Las Google Glass encienden pasiones

La ira recorre medio mundo, al menos en las ciudades donde desde hace muy poco empezaron a comercializarse las Google Glass, esas gafas que llevan injertadas una cámara minúscula.

En los últimos días, varios medios de prensa se han hecho eco de agresiones contra personas que portaban semejante “instrumento” encima de la nariz. Sí, porque visto de muchas maneras, se trata de un instrumento con el cual el portador registra, graba todo lo que acontece delante de sus ojos, gracias a una cámara de video y de fotos que se mantiene todo el tiempo conectada a internet.

En 24 horas se agotaron las reservas de estas gafas, cuyo costo es de 1.500 dólares, en todos los establecimientos que la comercializan en los Estados Unidos. Y en ese mismo lapso de tiempo, las reacciones y el escándalo se han convertido en una peligrosa bola de nieve. O de fuego…

La primera víctima ya había sido la periodista Sarah Slocum, especialista en tecnología, quien fuera agredida en un bar en una noche de sábado.

El siguiente ha sido Kyle Russell, joven reportero de 20 años, empleado de Business Insider, quien se colocó las Google Glass tras haber reportado una manifestación en las calles de San Francisco. Según su relato, una persona del sexo femenino le arrancó el dispositivo de la cara y lo estrelló contra el asfalto.

"El tono en que ella gritó “¡Glass!” y la forma en que arrojó las gafas me dieron la impresión de que su intención era la destrucción", admitió Russell en el sitio web Mashable.

Estos dos incidentes reabren y alientan el debate sobre la omnipresencia de dispositivos de vigilancia y grabación en las grandes urbes del planeta. La manera en que estas simples gafas, a las que se les ha acoplado una cámara de foto y video, puede herir la sensibilidad de las personas revela la gravedad del debate, es decir, el modo en que la tecnología se hace presente y hasta imprescindible en nuestras vidas. Algo que puede conducir al exceso, a la saturación, a nuestra deshumanización.

Varias acciones ya se han puesto en marcha por parte de los detractores de este gadget. El colectivo británico “Stop the Cyborgs” no apela a la violencia, pero aboga por una lucha persistente y continuada.

“Queremos que cada vez más establecimientos se conviertan en zonas libres”, han declarado a la presa, en un afán por lograr que bares y restaurantes coloquen un logotipo en sus puertas prohibiendo la entrada de personas que porten las Google Glass “u otros aparatos de vigilancia, para así proteger nuestra vida privada”.

Mientras tanto, Google, esa gigantesca empresa ubicada en Mountain View, ha dado a conocer un código de conducta para toda persona que decida llevar consigo este polémico par de gafas. Una de las cláusulas de este código hace hincapié en “respetar a los otros”, así como solicitar el consentimiento de la persona antes de ser grabada.

Como ejemplo de lo nocivo de este tipo de aditamentos para la privacidad, sus detractores utilizan los ya célebres videos titulados Surveillance Camera Man, en donde un atrevido ciudadano con una pequeña cámara de video invade las rutinas de no pocos habitantes de este planeta.