Monster Study, un espeluznante experimento realizado con niños huérfanos

En 2007 seis ancianos octogenarios recibieron por parte de la Universidad de Iowa cerca de un millón de dólares en concepto de indemnización por los daños y trastornos sufridos siete décadas atrás en un espeluznante experimento que les dejaría secuelas psicológicas para el resto de sus vidas.

Pero esta media docena de damnificados eran los únicos que seguían con vida de los 22 niños huérfanos que en 1939 fueron sometidos a la crueldad de Wendell Johnson y su ayudante Mary Tudor.

El profesor Johnson estaba convencido de que la mayor parte de anomalías en el habla que podía padecer cualquier persona eran de carácter psicológicas y a través de un experimento que tuvo lugar entre enero y mayo de 1939 quiso demostrar que, después de unos meses de intensa terapia, un grupo de niños tartamudos terminarían hablando perfectamente y otro grupo de niños sanos lo haría teniendo dificultades en el habla.

Para ello seleccionó a 22 pequeños, de entre 256, del orfanato de Davenport (capital del Estado Iowa) con unas edades comprendidas entre los 5 y los 15 años. La mitad tenía alguna dificultad en el habla y la otra mitad no. Así que los dividió en dos grupos y puso en práctica una serie de pruebas con el fin de demostrar sus teorías.

Mary Tudor, que por aquel entonces era estudiante de postgrado, era la encargada de estar en contacto directo con los pequeños. Se reunía con ellos y mantenía conversaciones de temas triviales, sin importancia, para que éstos se expresasen lo más cómodamente posible. Ese sería el momento en el que aprovecharía para dar un mensaje positivo sobre su forma de hablar a los que tartamudeaban y negativo a los que lo hacían correctamente, con el fin de comprobar que efecto tenían sus palabras sobre la forma de expresarse de los niños.

A aquellos que se atrabancaban les decía cosas como ‘tranquilo, lo superarás’, ‘conseguirás hablar mejor que tus compañeros’, ‘cada día hablas mejor’… Palabras de aliento y ánimo con las que se pretendía que los niños perdiesen cualquier miedo y acabasen hablando fluidamente y sin tartamudear.

Sin embargo la parte que le toco sufrir a los niños sin ningún tipo de problema en el habla fue realmente cruel. Iniciaba conversaciones con ellos y, aunque no tartamudeasen, los interrumpía para decirles lo mal que hablaban, que apenas se les entendía, que se atrabancaban sus palabras y parecían deficientes mentales. Los comparaba con otros niños tartamudos y les recriminaba que acabarían pareciéndose a ellos y les instaba a no hablar si lo tenían que hacer mal.

Tras cinco meses experimentando, el profesor Johnson se dispuso a elaborar todo el informe con las conclusiones a las que había llegado, pero sus propios compañeros lo animaron a no publicarlo, debido a que encontraban aberrante lo que había hecho con los niños. Fueron sus propios colegas de profesión quienes bautizaron dicho experimento con el nombre de ‘Monster Study’ (estudio monstruo).

Coincidió en el tiempo con que muchas de las noticias científicas, que por aquella época llegaban desde Europa, hablaban de los crueles experimentos que estaban realizando los investigadores de la Alemania nazi, siendo esto lo que convenció a Wendell Johnson para guardar su estudio en un cajón y olvidarse de él. No quería pasar a la Historia siendo recordado como uno de esos tantos investigadores sin escrúpulos que se hicieron famosos durante el nazismo.

Dio carpetazo al asunto, el experimento jamás se publicó en ninguna revista científica y quedó en el olvido dentro de un cajón de la Universidad de Iowa. Johnson siguió con su carrera como profesor e incluso llegó a ser en Iowa uno de los investigadores más relevantes en el campo del habla, teniendo una importantísima reputación.

Pero una mancha negra se encontraba escondida en su flamante e impecable currículum, siendo totalmente desconocida su investigación con los niños huérfanos a lo largo de sus siguientes años de vida profesional. Wendell Johnson falleció en 1965 a los 59 años de edad.

No fue hasta el año 2001 en el que se dio a conocer el espeluznante experimento gracias al artículo publicado por Jim Dyer, un periodista del Mercury News, quien descubrió las notas que Mary Tudor había hecho sobre el caso. Tirando del hilo y tras una exhaustiva investigación dio con todo el material que había permanecido escondido desde 1939.

La publicación fue aprovechada por los supervivientes de aquellos experimentos para demandar a la Universidad de Iowa, percibiendo, tal y como encabezaba este post, cerca de un millón de dólares a modo de compensación a repartir entre los seis demandantes.

Fuente: Yahoo! España
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