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La noche en que quisieron matar a Bolívar

Si de Bolívar la letra con que empieza

El Libertador en traje de campaña. (Arturo Michelena (1863-1898) - Galería de Arte Nacional/Wikimedia Commons)
El Libertador en traje de campaña. (Arturo Michelena (1863-1898) - Galería de Arte Nacional/Wikimedia Commons)


y aquella con la que acaba le quitamos,
“oliva” de la paz símbolo hallamos.
Esto quiere decir que la cabeza
al tirano y los pies cortar debemos
si es que una paz durable apetecemos.

Estos versos de Luis Vargas Tejada reflejan el estado de ánimo de estudiantes e intelectuales revolucionarios en la recién constituida república de la Gran Colombia que habían empezado a ver en el Libertador la encarnación de un tirano.

El título no era gratuito, por el decreto del 27 de agosto de 1828, el Libertador instauraba su dictadura en respuesta a las intenciones secesionistas que amenazaban la desintegración de la Gran Colombia: el gran Estado sudamericano que él concibiera como una suerte de Estados Unidos del Sur. La reacción de los neogranadinos, que empezaban a ver en los venezolanos una nueva casta de opresores, dio lugar a una conspiración al objeto de eliminar físicamente a Bolívar. De esta conspiración no era ajeno Francisco de Paula Santander y algunos otros jefes revolucionarios.

Puesto que todos los poderes públicos confluían en la persona de Bolívar, de quien emanaba la incontrastable autoridad que suelen tener los líderes revolucionarios, se hacía perentorio —en opinión de los conspiradores— su “ajusticiamiento”: la eliminación física del caudillo que, en el caos consiguiente, permitiera reorganizar el gobierno de Colombia prescindiendo, de ser posible, de Venezuela (curiosamente, había venezolanos que también aspiraban a lo mismo).

Los complotados hicieron un primer intento en la noche del 10 de agosto de 1828, en un baile de máscaras en honor de Bolívar que se celebraba en el teatro Coliseo de Bogotá. El atentado se frustró cuando el Libertador se retiró temprano, se dice que disgustado por la vestimenta indecorosa de Manuelita Sáenz, su amante —quien, según consejas, lo había hecho a propósito para conseguir que él se marchara del baile y así evitar el crimen. Concibieron entonces asesinarlo el 21 de septiembre, mientras daba un paseo, pero en esta ocasión, el propio Santander —temiendo tal vez las consecuencias de un acto así— conminó al sujeto que se proponía atentar contra la vida de Bolívar a desistir de su propósito.

La ventana por donde escapó Bolívar. (Cirofono/Flickr/https://www.flickr.com/photos/ciroduran/)
La ventana por donde escapó Bolívar. (Cirofono/Flickr/https://www.flickr.com/photos/ciroduran/)

El tercer intento —y el más serio— de asesinar a Bolívar ocurrió en la noche del 25 de septiembre del propio año 1828, cuando una docena de civiles y unos veinticinco soldados asaltaron el Palacio de San Carlos, residencia del Presidente, a gritos de “¡Viva la libertad, muera el tirano! Aunque el sitio contaba con una pequeña guarnición, los asaltantes, luego de asesinar a cuatro centinelas y a uno de los edecanes de Bolívar, y de herir a otros, se dirigieron directamente al dormitorio del Libertador —donde éste se curaba de un resfriado en compañía de Manuelita Sáenz— con el propósito de ultimarlo.

Empuñando una pistola y una espada, a pesar de la fiebre, Bolívar se aprestaba a enfrentar a sus enemigos, pero Manuelita lo convenció de que escapara por una ventana (que hoy se conserva en un museo en Colombia).

Esa fue la “noche triste” de Bolívar; no debajo de un árbol, como Cortés, sino debajo de un puente, desde donde se puso en contacto con sus leales. Cuando, horas más tarde, se presentó en la Plaza Mayor, lo hacía en medio de un manifestación pública de apoyo. Para entonces, los conspiradores habían perdido la iniciativa para convertirse en una banda de fugitivos, la mayoría de los cuales fue arrestada en los próximos días.

La primera reacción de Bolívar fue la de renunciar, pero luego se dejó convencer por sus partidarios de que siguiera gobernando, al tiempo que se organizó un tribunal de justicia que procesó a los supuestos culpables. Sin que mediaran las debidas garantías, fueron arrestados y enjuiciados militares y funcionarios de quienes se sospechara la menor complicidad, de obra, palabra u omisión, con el intento de magnicidio, dando lugar a varias sentencias de prisión y varias ejecuciones, algunas de las cuales, como la impuesta al almirante Padilla, carecen de toda justificación.

Sin embargo, a Francisco de Paula Santander, cuya implicación en los hechos parecía innegable y quien fuera condenado a ser fusilado por la espalda, el propio Bolívar le conmutó la pena de muerte por el exilio. Bolívar moriría dos años después y aunque su asesinato no llegó a consumarse, el movimiento secesionista terminó por prevalecer y el proyecto de la Gran Colombia murió con el Libertador. Venezuela y Colombia estaban llamadas a convertirse en dos naciones separadas.