El botín que varias compañías mineras buscarían en la Luna

Fue un pequeño paso para un hombre y un salto gigantesco para la humanidad. Al menos eso dijo Neil Armstrong al poner un pie en la Luna en 1969, en la primera misión tripulada de la NASA en la superficie del satélite natural de la Tierra.

Ahora, grande o pequeño, algunos piensan en que ese viaje podría en el futuro ser más bien rutinario y lucrativo. Y no se trata exclusivamente de una iniciativa de la NASA sino de empresas interesadas en extraer y comercializar los recursos mineros de la Luna.

La Luna esconde tesoros que podrían ser explotados económicamente. (Getty Images)
La Luna esconde tesoros que podrían ser explotados económicamente. (Getty Images)

Pero, ¿vale la pena invertir miles y miles de millones para hacerse de elementos tan arcanos como el neodimio o el lantano o, algo más común, de depósitos de hielo existentes en la luna? Eso se pregunta la revista ‘Physics World’ y la respuesta parece no solo favorable, sino prometedora. En la Luna habría yacimientos de minerales raros -y por tanto, carísimos- disponibles para nuevos usos en materiales de nueva generación y componentes de alta tecnología, y miles y miles de toneladas de agua que pueden ser usadas para crear combustible para misiones espaciales futuras.

Suena a una mezcla de De Beers y Exxon en el espacio.

Sobre ello reflexiona un artículo de Richard Corfield en la citada revista, que analiza cómo empresas privadas y otras agencias imaginan la potencial explotación de los recursos de la luna. El portal ‘Raw Story’ cita esos datos y menciona algunos ejemplos. Uno es la compañía Shackleton Energy Company, que estaría planeando enviar astronautas y robots para ordeñar el agua de la Luna y convertirla en combustible para cohetes, en una especie de red de gasolineras en órbita. Otra empresa, Moon Express, también quiere hincar el diente, no en el imaginario queso lunar, sino en su hielo, para transformarlo también en combustible. Esa compañía ya ha hecho algunas pruebas iniciales de un vehículo para aterrizar en la luna en Kennedy Space Center, en Florida.

Por otro lado, la NASA ha comenzado a colaborar con varias compañías, como Moon Express, para propiciar el desarrollo de vehículos robóticos para aterrizar en la Luna como parte de la infraestructura espacial comercial privada. No es algo que la NASA esté apoyando con dinero directamente, pero sí con colaboración y, es de suponer, experiencia e infraestructura. Se trata del proyecto Lunar CATALYST, que está en sus etapas embrionarias pero que podría dar pie a aventuras empresariales que, curiosamente, antes eran solo cosa de lunáticos. Además de Moon Express participan en Lunar CATALYST los consorcios Masten Space Systems y Astrobotic Technology.

Con todo, el profesor de Ciencias Planetarias y Astrobiología Ian Crawford realizó un estudio, citado por el portal Space.com, que afirma que si bien existen en la Luna materiales que son de potencial interés económico aún se necesita mucha investigación para determinar su cantidad, la factibilidad de extraerlos y procesarlos y su rentabilidad, sobre todo considerando los inmensos costos y complicaciones técnicas de proyectos de esa naturaleza. La cosa es complicada, pero con el tiempo –que quizá se mida en décadas- su atractivo comenzará a verse más claramente.  

El prototipo de explorador lunar de Moon Express es probado en Florida. (Twitter/Moon Express)
El prototipo de explorador lunar de Moon Express es probado en Florida. (Twitter/Moon Express)

La ley es cosa aparte. A la fecha, no está claro que una empresa o país pueda simplemente mandar gente o máquinas a la Luna y quedarse con una parte del pastel. El Tratado del Espacio Exterior, ratificado por 102 países (entre ellos Estados Unidos, Rusia, China, Japón, India y la Unión Europea, justo las potencias de la exploración espacial), señala que la Luna no está sujeta a reclamos de soberanía o apropiación por parte de gobiernos o estados, pues se trata de un “patrimonio común de la humanidad”. Pero está en duda si eso sería aplicable a corporaciones privadas, y hay que considerar que el tratado data de 1967, en plena carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética y cuando la exploración lunar y del espacio era un ámbito que sólo los gobiernos de las máximas superpotencias podían costear y estaban en capacidad de asumir.

Ahora, la balanza es distinta. La tecnología ha avanzado y la exploración espacial comercial es ya una posibilidad viable, aunque aún en su infancia. Pero hay catalizadores. China, por ejemplo, tiene un control sustantivo de la disponibilidad de varios minerales raros, que abundan en su territorio pero son escasos en cualquier otra parte, y con ello tiene un peso singular en los mercados de producción de equipos electrónicos, que requieren esos materiales y son vitales para la civilización actual.

Hacerse de otras fuentes de esos minerales bien valdría una ida a la Luna. Además, hay consenso en que sin un abastecimiento abundante de combustible en órbita será difícil que las misiones espaciales humanas vayan mucho más lejos que el entorno muy cercano. El agua congelada de la Luna es la fuente de la juventud, o del combustible, a la que aspiran los exploradores espaciales.

Hoy la luna brilla de modo diferente para muchos. Y no por su romántico fulgor sino como la plata, el oro o, mejor aún, como el raro y poderoso tantalio o la simple pero maravillosa molécula del agua. Como el resplandor del futuro.

TE PUEDE INTERESAR: