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Los virus también pueden protegernos

La acción de ciertos virus sobre nuestro cuerpo nos ayuda de un modo similar a como lo hace la “flora bacteriana”

Reconstrucción de un bacteriófago, virus que atacan a bacterias y que tenemos habitualmente en nuestras mucosas.
Reconstrucción de un bacteriófago, virus que atacan a bacterias y que tenemos habitualmente en nuestras mucosas.

De los virus sabemos el daño que pueden hacer. Desde simples catarros hasta enfermedades mucho más graves – algunos tipos de leucemia y otros cánceres están provocados por virus, y no olvidemos el SIDA. A nadie se le ocurriría que puedan aportarnos algo positivo. Bueno, a alguien sí: a un grupo de expertos, que lo explican en un artículo reciente.

Antes de entrar en las conclusiones, resulta interesante explicar cómo se ha llegado a las mismas. Se trata de lo que en ciencia se conoce como un artículo de revisión. Los autores de la publicación han estudiados, buceado, en la literatura científica, y gracias a ello pueden dar una visión de conjunto.

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Que supone un cambio interesante en la idea que tenemos sobre los virus. Porque resulta que sí que nos ofrecen cosas positivas. Por ejemplo, nos ayudan a protegernos de infecciones. De dos maneras, por una parte mejorando nuestro sistema inmune, y por otra luchando contra patógenos.

En realidad, la situación que se plantea en el artículo se parece bastante a la de las bacterias de nuestra microbiota – la mal llamada “flora bacteriana”. Los virus nos acompañan, nosotros les proporcionamos un entorno seguro, y ellos siguen adelante con sus funciones. De las que sacamos un beneficio.

Lo más sencillo es empezar por la lucha contra patógenos. Los virus que habitan en nuestro intestino sirven como línea de defensa frente a bacterias peligrosas. Cuando alguno de estos microorganismos entra en nuestro sistema, se encuentra con los virus, que los infectan.

De esta manera, las bacterias ven reducidos sus números, en muchas ocasiones hasta niveles que evitan cualquier problema. O incluso acaban con ellas, dependiendo de la virulencia – la capacidad infectiva – de los virus.

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Esto es especialmente importante cuando faltan los otros actores que suelen llevar a cabo esta función, las bacterias de la microbiota. Por ejemplo, después de un tratamiento con antibióticos.

El cómo disparan, o mejoran, el sistema inmune es un poco más difícil de explicar. Lo mejor es poner un ejemplo concreto. Los ratones pueden ser atacados por un virus denominado norovirus. Este tipo de patógenos, en el ser humano, provocan fuertes diarreas.

Pero no en ratones. En estos roedores, el efecto de los norovirus es distinto. Sirve para movilizar a los linfocitos, un componente esencial del sistema inmune. Por movilizar no sólo entendemos que se mueva, si no que se preparen – sufran modificaciones – y que desplieguen todo su potencial.

Otros tipos de virus pueden tener un efecto similar en humanos. Pero no sólo eso, si no que también ayudan, durante las primeras fases de la vida, a que el intestino coja la forma necesaria para cumplir su función. Aún hay otros que se quedan a vivir en las mucosas, dispuestos a infectar a todo lo que entre, protegiéndonos de esta manera.

En definitiva, que infectarnos y enfermarnos no es ni todo lo que un virus puede hacernos, ni lo que de hecho hacen.

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