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Indígenas canadienses explican las rutas de los osos para encontrar comida

AP Photo/The Canadian Press, Jonathan Hayward
AP Photo/The Canadian Press, Jonathan Hayward

Que las poblaciones humanas originales, lo que conocemos como “pueblos indígenas” o aborígenes, tienen una relación distinta con la naturaleza no es ninguna sorpresa. Tampoco que sus enfoques pueden ayudar, o ser fundamentales, en una tarea como la conservación de la naturaleza. Lo que ocurre es que no existen demasiados casos en los que la ciencia de la conservación y las culturas tradicionales aúnen fuerzas.

Pero cuando esto ocurre, los resultados son muy interesantes. Como los que se exponen en un artículo reciente, en el que se explica el estudio realizado por la tribu Heiltsuk de la Columbia Británica, en Canadá. Mediante una serie de técnicas a la vez respetuosas con los animales y con las costumbres de la tribu, pero bien asentadas científicamente, han conseguido explicar los movimientos de la población de osos de la zona, e interpretar su declive.

¿Cómo lo han conseguido? Como suele ocurrir, la diferencia está en pequeños detalles. Por ejemplo, en la manera en que se han obtenido las muestras de ADN que han permitido saber cuántos osos hay, que grado de parentesco tienen, y otra serie de parámetros de genética de poblaciones.

Para conseguir el ADN de un animal, a grandes rasgos, hay dos formas. O bien se utilizan técnicas invasivas – como por ejemplo, capturar al oso y realizar una biopsia – o no invasiva empleando pelo, restos de uñas o heces. En este último caso, el método digamos “occidental” consiste en dejar un cebo atrapado en algún material – lo más común en este caso es alambre de espino que no cause heridas a los animales – y recoger el pelo de ahí.

Esto choca con las costumbres tradicionales de los Heiltsuk. Dejando al margen consideraciones mitológicas, este tipo de prácticas suponen afectar directamente a la naturaleza. Dejarle comida al oso hace que éste cace menos, y incluso en el caso de estudios a muy largo plazo, que se acostumbre a complementar su dieta con los cebos.

La solución que encontraron fue la de emplear olores que resultasen atractivos. Pero sin dejar cebos ni carne, simplemente impregnando el alambre en dichos olores. Los osos se acercaban y olfateaban, dejando las muestras de pelo para que los investigadores las pudiesen recoger.

Todo esto puede parecer poco más que una curiosidad. Pero en realidad es más importante de lo que parece. Porque el resultado principal del estudio ha sido el de vincular el declive de la población de osos con el de salmones, su presa principal en este ecosistema.

Muy bien, pero ¿qué tiene eso de importante? Esta región, el Bosque del Gran Oso, está protegido tanto por las leyes de conservación de la naturaleza de Canadá como por las leyes tradicionales de los nativos de la zona. Y aún así, las poblaciones de osos estaban descendiendo.

Al detectar el problema y poderlo relacionar con el declive de salmones – que ocurre aguas abajo de la zona protegida – se pueden poner en marcha programas de conservación. Y dichos planes pueden y deben incluir a los Heiltsuk y sus leyes tradicionales, que son quienes se encargan de gestionar dicho territorio.

Publicado originalmente en Apuntes de la Naturaleza.