Por qué el ecoturismo termina amenazando sin querer a la naturaleza

La presencia cada vez más común de humanos en lugares remotos está volviendo a la fauna más confiada, con el peligro que eso conlleva

Un grupo de turistas disfrutando de una jornada en compa&ntilde;&iacute;a de especies protegidas de peces en un tributario del r&iacute;o Cuiab&aacute;.<br />Cr&eacute;dito: Benjamin Geffroy
Un grupo de turistas disfrutando de una jornada en compañía de especies protegidas de peces en un tributario del río Cuiabá.
Crédito: Benjamin Geffroy

Que los seres humanos cada vez seamos más responsable con nuestro turismo, al menos desde el punto de vista medioambiental, es una buena noticia. Un ejemplo es el boom del ecoturismo, una práctica que ayuda a proteger especies y espacios, y que invierte el dinero en desarrollar las comunidades locales. Pero que también tiene una parte negativa, según se expone en un artículo reciente.

Cada año, millones de personas viajan a lugares más o menos remotos para pasar unos días de descanso en contacto con la naturaleza. Y claro, pretendemos tener una experiencia lo más enriquecedora y cercana posible. Nadar entre los peces de arrecifes y lagos, hacernos fotos con la fauna y otras actividades por el estilo.

El problema es que los animales se acostumbran a este contacto. De manera natural, la fauna tiende a huir de la presencia de seres humanos. Pero como cada vez es más continuo el contacto, y éste se lleva a cabo con mucho cuidado, los animales se acaban habituando.

Y la habituación es el primer paso hacia la domesticación. Que no tendría nada de malo, si no fuese porque esos mismos animales comparten ecosistema con depredadores. Al estar en contacto con humanos, pierden el miedo, se vuelven más “valientes”, y dejan de mostrar los comportamientos naturales de huida.

Por esto, cada vez más animales de estos espacios mueren a manos de depredadores. Y no sólo de ellos. Cuando aparecen furtivos, la fauna no huye – o tarda más en hacerlo – con lo que son cazados con más facilidad. Lo mismo pasa con los vehículos: al habituar a los animales al tránsito de coches y otras formas de transporte, tardan más en reaccionar y muchos mueren atropellados.

Aún hay un factor más. Las zonas que son más visitadas por los seres humanos se convierten en refugios para las presas. Es decir, al haber personas los depredadores no se acercan. Esto reduce las muertes por depredación… hasta que termina la temporada turística. Las presas se acostumbran a “vivir sin miedo” en determinadas regiones, pero los depredadores vuelven a ellas en cuanto el ser humano deja de ser una presencia constante.

¿Existe alguna solución sencilla? Se pueden proponer distintas estrategias, pero ninguna rápida y fácil de poner en marcha. Lo primero que hace falta es investigar y aprender más sobre el comportamiento de la fauna y cómo funciona esta habituación. Pero un primer paso puede ser concienciarnos de que la fauna salvaje que visitamos debe seguir siendo eso, salvaje.