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Por qué el invierno nos vuelve agresivos

La menor cantidad de horas de luz durante la estación más fría provoca un aumento de la agresividad

Talvikko by Alexander Horn via Wikimedia Commons
Talvikko by Alexander Horn via Wikimedia Commons

El invierno es una estación dura. Para cualquier animal, y no sólo por el clima. En muchas especies se da un pico de agresividad durante esta época del año. Un comportamiento que hasta ahora se asociaba a un aumento de la testosterona – necesario para pasar el invierno – pero que tiene su origen en otra hormona, según se explica en un artículo reciente.

Pero ¿cuál es esta hormona? La respuesta es bastante compleja. Todo empieza en un sitio curioso. La primera hormona a la que afecta el invierno es a la melatonina, conocida como hormona de la felicidad. Lo que no parece tener mucho sentido, que la hormona de la felicidad aumente la agresividad…

La melatonina ayuda a regular los niveles de hormonas sexuales, que son las últimas responsables de los comportamientos agresivos. No lo hace de manera directa, si no a través de aún otra hormona denominada DHEA.

Hasta aquí, no parece que el invierno influya en nada. Pero sí lo hace, ya que en esta estación hay menos luz. La melatonina, que se encarga entre otras cosas de regular los ciclos de sueño y vigilia, se produce en ausencia de luz. De hecho, la luz inhibe su producción, que es el motivo por el que no conviene consultar el móvil antes de irse a la cama.

Así que ya tenemos un aumento en una hormona, que provoca que otra también crezca en concentración. Faltaría demostrar que todo esto se traduce en mayor agresividad. Y para ello, los investigadores han realizado un experimento con un organismo modelo.

El animal elegido para llevar a cabo este estudio ha sido el hámster siberiano. Se trata de un roedor de pequeño tamaño, fácil de criar y de manejar. Y sobre todo, muy territorial. Cuando uno de estos hámster detecta un intruso en su territorio, responde con gran agresividad.

Los científicos mantuvieron una serie de hámsters en situación de “verano”. Es decir, con muchas horas de luz y temperaturas relativamente altas. Pasado un tiempo de aclimatación, una parte de los roedores pasó a un ambiente “invernal”. Pasado un tiempo, se introducía un individuo en el territorio de otro.

Los resultados fueron claros. Los hámsters que respondían de manera más agresiva eran aquellos que venían de pasar el “invierno”. No es que los que habían sido mantenidos en situación de verano no respondiesen a los intrusos, pero el nivel de ataque era menor.

En definitiva, que lo que afecta al comportamiento de ciertos animales durante el invierno no es tanto el frío como la falta de luz. Algo a tener en cuenta.

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