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La cruda razón por la que los refrigeradores tienen puertas de cierre magnético

Un antiguo refrigerador, de los que tenía una manija para abrirlos y cerrarlos desde fuera. (Flickr/Ron)
Un antiguo refrigerador, de los que tenía una manija para abrirlos y cerrarlos desde fuera. (Flickr/Ron)

Todos los días, en la cocina, abrimos el refrigerador para extraer de él las necesidades y delicias de la alimentación cotidiana, bien preservadas gracias a las bajas temperaturas que este electrodoméstico hace posible. Y cada uno tiene sus preferencias y selecciones según sus gustos, recursos, permisos y restricciones, cantidades, calidades y caducidades. Es sin duda un icono de la vida contemporánea.

Pero casi todos tienen en común, además de la fría bondad que el refrigerador –la nevera, el frigorífico– ofrece a nuestro diario confort, una singular forma de acceder a sus contenidos: una puerta que se cierra gracias a un mecanismo magnético.

La razón de ello tiene su origen en una circunstancia estremecedora, y no únicamente por el frío, según explica el portal BuzzFeed. Originalmente, los refrigeradores contaban con una puerta que se cerraba desde fuera con una manija que accionaba un pestillo. Así, quedaba sellado y se prevenía que el calor exterior penetrara dentro. El problema es que ese mecanismo se operaba únicamente desde afuera y si alguien, sobre todo los niños pequeños, por alguna razón se metía dentro del frigorífico y se cerraba la puerta tras de él era muy probable que no pudiese conseguir abrirla de nuevo.

La imagen es inquietante: un niño encerrado en la nevera, sufriendo el impacto de las bajas temperaturas, el encierro y la falta de oxígeno, desesperado por no poder salir y, quizás, sin ser escuchado desde afuera. Esto sucedió muy frecuentemente, incluso con casos de muerte de niños por sofocación. Por ello, en 1956 se emitió la Ley de Seguridad de los Refrigeradores que motivó el uso de mecanismos de cerrado magnético de las puertas de las neveras. Con esa norma quedó prohibido vender o distribuir frigoríficos cuya puerta no pueda ser abierta desde adentro.

Ciertamente, muchos refrigeradores que no podían abrirse desde dentro siguieron operando en casas o negocios después de 1956 y aún se pueden encontrar unos pocos. Pero la obligación de que estos aparatos deben poder ser abiertos desde el interior redujo sustancialmente el número de muertes de pequeños, lo que se logró en gran medida gracias a los mecanismos de cierre magnéticos.

Y otros casos peculiares de seguridad también han sido establecidos o promovidos. Por ejemplo, aunque no hay una ley específica, las autoridades de la Comisión de Seguridad en Productos de Consumo (CPSC) recomiendan que las cunas de bebés no tengan barras o pilares separadas por más de 2 3/8 de pulgada, para prevenir casos en que infantes meten la cabeza entre esas barras y luego no pueden retirarla de allí, con consecuencias potencialmente fatales.

Y recomendaciones similares se han hecho para las cuerdas que permiten subir y bajar persianas en las ventanas.  Aunque tampoco es un mandato legal, la CPSC recomienda fuertemente que se usen persianas sin cordones en las casas donde hay niños pequeños, pues la estadística indica que un niño cada mes muere en el país estrangulado accidentalmente por estas cuerdas.

La seguridad en estos y muchos otros casos debe ser primero.