El meteorito que acabó con los dinosaurios remodeló los bosques de la Tierra

Ejemplo del paisaje post-extinción, exhuberante a causa del clima cálido y lluvias abundantes. (Fuente ibtimes).
Ejemplo del paisaje post-extinción, exhuberante a causa del clima cálido y lluvias abundantes. (Fuente ibtimes).



La historia es bien conocida. Hace 66 millones de años un meteorito de 10 kilómetros de longitud cayó sobre la Tierra, cerca de lo que hoy es la pequeña ciudad de Chicxulub en México, formando un cráter de 150 kilómetros de diámetro. La explosión, de 100 teratones de TNT, y sus efectos posteriores (incendios, mega tsunamis, nubes de polvo que bloquearon la luz del sol, descenso de las temperaturas, etc.) provocó la desaparición de los dinosaurios abriendo en cambio la puerta a los pequeños antecesores de los mamíferos, capaces de sobrevivir bajo tierra alimentándose de raíces y tubérculos.

Bien, según un nuevo estudio, aquel impacto también cambió para siempre el aspecto de los bosques, aniquilando a la mitad de las especies de planta de la época y propiciando el triunfo de los árboles de hoja caduca.

El nuevo estudio, realizado por científicos estadounidenses y dirigido por Benjamin Blonder de la Universidad de Arizona revela que el impacto que causó la desaparición de los dinosaurios afectó a las poblaciones de plantas de floración perenne con una intensidad mucho mayor que la sufrida por las plantas de hoja caduca.

Para llegar a esta conclusión se estudió una colección de aproximadamente 1.000 hojas fosilizadas recolectadas en un lugar llamado Formación Hell Creek ubicado al sur del estado de Dakota del Norte. Con este "tesoro" de otro tiempo, los investigadores lograron reconstruir la ecología de una comunidad formada por plantas muy diversas que floreció durante un período de 2,2 millones de años (los últimos 1,4 millones del Cretácico y los primeros 800 mil años del Paleógeno). El cataclismo de Chicxulub sucedió en ese mismo período.

Los científicos descubrieron evidencias de que tras el impacto, las angiospermas (plantas con flores) de hoja caduca y crecimiento rápido, remplazaron en gran medida a las plantas de hoja perenne y crecimiento lento. Pese a que cabría pensar que la extinción fue un proceso que afectó a todas las especies de plantas por igual, este estudio indica que el proceso no fue aleatorio. De hecho, han llegado a la conclusión de que el modo en que las plantas adquieren sus recursos predice su mejor o peor respuesta a los altercados que le sobrevengan.

En realidad, por lo que puedo leer, el estudio es una especie de tratado sobre economía ecológica. Las hojas convierten el CO2 en nutrientes para la planta, y esta a su vez emplea dos recursos para la fabricación de hojas: carbono y agua. Las plantas perennes "gastan" más recursos para la fabricación de sus hojas, y aunque el resultado es mejor (duran más) lo cierto es que el tiempo empleado en el proceso es mucho mayor que el que requieren sus pares de hoja caduca. Estas últimas consiguen por tanto altas tasas metabólicas, aunque esto implique el inconveniente de desaparecer en algún momento del año.

Para saber si las hojas fosilizadas con las que realizaron el estudio resultaban "baratas" o "caras" de producir, los expertos midieron su masa en relación a su área, así como la densidad de sus redes de nervios. Benjamin Blonder cree que el largo invierno que siguió al cataclismo introdujo un clima muy variable, lo cual favoreció a las plantas capaces de crecer rápidamente y tomar ventaja de las condiciones cambiantes, tal y como hacen las plantas de hoja caduca.

El trabajo, que acaba de publicarse en la revista PLOS Biology explica porque hoy en día la mayoría de los bosques que observamos cuentan con árboles de hoja caduca.

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Publicado originalmente en Cuaderno de Ciencias