Otra forma de entender la belleza
Aunque parezca que una cosa no tiene que ver con la otra, aunque las revistas femeninas no le dediquen ni media página, un factor crucial para el cuidado de la belleza es el cuidado del ambiente. Está muy bien que inventen cremas milagrosas y barritas de cereal con antioxidantes, pero de manera paralela se podrían dedicar recursos y talentos para dejar de generar agentes agresivos que nos intoxican, enferman y envejecen prematuramente. Con ello me refiero a la mala calidad del aire y el agua, al uso de pesticidas y hormonas en los alimentos, a la mala gestión de los residuos, a las emisiones de carbono, al calentamiento global, entre muchos otros factores.
Cuidarse el cabello, la piel y la figura no están necesariamente asociados a la frivolidad o a las tendencias de moda que alimentan la ansiedad colectiva. Me parece que cuando uno identifica la belleza con la salud, se deja de rendir tributo a un modelo exterior y se honra algo más sutil, al regalo maravilloso que es la propia vida. Más aún, cuando uno asocia su vida con la belleza y el respeto a la tierra, los parámetros cambian y hay una toma de conciencia. Entonces uno ya no se unta ni se come ni se pone cualquier porquería porque sabe que, a larga, eso trae más daños que beneficios.
A veces pensamos que separar la basura o apagar la luz cuando salimos de la habitación son acciones para "salvar al planeta". Pero siendo más sensatos, a quien estamos salvando es a nosotros mismos, a los que amamos y a todo aquello que apreciamos o que consideramos bello y excepcional.
La belleza, como la fe, también es un factor muy poderoso para generar acciones colectivas. Prueba de ello son los educadores ambientales, arquitectos y diseñadores que, cansados de trabajar infructuosamente en campañas para despertar la conciencia ambiental a través de la educación científica, hallaron en la belleza uno de los principales motivos que llevan a la gente a tomar acción para cuidar el entorno. Por ejemplo, para vivir en una ciudad bella hay que mantenerla limpia, ordenada y armoniosa, lo cual implica una serie de acciones ecológicas que, por definición, comienzan desde el ámbito individual o familiar, pero trascienden a gran escala.
El aire
Es bastante conocido lo que el humo (del tabaco, del transporte, de las fábricas, etc.) provoca en nuestros pulmones. Pero en cuestión belleza, también reseca la piel y arruina el cabello. Podemos empezar por evitar el consumo de tabaco y utilizar transportes limpios como la bicicleta o el metro. Ypodemos hacer más. Hay productos provenientes de localidades lejanas (incluyendo los importados) que consumen en su transportación gran cantidad de combustibles contaminantes. Aunque muchas empresas están optando por reducir sus emisiones de carbono en lo que toca al transporte y distribución de sus productos, aún no es suficiente. Optemos por consumir productos locales que no requieren tantos recursos para su distribución. Estaremos contribuyendo a mejorar la economía de la región y la calidad del aire.
El agua
¿Has notado que el agua de ciertos lugares favorece a tu cabello? ¿Te ha pasado que al cambiar de ciudad a veces tu piel queda como un cartón después de bañarte? Efectivamente, esto tiene que ver con la calidad del agua. Las plantas de tratamiento de agua son indispensables hoy en día. Las grandes ciudades y centros industriales vierten al desagüe grandes cantidades de materia tóxica. Para que esta agua pueda reutilizarse se le tienen que añadir químicos que disminuyen su calidad mineral y cambian su composición, lo que afecta nuestra piel y la textura del cabello.
Evitemos verter en la cañería aceite, pintura y otros desechos caseros de origen industrial, ya que un litro de estas sustancias puede dañar miles de litros de agua. Lo más recomendable es vaciar dichas sustancias en una botella de plástico y cerrarla muy bien. Los encargados de separar y reciclar la basura se encargarán de reciclar estos líquidos.
En las calles
¿Eres de los que sale por la noche a dejar la basura en la esquina junto a una montaña de bolsas y desechos que el resto de los vecinos ha apilado? ¿Sacas a pasear a tu perro y dejas el excremento a la mitad de la acera? ¿Tiras al suelo la colilla del cigarro? El daño va más allá de lo fea que pueda verse la calle; donde hay basura hay plagas de ratas y cucarachas, y cuando llueve, la basura tapa las coladeras formando charcos de suciedad que, al evaporarse, flotan en el aire que tú y tus hijos respiran. Solución: Cuando veas que alguien arroja basura al suelo o deja el excremento de "Fifí" a media calle, no dudes en pedirle amablemente que recoja los desechos y los ponga donde corresponde.
Suelo limpio, cuerpo sano
La importancia de cuidar el suelo va más allá de una ciudad limpia. A principios del siglo pasado se comenzaron a usar pesticidas para mantener "sanos" los cultivos. Sin embargo, hoy se sabe que dichos compuestos van dañando la tierra, disminuyendo su calidad mineral o dejándola inservible con el paso del tiempo. Muchos pesticidas se quedan en los tejidos de los alimentos y pasan a nuestro organismo, provocando leves daños a nivel celular que, poco a poco, derivan en envejecimiento prematuro, intoxicaciones crónicas y enfermedades como el cáncer. Consumir alimentos orgánicos o de granjas ecológicas es una buena opción. Aunque todavía haya quien lo considere un acto de esnobismo, basta con mirar documentales como Food Inc. o The Genetic Roulette para evaluarlo con más seriedad.
Plástico, sólo lo indispensable
La industria nos ha llenado de plástico sin que opongamos resistencia alguna. En todas partes nos dan bolsas de plástico y nosotros aceptamos, aunque se trate de un artículo pequeño, de un trayecto corto o de un envoltorio inútil. La producción de este material es uno de los mayores contaminantes que hay, daña el suelo y el aire, y cuando se desecha, ahoga a los animales y tarda siglos en degradarse.
Hace unos días vi en Buenos Aires un eslogan que me gustó mucho para ejemplificar lo absurdo de nuestro uso de plásticos: "Un minuto en tu mano, 400 años sobre la tierra". Esto se soluciona de forma muy sencilla: lleva en tu cartera una bolsa de tela, se pueden doblar y no ocupan espacio. O bien, simplemente guarda tu compra en tu bolsa de mano y di a quien te atiende: "Te devuelvo la bolsita, así contaminamos menos". Si tienes un negocio y haces notar a tus clientes que no usas bolsas para no contaminar, lo más probable es que te ganes su respeto y fidelidad.
Twitter: @luzaenlinea
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