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El cerebro que renació de sus cenizas

Simon Lewis durante una conferencia en la RSA
Simon Lewis durante una conferencia en la RSA

Al hombre que ven sobre el escenario le falta un tercio del hemisferio derecho del cerebro y hubo que reconstruirle casi todo el cuerpo después de un terrible accidente de auto. Además del hueco bajo el cráneo, una negligencia visual le impide ser consciente de lo que ve por uno de sus ojos, ha perdido la conexión sensorial con su pie izquierdo y tiene una distorsión temporal que le hace percibir el tiempo como plano, es decir, no es capaz de organizar temporalmente sus recuerdos, hasta el punto de que si le pones el fragmento de una película al revés, no se daría cuenta.

A pesar de todos estos problemas, Simon Lewis se expresa con normalidad, camina de un lado a otro sin dificultad y tiene un cociente intelectual por encima de la media. ¿Cómo lo hace?

El caso de este exproductor de cine lleva asombrando a los neurocientíficos desde hace años. En marzo de 1994 un Chevrolet embistió el auto en el que viajaban él y su esposa y se dio a la fuga. Su mujer murió al instante y Simon quedó hecho trizas entre los restos del vehículo, hasta el punto de que cuando llegaron los médicos de la ambulancia creyeron que estaba muerto. A pesar de ser un amasijo de huesos rotos y de tener el cerebro medio aplastado, Simon sobrevivió al accidente y permaneció durante 31 días en el grado más profundo de coma. En aquel momento tenía 36 años, vivía en Hollywood y era un hombre de éxito (su producción más conocida es la taquillera "Mira quién habla", protagonizada por John Travolta). Casi nadie, ni los propios médicos, creían que fuera a sobrevivir.

Un escáner muestra la actividad cerebral de Simon Lewis
Un escáner muestra la actividad cerebral de Simon Lewis

Durante los siguientes años Simon fue recuperando poco a poco sus capacidades. Le sometieron a sucesivas operaciones de reconstrucción (una nueva cadera, colocarle la mandíbula en su sitio...) y empezó la fase de rehabilitación cognitiva. En los primeros tests, su cociente intelectual estaba en el límite de la normalidad, con una edad mental de unos ocho años. Sin embargo, al cabo de dos años, y a base de esfuerzos de los rehabilitadores, Simon no solo subió su cociente, sino que alcanzó un IQ por encima de la media, seguramente el que tenía antes del accidente (era un tipo brillante, licenciado en la Universidad de Cambridge).

Veinte años después del accidente, Simon ha escrito un libro en el que cuenta su experiencia y explica en algunas conferencias cómo se ha sobrepuesto a un daño cerebral tan grave. A base de tesón ha vuelto a llevar una vida normal, supera su negligencia visual mediante unas gafas que le permiten ver la periferia y consigue caminar - a pesar de no tener sensibilidad en el pie izquierdo- gracias a una neuroprótesis externa que le va avisando de los movimientos del pie y que está en fase de pruebas.

"Lo que demuestra mi experiencia", asegura, "es cuánto podemos entrenar el cerebro a base de repeticiones. Y eso vale para todo el mundo. Debemos empezar a seguir a los niños que se quedan atrás en el colegio y tratar sus dificultades en lugar de apartarlos". Su caso es un ejemplo extremo de lo que se conoce como plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro humano para reorganizarse y renacer de sus cenizas utilizando recursos para distintas tareas, algunas de ellas insospechadas. Y aunque es obvio que parte de su mejoría se debe a que es un tipo con muchos recursos económicos, también supone una esperanza para las personas con daño cerebral y un ejemplo de todo lo que se puede mejorar.

Publicado originalmente en Neurolab.