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El México ideal no necesita a Carmen Aristegui

El México ideal no necesita a Carmen Aristegui

Hablar del caso Carmen Aristegui-MVS y todo lo que ha desencadenado en la última semana se ha convertido en uno de los tópicos más complicados de abordar por la simple razón que incluir su nombre en cualquier frase se ha vuelto más una cuestión de fe que de argumentos.

Mientras sus seguidores no admiten crítica alguna ante la posibilidad de que la periodista haya, como cualquier ser humano, cometido un error de cálculo, sus detractores se basan en los dichos más inverosímiles para defenestrar lo que para todos es evidente: Carmen Aristegui es una de las personas con más influencia en México y desde esa posición libra una batalla por mantener un espacio que en un abrir de ojos perdió.

Para entender la situación, primero debiéramos reconocer que esta es una historia en la que las formas mostraron que lo importante era enseñar músculo sin la intención de ceder en lo más mínimo. De uno y otro lado.

Todo habría empezado por el hecho de que dos miembros del equipo de Aristegui se sumaron a la plataforma de denuncia MexicoLeaks en nombre de MVS sin consultar a la empresa, lo cual desencadenaría una reacción a todas luces desproporcionada por parte de los dueños del grupo de medios, pagando desplegados y emitiendo cápsulas en la propia emisión de noticias que tenía la conductora, para después anunciar, de la misma forma, que había procedido a despedir a los involucrados. Es decir, en lugar de tratar un conflicto interno dentro de sus propias instalaciones, decidió lavar la ropa sucia fuera de casa, o sea, en el espacio radioeléctrico.

EFE/Alex Cruz
EFE/Alex Cruz



Con una actitud más templada, Carmen Aristegui podía no haberse metido al callejón de los trancazos y buscar a sus directivos, en privado, para ver qué diablos estaba pasando, pero lo que hizo fue morder el anzuelo y contestar con la misma fuerza, exigiendo la reinstalación de sus subordinados al aire. Lo que siguió ya es del conocimiento público. La empresa lo tomó (porque así lo quiso) como una declaración de guerra y un ultimátum y cambió las reglas del juego para después terminar el contrato que tenía con la periodista.

Y aquí es donde empieza lo bueno, pues a lo largo de medios y redes sociales se ha iniciado una pelea aduciendo un golpe a la libertad de expresión que vendría de las altas esferas del poder gubernamental, más que nada porque ese mismo equipo fue el que reveló la existencia de una casa millonaria en la Ciudad de México, propiedad de la esposa del Presidente y que fue financiada a través de un grupo que ha obtenido concesiones con el gobierno federal.

El problema radica en que al parecer nadie entiende que esto es consecuencia de un fracaso generalizado de medios, gobierno y sociedad en general en donde no comprendemos el porqué y para qué sirve un programa de noticias. Esto es, nadie tiene en la mira que la función de los noticieros es más que nada para generar una orientación a través de la información que nos ayude a decidir qué problemáticas sociales, económicas y políticas es necesario discutir para actuar en consecuencia. En nuestro caso, como electores, para determinar qué decisión tomar, a quién debemos castigar y sobre todo, a quién debemos pedir cuentas.



Pero no, hemos fracasado porque por un lado, los medios han hecho de estos espacios un segmento totalmente lucrativo en el que anunciarse en los noticieros cuesta una mina de oro al mismo tiempo que les sirve como contrapeso de poder y de negociación mediante el cual pueden acabar con la reputación de alguien o encumbrar a otros matizando sus desperfectos, dependiendo el color con el que se hayan casado en ese momento.

Hemos fracasado como gobierno porque se ha enraizado tanto en la estructura de los noticiarios que los usan como vehículo de propaganda (las entrevistas con capos detenidos o el acceso a instalaciones determinadas son un ejemplo) sin tomar en cuenta que eso en el corto y largo plazo tiene un costo del cual después no puede desentenderse.

Pero más que nada, hemos fracasado como sociedad al permitir que como radioescuchas, lectores o televidentes nos traten como consumidores que al igual que en un anaquel de cereales, nos vendan en un mismo tono y con jerarquía de importancia una gira presidencial, un atentado terrorista , la última fotografía de Kim Kardashian o el reality show de La Voz.



En un México ideal no necesitaríamos de Carmen Aristegui, porque tendríamos una variedad informativa con una multiplicidad de voces donde existiera más de un programa radiofónico y de televisión que criticaran y exhibieran los yerros y abusos del gobierno, pero también, los de la llamada izquierda.

Tan hemos fracasado, que en este momento no importa si se exhiben los desfiguros de un alcalde, el abuso ‘informativo’ del Partido Verde o un millonario conflicto que paralice una línea del Metro. Nada pasa, el flujo informativo se lleva el mal momento y después de decir, ¡pero qué país!, nos contentamos porque al fin una mexicana será la chica de James Bond.

El más claro ejemplo fue el de la ‘casa blanca’, pues siendo una noticia perfectamente documentada solo un grupo de medios lo retomó desde le principio mientras la otra parte esperó hasta que Presidencia dio su postura.  Pero lo mismo pasa del otro lado, cuando tratándose de la llamada izquierda los hechos solo son reportados por un sector de medios mientras los otros callan o matizan el conflicto. Esto a lo único que nos ha llevado esa una polarización total donde en un caso como el de Carmen Aristegui y MVS quien no está con ella está en su contra y viceversa.

Es por eso que cuando surge un caso así, el primer culpable es el gobierno, sin notar el entramado de intereses que hay detrás. Hace 4 años, cuando también despidieron a Aristegui por haber preguntado si Felipe Calderón era alcohólico o no, se llegó a una solución gracias a que encontraron a un enemigo común, el entonces secretario del Trabajo, Javier Lozano y la vocera de Presidencia, Alejandra Sota. Pero ahora no parece que la historia vaya a repetirse.

EFE/ANDY RAIN
EFE/ANDY RAIN

Decir que el gobierno federal mandó quitar a Carmen Aristegui por el caso de la ‘casa blanca, como apuntan muchos medios, sería tanto como decir que esta batalla se la ganó Angélica Rivera a la periodista y su equipo por encontrarle una propiedad de procedencia polémica tras salir en una revista de nota rosa. Pero no parece que en esta ocasión, como hace dos sexenios con Vicente Fox, la primera dama tenga tanta influencia y si bien el conflicto de interés es directamente con el gobierno, es un lugar común asegurar que fue el gobierno el que la mandó despedir a la comunicadora. A menos que la Presidencia tuviera tan mal tino y no aprendiera de lo que le pasó a Calderón, no se ve cómo podría aventarse este paquete sabiendo que el primer perjudicado sería el mismo Peña Nieto y su esposa. Puede ser, pero con tanto frente de batalla abierto, ¿para qué abrir otro en donde era seguro que una gran multitud se les iría encima?

Por eso también parece desproporcionado que se califique este evento por la misma Carmen como un golpe echeverrista (lo cual en lugar de disminuir el nivel de confrontación solo lo aumenta), pues en todo caso hubiéramos visto primero un corte al flujo de anuncios oficiales y para quienes la escuchábamos era claro que eso no sucedió. Por eso es importante señalar que detrás de esto, más que Peña Nieto hay alguien con mucho poder. Y esa persona es Carmen Aristegui y así lo está haciendo valer.

EFE/José Méndez
EFE/José Méndez

Que no quede dudas. Este conflicto es por una cuestión de marcas. Sí. Pero más que nada, por la marca Carmen Aristegui y ella buscará hacer valer su cotización en el mercado. No es lo mismo transmitir desde Radio UNAM, Radio UAM, etc, como muchos de sus seguidores lo han sugerido, aunque tengan una cobertura nacional en varios casos, a hacerlo desde una plataforma redituable y esa solo la tendrá en las cadenas privadas. Si la cosa fuera solo no acallar su voz, Carmen Aristegui ya estaría transmitiendo desde algún otro lugar, incluso desde su mismo canal de Internet (su conferencia vía streaming tuvo buena audiencia), mientras dirime su situación legal y laboral con MVS vía las instancias correspondientes. Porque no se trata de validar una afrenta laboral sí es que la hubo.

Lo hemos visto en otros casos en otros momentos histórico. Del golpe a Excélsior en 1976 surgió una vertiente de medios que en su momento marcaron pauta. Esta no tendría por qué ser la excepción.

Insisto, en un México ideal la salida de Carmen Aristegui no tendría tanta repercusión porque la sociedad se sentiría identificada y protegida con otros medios que hablaran en el mismo tono de ella. Pero no los hay. Hasta ahora, no existe nadie como ella que marca una pauta y agenda informativa ni a quien políticos y empresarios teman tanto.  Y es por eso que ante ese descobijo la gente se vuelve virulenta y se aferra ante una pérdida que no encuentra como llenarla (lo cual debería preocupar a todos esos medios que se jactan de ‘progresistas’). El día en que esa desazón por perder una voz, un aliado, ya no se sienta porque resulta no ser la única, ese será el día en que este país habrá escalado en su camino a la democracia. Será el día en que el México ideal no necesite a Carmen Aristegui. Pero hoy, no es ese día. Y por eso miles insisten que Carmen se quede.

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