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Rómulo Gallegos, la pluma que creó a "Doña Bárbara"

Rómulo Gallegos (izquierda) junto al presidente de EEUU Harry S. Truman, en 1948. (Wikimedia Commons)

En la narrativa hispanoamericana pocas obras han tenido la fama y la divulgación de Doña Bárbara; tal vez ninguna ha merecido más versiones cinematográficas y seriales de la televisión. Y aunque se puede clasificar sin dificultad como una novela de tipos (en la que el personaje que le da nombre encarna la barbarie del llano venezolano, y su contrafigura, Santos Luzardo, la civilización), sus personajes han resultado reconocibles y memorables para varias generaciones de lectores desde que su primera edición vio la luz en 1929.

El autor de esta y otras obras de ficción fue Rómulo Gallegos (1884-1969), que no sólo ostenta una jerarquía en la literatura de nuestra lengua, sino que fue también un político de carrera a quien le corresponde el honor de haber resultado electo presidente de Venezuela en las primeras elecciones que se tuvieron por libres de fraude en ese país.

Aunque nunca terminó  sus estudios universitarios de Agrimensura y Derecho, su vida estuvo regida por una profunda vocación de educador, que se hace notar tanto en su quehacer público como en sus obras de ficción. Esa vocación se empieza a expresar, de la forma más práctica, en las aulas de algunos colegios privados hasta culminar en el Liceo de Caracas, que dirige de 1922 a 1928. Para entonces, Gallegos ha pasado la totalidad de su vida adulta bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien directa o indirectamente había mandado en Venezuela desde 1908 hasta su muerte en 1935.

El dictador, reconociendo el talento de Gallegos, lo nombra senador por el estado Apure en 1931, cuando el autor de Doña Bárbara (aparecida dos años antes) empieza a cobrar fama en el ámbito internacional. Lejos de aceptar el cargo, Gallegos y su esposa se van a Nueva York, desde donde denuncia al régimen de su país. Esto lo convierte en un exiliado que no vuelve a su patria hasta 1936, al año siguiente de la muerte de Gómez, cuando es recibido como un héroe. El nuevo presidente, Eleazar López Contreras, lo nombra  ministro de Instrucción Pública, cargo al que poco tiempo después renuncia por estimar que aún la democracia no es una realidad en Venezuela.

Prefiriendo el mandato que confiere el voto popular, es electo diputado en 1937, el mismo año en que sale Pobre negro, la última novela de una trilogía que —con Cantaclaro (1934) y Canaima (1935)— ha escrito en el exilio.  A esto le sigue una década de  quehacer literario y político. En 1940 es electo para presidir el Concejo del Distrito Federal y en 1941 su nombre aparece, por primera vez, en una postulación a la presidencia de la república. Entre tanto, publica El forastero (1942)  y Sobre la misma tierra (1943). Para entonces,  sus novelas ya han empezado a ser llevadas al cine.

En 1947, el recién creado Partido Acción Democrática lo postula para las elecciones de diciembre de ese año que gana con amplio respaldo popular y, en febrero de 1948, toma posesión como resultado de unos comicios  de excepcional limpieza. Por primera vez, Venezuela parece encaminarse hacia la democracia, con un gobierno encabezado por una figura de indiscutible prestigio; pero el proyecto es abortado por un golpe de Estado apenas diez meses después, lo cual lleva a Gallegos a su segundo exilio: toda una década en la que prosigue su labor literaria y en la que también es uno de los principales portavoces de la oposición al régimen de Marcos Pérez Jiménez.

Regresa a Venezuela cuando la dictadura cae en 1958, pero, a los 73 años que tiene en ese momento, su carrera política ha terminado. Ya no es el hombre de un partido, sino la emblemática voz de un pueblo y una causa. Dentro y fuera de su país llueven sobre él honores y dignidades: Premio Nacional de Literatura, Hijo Ilustre de la Ciudad de Caracas, Gran Maestre de la orden El Sol del Perú, doctor honoris causa de la Universidad Nacional Autónoma de México, miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA… Sólo el Premio Nobel lo elude. En 1960, año es que es nominado a ese galardón internacional, la Academia Sueca decide a favor de Saint-John Perse.

Cuatro años después, en ocasión de sus 80 años, , el gobierno de Venezuela establece el premio internacional de novela Rómulo Gallegos a fin de “perpetuar y honrar la obra de un eminente novelista y estimular la actividad creadora de los escritores de habla castellana”, un reconocimiento muy merecido, que duda cabe.