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El emblemático ingeniero militar que fortificó las colonias españolas

El castillo del Morro en La Habana y el de San Juan de Ulúa en Veracruz, el morro de San Juan, Puerto Rico, y las murallas de Cartagena de Indias tienen en común el haber sido obras de un ingeniero italiano al servicio de España que se dedicó a fortificar sus plazas fuertes del Caribe en los últimos años del siglo XVI, cuando esas posesiones se veían constantemente amenazadas y agredidas por ingleses, franceses y holandeses. Cuatro siglos después de su paso por la región, Bautista Antonelli (1547-1616) sigue siendo un nombre emblemático, asociado definitivamente con esas notables construcciones militares.

El Morro de La Habana. (AP Photo/Desmond Boylan)
El Morro de La Habana. (AP Photo/Desmond Boylan)

En el ápice del poder imperial español, al año siguiente (1580) de producirse la anexión de Portugal y todas sus posesiones coloniales, Felipe II hizo llamar a Lisboa a Bautista Antonelli, perteneciente a una familia de ingenieros italianos que ya trabajaba para la Corona, para encomendarle la misión de levantar dos fuertes en el estrecho de Magallanes a fin de controlar, como ruta de navegación propia, el tránsito entre el Atlántico y el Pacífico. Ese sería el primer viaje de Antonelli a América, el cual terminó en desastre cuando el barco en que navegaba naufragó en la bahía de Río de Janeiro y se perdieron todos sus equipos e instrumentos.

Poco o nada se volvió a saber de él hasta 1586, cuando el rey le encomendó que viajara al Caribe, la zona donde la soberanía española resultaba más desafiada por sus rivales europeos, para que hiciera inspecciones y presentara propuestas de fortificaciones en Cartagena de Indias, Panamá, Chagre, Portobello, La Habana, Santo Domingo, Puerto Rico y la Florida.

Antonelli cruzó el Atlántico con Juan de Tejeda, a quien Felipe II nombró gobernador de Cuba y llegó a Cartagena de Indias el 18 de julio de ese año, apenas tres meses después de que la ciudad fuera saqueada por Francis Drake. Durante esa primera visita, breve por demás,

Antonelli advirtió que la ciudad precisaba de un sistema defensivo que aprovechara tanto los accidentes de la costa como las lagunas interiores, y en base a esa observación elaboró un proyecto que llevó a cabo en 1595 y que hizo de Cartagena una plaza fuerte prácticamente inexpugnable, sistema defensivo que todavía puede admirarse.

Las murallas de Cartagena de Indias. (Wikimedia Commons)
Las murallas de Cartagena de Indias. (Wikimedia Commons)

Ese mismo año, visitó Portobelo y se convenció de la importancia de esta bahía, por sus condiciones naturales, para servir de fondeadero de los galeones que cruzaban el Atlántico las riquezas provenientes del Perú y de las Filipinas, y recomendó concentrar todas las actividades comerciales con el Pacífico en este puerto y trasladar allí todas las actividades que venían hasta entonces realizándose en la bahía de Nombre de Dios.

Antonelli regresó a Madrid en 1588, luego de estar varios meses en La Habana donde estudió el terreno para la construcción del castillo de los Tres Reyes del Morro, la más formidable de las fortalezas que edificara en la región y que es, hasta hoy, un perenne monumento a su memoria.

Emprendió su construcción, no obstante, al volver al Caribe en 1589 luego de que una real cédula de noviembre del año anterior dio el visto bueno para la ejecución de las obras militares en más de una decena de lugares que incluían Puerto Rico y Santo Domingo, plazas en las que él dejó planos e instrucciones precisas antes de seguir a La Habana donde, sin contar los siete meses que permaneció en México, residió de manera permanente hasta 1594.

El Castillo de la Fuerza. (Wikimedia Commons)
El Castillo de la Fuerza. (Wikimedia Commons)

Esta larga estada suya en la capital de la isla decidió los mayores aportes de Antonelli a sus construcciones defensivas —y, en general, a las obras públicas—, pues no solo se levantó bajo su dirección el castillo del Morro —fortaleza concebida para sostenerse sin depender de la ciudad—, sino también el más pequeño de La Punta que, junto con las murallas y el ya existente castillo de La Fuerza, completa el sistema defensivo de La Habana, que mereció el nombre de “antemural de las Indias”.

No descuidó el genial ingeniero las alturas de La Cabaña —una colina que, frente a la ciudad y contigua al Morro, domina, por su elevación a ambos— y recomendó que ese espacio también fuera fortificado, algo que el gobierno español, en su momento, no atendió. Más de 150 años después, los ingleses aprovecharon decisivamente ese descuido cuando asaltaron y tomaron La Habana en 1762: circunstancia que, sin duda, hay que apuntarle también a los previsores aciertos de Antonelli.