Crustáceos que le ganan la batalla al cambio de sexo

Un anfípodo de la especie <em>Ampelisca brevicorni</em>
Un anfípodo de la especie Ampelisca brevicorni

Un problema conocido en los mares y ríos de nuestro planeta es la feminización de las poblaciones. Las aguas cada vez tienen más estrógenos, una hormona femenina, y esto provoca que los machos de algunas especies cambien de sexo, o al menos que se “feminicen” y se vuelvan estériles. Pero un crustáceo ha conseguido asegurarse su masculinidad, tal como se explica en un artículo de ACS Publications.

Y el mecanismo por el que lo consigue es realmente interesante. Durante su evolución, a lo largo de millones de años, estos anfípodos han tenido que enfrentarse a parásitos que trataban de cambiarlos de sexo. Gracias a esto, ya tienen una estrategia para hacer frente a estos cambios, que ahora aplican a los contaminantes.

Pero, ¿cómo ocurre esto? Siempre tendemos a pensar que la determinación del sexo, el hecho de que un individuo sea macho o hembra, depende de sus cromosomas. A fin de cuentas, es lo que nos ocurre a nosotros los humanos, el sistema XX-XY. Pero la naturaleza presenta muchos mecanismos.

El de los anfípodos es curioso. Porque se determina por cuestiones ambientales después de que los huevos eclosionen. Es decir, el animal nace y entonces “decide” su sexo. En realidad es una combinación de factores externos y el estado de salud del recién nacido.

Esta “ventana de decisión” es muy corta. Y una vez fijado el sexo, no cambia. Salvo que el crustáceo se vea infectado por ciertos parásitos, que tratan de cambiarlo. Principalmente porque los huevos que producen las hembras llevan parásitos también, mientras que los espermatozoides no.

Para el parásito el cambio de sexo supone una buena estrategia, pero no para el anfípodo. A fin de cuentas, si ha “elegido” ser macho, por algo será. Por eso han desarrollado mecanismos que les permiten evitarlo... en parte.

Los machos infectados se feminizan. Es decir, adquieren características propias de las hembras. Pero no comienzan a producir óvulos. Ni tampoco se quedan estériles, que es el otro resultado que puede provocar una infección de este tipo.

Respecto a las hormonas en el agua, la situación es igual. Los machos de anfípodos, al estar rodeados de sustancias “feminizadoras”, cambian. Pero mantienen su “esencia masculina”. Esto es, siguen produciendo espermatozoides y buscando hembras con las que copular.

Este es uno de los pocos casos conocidos en los que la contaminación del agua por hormonas femeninas no supone un verdadero problema ambiental. Y los científicos esperan que, al conocer algo más del mecanismo, puedan buscar soluciones para otros crustáceos o incluso para peces que carecen de salvaguardas.

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Historia original: Yahoo España