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La campaña para reducir el desperdicio de alimentos en EEUU

Cada año, millones y millones de toneladas de comida se desperdician en Estados Unidos y van a parar a los basureros, a los drenajes, a la destrucción y la contaminación en vez de servir para su fin original y noble: dar de comer a la población y evitar, sobre todo, que se padezca hambre y desnutrición.

La cantidad de comida que se desperdicia es inmensa. De acuerdo a la radio pública NPR, las autoridades federales estiman que en el país se tiran 133,000 millones de libras de comida cada año, mucho de ello desperdiciado en los hogares y restaurantes pero también en supermercados y tiendas por haber expirado (en relación a su fecha de caducidad) o por simple mal manejo entre el productor, el distribuidor y el consumidor.

Ingentes cantidades de comida se desperdician cada año en Estados UNidos. (AP)
Ingentes cantidades de comida se desperdician cada año en Estados UNidos. (AP)

De acuerdo al Consejo Nacional de Recursos Naturales toda esa comida perdida tiene un valor económico equivalente a 162,000 millones cada año y entre el 30% y 40% de todo el abasto alimenticio del país acaba, de un modo u otro, no en los estómagos de los estadounidenses sino en la basura y en sepultada en cantidades ingentes en los vertederos de desechos.

De acuerdo al mencionado Consejo, el 22% de las frutas y vegetales frescos, el 19% de los productos lácteos, el 18% de la carne, pescado y aves y el 14% de los granos que se producen en Estados Unidos se pierden en tiendas, restaurantes y hogares y nunca llegan a ser consumidos.

Si a eso se le pone como contraste el hecho de que, de acuerdo a la organización Feeding America uno de cada siete estadounidenses (entre ellos 15 millones de niños) enfrentan el espectro del hambre, la magnitud del desperdicio de comida en el país luce aún más aberrante. Es algo que urge revertir.

Para ello, el gobierno federal, en colaboración con la industria agrícola, la de los supermercados y organizaciones caritativas, lanzó hace unos días la primera gran campaña nacional de reducción del desperdicio de alimentos, que integra a una serie de iniciativas ya existentes, como la denominada “US Food Waste Challenge” (El reto del desperdicio de comida en EEUU) o el “Food Recovery Challenge” (Reto de recuperación de comida”), que ya han dado algunos resultados. El primero de esos programas, por ejemplo, cuenta ya con cerca de 4,000 participantes institucionales y el segundo logro evitar en 2014 el desperdicio de 606,000 toneladas de comida y canalizó 88,500 toneladas de alimento a personas necesitadas.

En vez de desperdiciarla, organizaciones de apoyo pueden canalizar comida excedente a los necesitados. (Getty Images)
En vez de desperdiciarla, organizaciones de apoyo pueden canalizar comida excedente a los necesitados. (Getty Images)

Pero esos logros son pequeños, y se necesita hacer mucho más. La nueva campaña tiene el objetivo de reducir en un 50% el desperdicio de comida en 2030 y se afirma que con reducirlo solo en 15% se podría proveer de alimentos a 25 millones de personas al año.

Parte de la campaña tiene que ver con las empresas (productores y distribuidores de alimentos, supermercados, restaurantes) para lograr una reducción en la cantidad de comida desperdiciada e incrementar la cantidad que es donada y/o reciclada, y otro segmento se enfoca al público y a instituciones sociales, para mejorar la dieta en sí y prevenir y reducir el desperdicio. El portal ChooseMyPlate.gov ofrece información y consejos al respecto.

Algunas recomendaciones sencillas, por ejemplo, son planear mejor la compra de comida para no gastar de más, reaprovechar y congelar sobrantes de alimentos, donar los excedentes a organizaciones de ayuda y reciclar para reducir la cantidad de desechos.

El objetivo de disminuir el desperdicio de comida en 50% en 2030 es una meta voluntaria (a nadie se le va a coercionar por desperdiciar o por no desperdiciar menos). Pero lo que se requiere, como concluye NPR, es un cambio mayor de actitud similar al que sucedió cuando la sociedad redujo drásticamente, por ejemplo, la basura que arrojaba sin más a la calle o el acto de fumar en espacios públicos. Hasta hace no mucho tiempo, una persona podía arrojar un papel a la acera o echar humo en un espacio público cerrado sin que fuera necesariamente mal visto o sancionado por ello. Eran prácticas aceptadas más allá de su carácter nocivo.

Lo mismo se requiere en el caso del desperdicio de comida (o de agua): que se dé un salto cultural y se arraigue la convicción de que tirar a la basura alimentos perfectamente aptos es inaceptable. El hambre, entonces, podría entonces comenzar a disiparse como el humo ante un viento de cambio social.