar a suceder luego de que, como informó el periódico Houston Chronicle, el gobernador de Texas Greg Abbott instruyó a los directores de los departamentos de su gobierno que den prioridad a las consideraciones religiosas a la hora de abordar asuntos relacionados con el matrimonio homosexual. Esto implica, por ejemplo, que si por cuestiones de creencias religiosas una secretaria se niega a atender a una pareja gay que quiere hacer los trámites para casarse, o si un juez decide no casarlos por esa misma razón, el estado no debería forzarlos. Y, también, que el estado podría discrecionalmente aceptar que funcionarios no concedan a parejas gay beneficios sociales u otorguen determinadas garantías (como la adopción, por ejemplo) si eso es contrario a sus creencias religiosas.

El fallo de la Corte Suprema que legalizó en todo EEUU el matrimonio gay fue celebrado como un avance general. (Reuters)
El fallo de la Corte Suprema que legalizó en todo EEUU el matrimonio gay fue celebrado como un avance general. (Reuters)

Y aunque el gobierno de Texas ha dicho que su intención no es discriminar a los gay sino evitar que las libertades religiosas sean vulneradas, en la práctica la actitud de Abbott equivale a alzar las lanzas en una nueva batalla ideológica. Y otros estados con gobiernos y congresos de mayoría conservadora podrían seguir sus pasos.

Aunque la bandera arcoíris ha ondeado hoy jubilosa, y el país ha dado un gran paso en materia de derechos, el camino aún no se ha terminado, y varios de sus tramos son ásperos, laberínticos y enconados.