El año en que Donald Trump sacudió la política

La política estadounidense sufrió una sacudida contundente cuando, el pasado 16 de junio de 2015, Donald Trump anunció el inicio de su campaña en pos de la candidatura presidencial del Partido Republicano. No era nuevo que el magnate tuviera aspiraciones de llegar a la Casa Blanca, pero antes de su anuncio se le veía como un aspirante marginal, como un excéntrico sin reales posibilidades. Las encuestas así lo mostraban.

Nada para inquietar a los favoritos del establishment republicano, bien pertrechados de dinero en sus respectivos SuperPACs, como Jeb Bush o Scott Walker. Pero eso iba a cambiar radicalmente. Unas cuantas semanas después, Trump se convirtió en el puntero entre los republicanos, y su margen de ventaja comenzó a subir y a subir.

El magnate y precandidato presidencial republicano Donald Trump. (AP)
El magnate y precandidato presidencial republicano Donald Trump. (AP)

En ello tiene mucho que ver la personalidad y el mensaje de Trump, intrínsecamente mediático, estridente y provocador, pero también el hecho de que amplios sectores de los votantes conservadores coinciden con muchos de los dichos del magnate, que en realidad estaría tejiendo sus posiciones a la medida del malestar de ese electorado, con singular sentido de la mercadotecnia política.

Trump es, con todos sus claroscuros, un exitoso empresario y ha sabido crear y vender un producto político que un amplio sector del propio electorado republicano deseaba, aunque no fuese eso explícito, y parece muy dispuesto a comprar.

Y, claro está, la misma fascinación que Trump –estrella de los reality shows tanto como de los negocios– suscita en los medios de comunicación le ha provisto de una inmensa exposición pública, sin que haya tenido que gastar dinero en publicidad para lograrla.

Como muchos votantes republicanos ultraconservadores y otros no tanto, los medios electrónicos compraron de inmediato el producto ‘Trump rumbo a la Casa Blanca’, pues les garantizaba raiting. La irrupción de Trump y la sacudida política que esto generó eran desde luego noticia y ameritaban cobertura periodística, pero el hechizo que logró ese verano le garantizó una vasta cobertura, que otros candidatos no tuvieron, y con ello un impulso adicional a su mensaje y a su respaldo en las intenciones de voto.

Al final, todo eso llegó al extremo inverso, luego de que Trump dijo que CNN debería pagarle 5 millones de dólares si la cadena quería que él participara en su segundo debate de candidatos republicanos. Todo porque, como indicó en una carta al presidente de la cadena, el "tremendo incremento en el interés de los televidentes [en los debates] se debe 100% a Donald Trump”. Claro está, el magnate dijo que esos millones serían donados a veteranos y CNN descartó del todo esa posibilidad, pero todo es un signo del flujo y reflujo de estridencia y fascinación generado por Trump.

Una protesta contra Donald Trump y sus actitudes antiinmigrantres realizada ante su torre en Chicago. (Getty Images)
Una protesta contra Donald Trump y sus actitudes antiinmigrantres realizada ante su torre en Chicago. (Getty Images)

Todo comenzó ese 16 de junio cuando Trump dio un discurso para anunciar su postulación. En él, el magnate soltó la falsa y ofensiva afirmación de que la mayoría de los inmigrantes mexicanos que llegan a Estados Unidos son violadores y traficantes de drogas. Eso le costó, de entrada, la animadversión de la gran mayoría de la comunidad latina del país y muchos, como en su momento se comentó en The Washington Post, consideraron que esa explosiva retórica mostraba que Trump era una amenaza para las aspiraciones del Partido Republicano y que por ello el magnate no ganaría la presidencia, y ni siquiera la nominación.

RELACIONADO: Los memes de Trump tras criticar a los mexicanos

Pero eso ya no es tan claro seis meses después. Y eso que Trump, en ese periodo, se ha dedicado a lanzar afirmaciones abrasivas, a veces reveladas como falsas y muchas veces ofensivas, a diestra y siniestra.

Al racismo y la xenofobia que Trump mostró contra los inmigrantes mexicanos siguió, al poco, los arrebatos de sexismo y misoginia, como los que, en el contexto del primer debate republicano, el magnate lanzó contra la conductora Megyn Kelly, la comediante Rosie O’Donnell y, tiempo después, incluso contra su rival en la contienda republicana, la empresaria y también candidata Carly Fiorina.

En los debates republicanos, Trump ha capturado la atención, aunque no en todos ha sido el protagonista. (AP)
En los debates republicanos, Trump ha capturado la atención, aunque no en todos ha sido el protagonista. (AP)

Luego tocó al turno a los militares que fueron prisioneros de guerra –y en específico del senador John McCain– cuando Trump al comentar sobre el historial de servicio de McCain llegó a decir que a él le gustaban los que no fueron capturados (el senador fue prisionero de guerra durante varios años en Vietnam), palabras que como indicó el USA Today sorprendieron incluso al propio aludido.

A Trump también se le cuestionó que no era realmente un conservador e incluso se dijo que era una suerte de demócrata vestido de republicano, por su antigua cercanía con los Clinton. Pero nada de ello le ha reducido significativamente su popularidad.

Trump continúo su ofensiva contra quien era inicialmente su principal rival, Bush, a quien calificó una y otra vez de “débil”, tanto en general como en asuntos específicos. Por ejemplo, en un tuit sobre el tema de inmigración dijo que tanto Bush como Carson y Rubio eran “muy débiles” en ese aspecto y que no harían nada para frenarla.

Y no se puede dudar que ha hecho un muy punzante manejo de su cuenta de Twitter para desatar todo tipo de afirmaciones y conjeturas, de modo mucho más activo y agresivo que el resto de los candidatos.

La letanía de estridencias de Trump es grande: por ejemplo, que Estados Unidos tiene un gobierno inepto incapaz de lidiar con China o México, que deportaría a todos los indocumentados en masa, que impediría la entrada de todos los musulmanes al país, que pediría la pena de muerte para cualquier persona que mate a un policía, a lo que hay que añadir sus elucubraciones, de las que no existe prueba, de que miles de musulmanes en Nueva Jersey celebraron el 11 de septiembre de 2011 el derribo de las Torres Gemelas. Y ha difundido en su cuenta de Twitter estadísticas criminales falsas que tienen implicaciones racistas contra los afroamericanos.

Por otro lado, los señalamientos de Trump de que la política está controlada por el gran capital y que todos los candidatos, salvo él, que tiene ingentes sumas de su propio dinero para gastar, son títeres porque obedecen a sus millonarios donantes ha tenido fuerte eco entre las bases republicanas (molestas ante la ‘pasividad’ del liderazgo de su partido) y se empareja incluso con el discurso del demócrata-socialista Bernie Sanders. Pero no han sentado muy bien en la clase política tradicional, que estaría “en pánico”, según comento la cadena MSNBC.

Hay quien teme que si Trump gana la nominación el resultado podría ser una derrota sustantiva de los republicanos en 2016, y no solo en la elección presidencial sino también en el Congreso.

Trump ha atraído a multitud de simpatizantes y es puntero entre los precandidatos republicanos. (AP)
Trump ha atraído a multitud de simpatizantes y es puntero entre los precandidatos republicanos. (AP)

En ese sentido, se ha dicho que Trump podría lograr ganar la primaria republicana (o incluso, como se llegó a comentar en uno de los primeros choques entre Trump y el Partido Republicano, lanzarse como independiente), pero que no tendría oportunidad de vencer a quien compita por el Partido Demócrata, léase Hillary Clinton.

Aunque esa impresión ha comenzado a difuminarse, más allá de los riesgos políticos reales o potenciales que eso tenga para los republicanos. En el promedio de RealClearPolitics, Clinton apenas supera a Trump por 0.6 puntos.

Así, si bien aún falta mucho para que se dilucide quién será el nominado por cada partido y, desde luego, quién habitará la Casa Blanca, el magnate no parece ser, hasta ahora, un candidato efímero.

Las posturas estridentes de Trump hacen eco del malestar real de millones de estadounidenses. (AP)
Las posturas estridentes de Trump hacen eco del malestar real de millones de estadounidenses. (AP)

Muchos han dicho que Trump es un ‘payaso’, que la primaria republicana se ha vuelto un ‘circo’ y que, en todo caso, son los demócratas los que tienen la delantera con miras a la elección presidencial de 2016. Pero aunque ‘circo’ sea estridente y muchas veces esperpéntico, atrae a multitudes y es algo muy serio y para muchos genuino. Al grado de que muchos han comenzado ya a cavilar la posibilidad de que no sea un candidato del ‘establishment’ el abanderado republicano en 2016 con una ecuación en la que Trump no ha sido flor de verano, sino de una especie mucho más duradera.

Hay voces que lo han incluso considerado una suerte de fascista en ciernes, como se discute en un artículo en The New York Times. Eso enciende focos rojos con una perspectiva adicional y aún más ominosa, aunque el simple apelativo no debe opacar el hecho de que millones de estadounidenses verdaderamente simpatizan y están dispuestos a seguirlo.

Un cartel pegado en una columna que representa a Trump con una cruz gamada. EFE/John Spink
Un cartel pegado en una columna que representa a Trump con una cruz gamada. EFE/John Spink

En todo caso, las cifras indican que hay Trump para rato y que su ola tiene impulso y resistencia. ¿Qué otro candidato ha podido resistir erosión y fricción tan rudas como la que el magnate ha experimentado y muchas veces él mismo ha provocado? Por ahora, ningún aspirante republicano ha sido tan impermeable ni mostrado su capacidad de flotación, aunque lo que sucederá en 2016 aún está en la incertidumbre.

2015 ha sido, así, en términos político-electorales, el año de la seducción y la indignación, de la sacudida y la inquietud, desatadas por Donald Trump.