“Si no duele no sirve”… Y otros mitos sobre el ejercicio
En mi lista de actividades físicas tengo un poco de todo: ballet clásico, futbol rápido, spinning, hip-hop, pilates, yoga kundalini y bikram yoga, aerobics, zumba, pesas, carrera, cardio, natación... Las he practicado por épocas, unas con más constancia y dedicación que otras. A veces porque me apasionan y otras solo por mantenerme en movimiento sin gastar mucho dinero. De estas experiencias he aprendido que hay ideas completamente inservibles acerca del ejercicio, conceptos tan arraigados que se repiten una y otra vez como mantras de entrenamiento. Probablemente, son esas ideas las que hacen que la gente abarrote los gimnasios en enero y los abandone en marzo.
"Si no duele, no sirve"
Tan arraigada está la idea en nuestra idiosincrasia que muchas personas todavía la tienen como criterio de entrenamiento. El dolor no es una sensación estándar que garantice cambios positivos en el organismo, es un signo de que algo no está bien y su umbral es distinto en cada persona. El problema con la idea del dolor y la "eficacia" del ejercicio es que no todo el mundo está familiarizado con la intensidad de las distintas sensaciones corporales. Desafortunadamente, a veces toma un par de lesiones aprender la diferencia entre la elongación de los tendones, la fatiga muscular y el dolor de un desgarre o una contractura. Menos martirio y más conciencia: en lugar de "motivarnos" a través del dolor, hay que consultar a los instructores para aprender cuáles son las sensaciones que indican si uno está haciendo un movimiento correctamente.
Por otra parte, los beneficios físicos del ejercicio tienen una función terapéutica que pocas veces se hace consciente. Hacer ejercicio implica salir voluntariamente de la zona de confort. Ante el desafío de la incomodidad, el cuerpo se adapta, se vuelve más fuerte y flexible también a nivel mental. En un entrenamiento donde se pasa de la incomodidad al dolor no hay efecto terapéutico sino un retorcimiento de la experiencia corporal. A largo plazo, el cuerpo termina por identificar el ejercicio con la experiencia dolorosa. La desmotivación o las lesiones son una forma de decirnos: "para, no más dolor".
"Más ejercicio, mejores resultados"
Otro de los mitos es que uno tendría que ir dos horas diarias al gimnasio y hacer ejercicio hasta quedar agotado. Sin embargo, estudios recientes muestran que el ser humano no está hecho para semejante desgaste físico. Cantidad no equivale a calidad. El ejercicio, además de endorfinas también produce tensión y reacciones químicas que implican un ciclo de recuperación. Incluso entre los atletas de alto rendimiento, los periodos de descanso son cruciales para que el cuerpo se recupere correctamente. A veces seguimos rutinas de entrenamiento sin poner atención a lo que el cuerpo nos dice. Lo más recomendable es alternar sesiones intensas con sensiones de baja demanda cuyos rimtos permitan que el organismo se recupere y que se asimilen las sensaciones en la memoria muscular. Por ejemplo, si el martes hiciste una clase de spinning muy demandante, el miércoles prueba con una clase de yoga o una caminata de media hora al volver del trabajo.
"A quemar calorías"
Esta idea se escucha muy bien, pero si escarbamos un poco, veremos que encubre una relación torcida entre la comida y el ejercicio. Por ejemplo, hay instructores expertos en culpabilizar a la gente por haberlo pasado bien el fin de semana (especialmente los de cardio suelen ser lapidarios), como si la culpa y el remordimiento fuesen motivaciones reales. Algo similar ocurre con las dietas restrictivas en las que se cuenta cada caloría. La clave está en cambiar la idea de que el ejercicio sirve para aliviar la culpa de haber comido. Pero hace falta ir más allá: si uno aprende a disfrutar conscientemente de la comida, hay menos ansiedad, se hacen elecciones más saludables en la dieta y el ejercicio se vive como la extensión de una experiencia de vida placentera y saludable.
"Hay que ganárselo"
Esta idea sugiere que el cuerpo que tenemos no es adecuado ni hermoso. Eso acaba con la motivación de cualquiera. Nuestro cuerpo es un milagro de la naturaleza, una máquina perfecta que nos permite sentir, generar vida, producir ideas... Si mal no recuerdo, la principal finalidad del ejercicio es mantenerse saludable para poder disfrutar la vida, no de acomplejarse por no cumplir con los estándares que imponen las revistas o la televisión. Yo cambiaría esos lemas pasivo-agresivos por imágenes e idas que expresen nuestra gratitud por el cuerpo que tenemos, por su singularidad y sus diferencias. El resto es vanidad.
"Eficiencia y rendimiento"
Me parece que esos criterios son útiles en ciertos ámbitos de la vida, pero cuando se convierten en la prioridad de un entrenamiento común y corriente, el ejercicio se transforma en una monserga o en motivo de frustración. El otro día en la natación, el instructor me dio una serie de indicaciones que me hicieron sentir como un robot. Y yo pensé: ¿para qué quiero la eficiencia si tengo el placer? Igual intenté algunas de sus recomendaciones, pero me quedé sólo con aquellas que hicieran de mi rutina una experiencia aún más placentera. Con esto no quiero decir que la eficiencia o el rendimiento sean parámetros negativos, están muy bien si uno se entrena con fines competitivos. En resumen: la idea es que el ejercicio responda a nuestras necesidades personales y no a un esquema que termine por generarnos frustración.
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