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Aidan Dwyer, ¿niño prodigio o exageración mediática?

No hay nada en internet (y en el cine) que guste más que una aventura con un niño de protagonista

, y si el niño es "especial" y sobresale en algún aspecto, mejor que mejor.

Regularmente nos llegan historias a través de la prensa generalista, de "genios" que han hecho un aporte definitivo que se les escapaba a los científicos mayores. Lamentablemente, cuando se le quita a estas noticias su capa de sensacionalismo inicial y se estudian seriamente, la historia termina casi siempre por perder espectacularidad.

Algo de esto ha sucedido con Aidan Dwyer, un ingenioso chaval estadounidense de 13 años, que pensó que la naturaleza podría darle pistas para mejorar el rendimiento de unos paneles solares que su padre pensaba colocar en su casa.

La historia fue más o menos así: el pasado mes de agosto (la mejor época para los culebrones) saltó a la prensa la noticia de un chaval que inspirado por las ramas de los árboles y la sucesión de Fibonacci ideó un método para la ubicación de paneles solares "en árbol" que mejoraba hasta en un 50% la eficiencia de los diseños planos tradicionales con los que cubrimos nuestros tejados.

Los metros de tejado de los que disponía su padre no eran lo bastante grandes, pero en cambio en aquella casa había un patio en el que no sería complicado añadir un árbol en el que cada rama, albergase paneles solares siguiendo la sucesión de fibonacci.

La noticia lo tenía todo para ser una bomba en internet. Niño prodigio, solución a la crisis energética, un toque ecologista, simplicidad, grandes resultados... ¡Lástima que no fuera del todo cierta!

A raíz de hacer público su descubrimiento, Aidan Dwyer se hizo una celebridad en la red a través de sus vídeos. Llegó a dar una charla invitado por PopTech y la gente le ofrecía dinero para montar empresas. ¡Demasiado para un chaval de 13 años!

Sin embargo, cuando se consultó a expertos en ingeniería medioambiental sobre el descubrimiento del chaval, la historia se desinfló. Tal y como cuenta Jan Kleissel, profesor universitario en San Diego, California, lo que Aidan midió y comparó con la productividad de la clásica disposición plana de paneles fue el voltaje y no el potencial eléctrico. Un serio error, me temo.

Pero seamos positivos. A pesar de todo el experto Kleissel dice que es probable que a ciertas horas del día (por la mañana) el diseño de Aidan sea efectivamente más eficiente que la clásica disposición plana, pero que a partir del medio día, los paneles que enfocan directamente al Sol funcionarían mucho mejor que el árbol diseñado por el chaval.

A pesar de todo, hay que quitarse el sombrero con el ingenio de un niño de trece años que, lejos de pasar el rato jugando a la Wii como el resto de sus amigos, ha dedicado su tiempo libre a pensar y a construir un ingenio con el que tratar de solucionar un problema.

De momento, ha fabricado otro árbol más grande con el que trata de solucionar los problemas que sus críticos hicieron públicos, y que emplearon (en ocasiones con saña) para derribarle del pedestal en el que la prensa, ávida de nuevos Edison con acné, le había colocado.

Personalmente creo que a pesar de que su idea parece haber sufrido el típico hype mediático tan común en verano, se trata de un enfoque novedoso que merece ser estudiado. Es más, con semejantes aptitudes estoy convencido de que si sigue así, este joven innovador tiene ante sí un futuro brillante.