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El debate demócrata muestra a Clinton y Sanders firmes, auténticos y ‘civilizados’

El primer debate de los precandidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos, transmitido por CNN desde Las Vegas, tuvo un rostro diferente al de sus dos similares entre aspirantes republicanos: si bien hubo cierta discrepancia y crítica entre los participantes, en general el encuentro mantuvo un nivel de civilidad y foco en los asuntos cruciales y no en las peculiaridades personales de los candidatos, circunstancia que lo volvió menos estridente y por ello menos electrizante en términos mediáticos que los debates republicanos.

No fue un debate en el que un candidato buscara apabullar, ridiculizar o estigmatizar al otro y, en cambio, se percibió un espíritu de grupo sin la agresividad registrada en el debate republicano. Ciertamente eso no quiere decir que no existan diferencias –que las hay– sino que todos los participantes parecen haber optado por no ponerlas al desnudo en aras de mantener una cohesión que contraste con el caótico escenario republicano para mostrar a su partido como una entidad con rumbo y sin la esquizofrenia que azota a sus rivales. Varios de los participantes incluso reiteraron que en esa reunión no se practica el sexismo, el racismo, la xenofobia y el bullying, en alusión a algunas de las anécdotas protagonizadas por los contendientes republicanos en sus debates.

Los cinco precandidatos demócratas: Webb, Sanders, Clinton, O'Malley y Chafee. (AP)
Los cinco precandidatos demócratas: Webb, Sanders, Clinton, O'Malley y Chafee. (AP)

En cambio, el encuentro pudo dedicar más tiempo a asuntos sustanciales de interés nacional, si bien tampoco puede decirse que las propuestas específicas de acción fueron presentadas más allá de las formalidades retóricas.

En ese sentido, puede afirmarse que Hillary Clinton salió bien librada y pudo apuntarse un éxito. Aunque no enfrentó una crítica especialmente ácida o agresiva de parte de sus rivales, logró sortear algunas preguntas clave de los periodistas que moderaron el debate –como la crítica sobre el uso de su email personal cuando era secretaria de Estado o las afirmaciones de que ha cambiado de opinión según los vientos políticos– y se mostró bien preparada, serena ante los señalamientos y enfocada en impulsar temas clave de su agenda por encima de las confrontaciones personales.

Ciertamente ella estuvo en el centro del debate y, al ser la puntera, tuvo todos los reflectores en ella en espera de un traspié, pero Clinton –quien a diferencia del resto ha estado antes en debates presidenciales mucho más rudos, como los que protagonizó con el hoy presidente Barack Obama– no resbaló y, por el contrario, exhibió, al menos en el contexto del debate, que no es la ungida por defecto del establishment demócrata o que cabalga solamente sobre su apellido sino que cuenta con sus propias baterías, argumentos y planes en su carrera rumbo a la Casa Blanca.

Por su parte, pese a algunos titubeos, Bernie Sanders también logró mantenerse firme y mostrar su compromiso con las clases populares y su rechazo frontal a las oligarquías y el control que, él afirma, éstas tienen sobre todo el sistema para su propio beneficio y en detrimento de la gente. Y aunque tuvo algunos momentos de tensión, como cuando se le cuestionó sobre su resistencia a un mayor control de armas o sobre su definición de “demócrata socialista”, fue capaz de transmitir un mensaje claro de modo más enfático que el resto de los participantes: el país sufre una grave crisis de desigualdad en el ingreso que está desgarrando a las clases medias y empobreciendo a millones mientras unos pocos se hacen de enormes tajadas, incluso a costa de los contribuyentes.

Haber logrado colocar ese mensaje de injusticia social e incluso de llamado a una revolución que movilice las conciencias de millones en tiempos de un presidente demócrata sin convertirse en un apestado político constituye una prueba de un cambio real en la base de ese partido. La transparencia de Sanders y su fidelidad a sus principios es meritorio, y fortalecerá su posición entre su considerable base de simpatizantes.

Bernie Sanders y Hillary Clinton resultaron ganadores en el primer debate demócrata. (EFE)
Bernie Sanders y Hillary Clinton resultaron ganadores en el primer debate demócrata. (EFE)

Y aunque en cierto modo ambos están en esquinas distintas, que Sanders quiso evidenciar sin mencionar a Clinton por su nombre cuando dijo que él no pide dinero a los millonarios que han “corrompido la democracia” como otros –incluida la candidata- que reciben inmensas sumas en contribuciones de los grandes poderes económicos, no por ello se percibió intención de fracturar la especie de camaradería partidaria que permeó todo el debate. La exclamación de Sanders sobre dejar de hablar de los “malditos emails” de Clinton y las carcajadas compartidas de precandidatos y audiencia fue un punto climático al respecto.

Martin O’Malley tuvo una actuación más discreta pero serena, logró mostrar una personalidad propia y, en cierto modo, diferenciarse y mostrarse como una tercera vía entre la izquierda más activa de Sanders y el progresismo pragmático de Clinton. Y fue el único que, en el tema por todos reconocido como crucial del cambio climático, articuló una propuesta específica: lograr que toda la infraestructura eléctrica del país sea “verde” y basada en energías limpias para 2050.

En cambio, Jim Webb y Lincoln Chafee no tuvieron un papel destacado y, en realidad, su participación fue más bien gris. Sus momentos más relevantes fueron, prácticamente, cuando Webb disputó por tener tiempo para hablar y cuando Chafee justificó algunos de sus votos polémicos en el Senado con el argumento de que era “nuevo” en el Congreso.

Martin O'Malley se mantuvo a flote, sin demasiado brillo, en el debate demócrata. (Getty Images)
Martin O'Malley se mantuvo a flote, sin demasiado brillo, en el debate demócrata. (Getty Images)

Así, Clinton y Sanders pueden afirmar que están en el lado ganador del debate, lucieron auténticos y ciertamente no parece probable que este encuentro suscite importantes corrimientos en la intención de voto de cada uno de ellos. Clinton seguirá siendo la puntera y Sanders se mantendrá como la segunda opción, poniéndole fuerte presión con miras a las simbólicas primarias de Iowa y New Hampshire.

De O’Malley cabe decir que logró el oxígeno para mantener un poco más, aunque de lejos, el paso de su campaña, pero no logró brillar lo suficiente para volverse realmente competitivo más allá de ser la opción “suplente” en el hipotético pero improbable caso de que Clinton o Sanders no continuaran con sus aspiraciones. Webb y Chafee, en cambio, podrían ir ya pensando en apagar la luz de sus marginales campañas.

Finalmente, tres peculiaridades de este debate llamaron la atención. Una fue la firmeza con la que el conductor Anderson Cooper condujo las preguntas: fue él quien introdujo los temas punzantes al debate y supo dirigir la conversación, aunque cabe reconocer que los participantes fueron mucho menos ariscos que los de los debates republicanos.

Las otras dos son más bien externas. Una es la picante forma como Donald Trump siguió y comentó el debate en su cuenta de Twitter: el magnate y precandidato republicano incluso se prefiguró como vencedor ante cualquiera de los demócratas en un hipotético debate con ellos. La otra es la omisión del nombre de Joe Biden en el debate. Ciertamente, los participantes no tenían por qué aludir a Biden en tanto candidato, que no lo es, pero su condición de vicepresidente y tercero en las encuestas podría haber ameritado cierta atención, positiva o negativa, que nadie le concedió (como sí sucedió con el presidente Barack Obama). En todo caso, dado que ni Clinton ni Sanders sufrieron un traspié, el escenario para que Biden decida si lanzarse o no a la contienda sigue inalterado tras el debate. Y el tiempo se agota para que tome una decisión.

El debate no alteró el escenario para el vicepresidente Biden, a quien se le acaba el tiempo para postularse. (AFP)
El debate no alteró el escenario para el vicepresidente Biden, a quien se le acaba el tiempo para postularse. (AFP)

La contienda aún es temprana pero, a diferencia de los dos debates republicanos, el primer encuentro demócrata podría ser un catalizador más efectivo para decantar candidaturas: tres, quizá cuatro si Biden finalmente se decide, en contraste con una todavía sobrepoblada contienda republicana.