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El derrame tóxico que tiñó de amarillo el río Ánimas es solo la punta del iceberg

El derrame de aguas ácidas y cargadas de metales pesados y tóxicos que hace poco tiñó de amarillo el río Ánimas en Colorado sería, apenas, valga la metáfora, la punta de un muy contaminado iceberg.

Ciertamente, el súbito vertido de 3 millones de galones en el río Ánimas, causado accidentalmente hace unos días cuando la propia Agencia de Protección Ambiental (EPA) trabajaba en la limpieza de la mina abandonada Gold King, resultó espectacular y perturbador, pero no sería sino una mínima proporción de lo que, en cientos de minas abandonadas y por años y años, ha estado fluyendo y deteriorando los ríos del estado de Colorado y otras áreas del oeste de Estados Unidos.

De acuerdo a un reporte del periódico Denver Post, cerca de 230 minas abandonadas en Colorado vierten cada dos días el equivalente a todo lo descargado en el río Ánimas desde la mina Gold King, miles de galones por minuto, y han contaminado más de 1,600 millas de ríos y riachuelos con aguas cargadas de ácidos y metales pesados. Ese diario añade que la propia EPA calcula que 40% de todos los ríos en el Oeste del país están severamente afectados por esa contaminación. Habría al menos unas 500,000 minas abandonadas de toda clase.

El derrame de agua tóxica de una mina en el río Ánimas, Colorado, fue espectacular, pero solo es un síntoma de un problema mayor. (AP)
El derrame de agua tóxica de una mina en el río Ánimas, Colorado, fue espectacular, pero solo es un síntoma de un problema mayor. (AP)

En ese contexto, y con todo su dramatismo, el derrame en el río Ánimas no es en realidad el mayor de los problemas, pues solo es un síntoma del constante y, hasta ahora, irrefrenable filtrado de aguas tóxicas que miles de minas abandonadas en el país provocan todos los días.

Por ejemplo, en otro reporte del Denver Post, del 30 de mayo pasado, meses antes del derrame en el río Ánimas, se afirmaba ya que 32 sitios de esa corriente estaban en situación crítica por contaminación y que muchos otros ríos del estado sufrían condiciones de aniquilamiento biológico por la cantidad de contaminantes en sus aguas. Y se hablaba entonces, como ahora, de que pese a la inmensa magnitud del problema no existe en realidad un plan completo para frenar los derrames y tratar de revertir sus efectos.

El desastre en la mina Gold King habría sido, así, una horrible ironía: justamente un esfuerzo de la EPA por atender la crisis en las minas abandonadas, en este caso la Gold King, desató por error el accidente en el río Ánimas. Y, por añadidura, también se ha cuestionado la pertinencia de muchas de las técnicas usadas para tratar de contener los vertidos en minas, por resultar en ocasiones contraproducentes.

Sea como sea, la crisis es más honda y grave que un solo derrame, por más espectacular que éste sea. Por ejemplo, si bien hay iniciativas estatales y federales para enfrentar el problema de las minas abandonadas y la contaminación que producen, estas son limitadas en alcance y sus recursos son magros en comparación con su titánica tarea.

Cientos de minas en Colorado, y miles en EEUU, vierten cada día ingentes cantidades de agua tóxica a los ríos. (AP)
Cientos de minas en Colorado, y miles en EEUU, vierten cada día ingentes cantidades de agua tóxica a los ríos. (AP)

El colmo es que, como señala el Post, una ley de 1872, es decir de casi siglo y medio de antigüedad, aún regula muchas de las responsabilidades de los propietarios de minas y no los obliga, como sí sucede en otras leyes relacionadas con el carbón o el gas natural, a destinar fondos para lidiar con las minas abandonadas o en desuso que se han convertido en foco de contaminación. Y esfuerzos legislativos recientes en la materia simplemente no han prosperado en el Congreso.

La EPA cuenta con un programa dedicado a este asunto y a él ciertamente se le han dedicado esfuerzo y recursos, que han dado sus frutos y probado tecnologías de limpieza innovadoras. Pero mucho más es necesario dada la magnitud del problema.

Así, se requiere una nueva legislación que realmente propicie una mayor responsabilidad y participación de propietarios de minas, comunidades, gobiernos estatales y federales en la financiación y realización de actividades de limpieza y prevención de derrames en minas abandonadas del país.

Las aguas amarillas del río Ánimas deberían ser, así, una señal de alerta para actuar en un problema mayor antes de que el futuro de esos ríos, literalmente, se oscurezca por completo.