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La peligrosa búsqueda del ser humano perfecto

Una era post humana cambiaría radicalmente las ideas actuales sobre la maternidad y la paternidad.
Una era post humana cambiaría radicalmente las ideas actuales sobre la maternidad y la paternidad.

La evolución del ser humano podría tomar un rumbo incierto a lo largo de este siglo si se realizan los pronósticos de un grupo de futuristas. Los avances tecnológicos y el dominio de la ingeniería genética abren posibilidades prácticamente infinitas en el camino hacia una era post humana. Ese horizonte, distante para los escépticos, ha empezado a concretarse ya en áreas como la reproducción de nuestra especie.

El movimiento transhumanista reúne a filósofos, científicos y simples entusiastas de un porvenir donde el hombre superará sus límites físicos e intelectuales. De acuerdo con la definición del Instituto para la Ética y las Tecnologías Emergentes (IEET), el transhumanismo afirma que la condición humana puede desarrollarse a través de tecnologías capaces de eliminar el dolor, las discapacidades, las enfermedades, el envejecimiento e, incluso, la muerte involuntaria.

Úteros artificiales, cortocircuito a la maternidad

La tecnología que materializará el futuro anunciado por el movimiento transhumanista existe, aunque los experimentos en humanos aún permanecen limitados por las leyes. Una de estas técnicas es la ectogénesis: el crecimiento del feto humano fuera del cuerpo de la madre en un útero artificial. Las primeras pruebas se efectuaron en laboratorio en 2001, pero la visión de una época sin embarazos ni partos data del pasado siglo.

Las leyes actuales sobre los experimentos en humanos han detenido la ectogénesis (AFP/ Anne-Christine Poujoulat)
Las leyes actuales sobre los experimentos en humanos han detenido la ectogénesis (AFP/ Anne-Christine Poujoulat)

En efecto, el primero en mencionar la ectogénesis fue el científico británico J. B. S. Haldane, en 1924. Entonces auguró que para el 2074 solo el 30 por ciento de los nacimientos se producirían por la vía tradicional. Los herederos del futurismo de Haldane vaticinan que a mediados de este siglo la mayoría de los nuevos seres humanos serán alimentados por placentas artificiales y abrirán sus ojos al mundo en el momento que decidan los médicos.

Los promotores de la ectogénesis aseguran que esa tecnología reducirá el número de abortos espontáneos, ayudará a los casos de infertilidad y permitirá un control más riguroso de la salud de las criaturas. Pero no todos, o más bien, no todas comparten ese entusiasmo. El “embarazo artificial” alteraría radicalmente el papel de hombres y mujeres en torno a la procreación. Las feministas más radicales temen que, sin el privilegio de la gestación, las madres podrían ser vistas como un objeto prescindible.

La imagen de embriones humanos controlados por máquinas recuerda el filme Matrix. La visión de algunos transhumanistas emula ese mundo de pesadilla robotizada.

Transhumanismo, los límites de la perfección

Uno de los más destacados voceros del transhumanismo, el estadounidense Kyle Munkittrick, ha señalado algunos de los cambios que marcarán el inicio de la era post humana. Uno de ellos, la “reproducción responsable”, derogaría en la práctica el derecho de los padres a decidir si quieren tener descendencia, cuándo y bajo qué condiciones.

En una sociedad post humana podrían existir personajes como El Exterminador (Sara Kelly - Wikimedia Commons)
En una sociedad post humana podrían existir personajes como El Exterminador (Sara Kelly - Wikimedia Commons)

En un artículo para la revista Discover, Munkrittrick escribió: “mi conjetura es que, dentro de algunas décadas, las futuras generaciones requerirán una licencia para reproducirse y comenzar una familia”. Esa autorización, otorgada como si fuese un permiso de conducir mediante formularios y exámenes, garantizará que los progenitores posean las competencias necesarias para asumir la crianza de un nuevo ser humano. ¿Surgirá una burocracia de la procreación?

En otro texto, Munkrittrick aseguró que la “modificación genética, el monitoreo de salud y, eventualmente, los úteros artificiales permitirán el nacimiento de los niños con las mejores posibilidades de llevar una buena vida.”

Los críticos del transhumanismo alertan sobre la aplicación de la eugenesia, o sea, la búsqueda de una raza humana superior que terminaría por someter a las demás. La manipulación genética, realizada fuera del escrutinio público y guiada por intereses egoístas, favorecería en la práctica a una elite con recursos para pagar esa atención médica especializada. En casos extremos gobiernos inescrupulosos reproducirían ejércitos de hombres genéticamente mejorados para dominar al resto de la humanidad.

En una era post humana se extendería el uso de prótesis robóticas para elevar el rendimiento físico; la ingeniería genética multiplicaría las capacidades del cerebro, que contaría además con el respaldo de dispositivos de realidad aumentada e inteligencia artificial; mientras los derechos sobre el cuerpo individual serían igualados a las libertades civiles que disfrutamos en las democracias occidentales.

Aunque el transhumanismo nos seduzca por su apuesta al desarrollo de las capacidades humanas, este movimiento genera inquietudes, sobre todo en el terreno de la ética. Pero quizás la vertiginosa tecnología transformará en hechos consumados muchas de esas preocupaciones, antes de que ocurra un diálogo social. Para entonces el crepúsculo de la vieja humanidad habrá comenzado.

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