Conseguir un llanto en exclusiva. ¿Buscamos el morbo en el accidente de Germanwings?
Ustedes pueden creer que es fácil. Pueden creer incluso que a algunos les gusta. Que les da morbo. O subidón de adrenalina. Que a los periodistas les pone perseguir las lágrimas, robar el dolor, fagocitar la angustia. Conseguir un llanto en exclusiva.
Pero es todo lo contrario. Ellos no se atreven. Van allí cohibidos. No se atreven a levantar la cámara. Ni el micrófono. No se atreven prácticamente ni a levantar la cabeza. Les da vergüenza. Todos sus años en la profesión, que son muchos, no les han preparado para tanto dolor. Por primera vez el micro les tiembla en las manos, y las palabras no les salen, el valor les falla y la vergüenza y el pudor les impiden preguntar. Se quedan en la distancia, intentando no invadir ese espacio donde el dolor se expande y lo golpea todo.
La cámara pesa más que nunca y ni siquiera se han dado cuenta de haberle dado al botón de grabar. Los objetivos captan a personas rotas, en shock, caminando como zoombies hacia más dolor, hacia las peores noticias. Y ellos, en realidad, querrían dejarlo todo, dejar el micrófono y las cámaras, y correr a abrazar a esos padres, a esos hermanos, a esos hijos.
No quieren estar allí. No les gusta estar allí. Pero se acaba de estrellar un avión, es noticia en todo el mundo, y ellos son periodistas y reporteros gráficos. Y tienen que contar la historia. Esa historia que ustedes están viendo en televisión, escuchando en la radio, leyendo en la prensa.
Los periodistas también sentimos, y lloramos.Y sufrimos las desgracias ajenas. Somos contadores de historias y el dolor pasa a través nuestro para llegar hasta ustedes.
Luego, por la noche, lloraremos en casa. Y abrazaremos más fuerte a nuestros hijos. Y dormiremos acurrucados junto a nuestra pareja. Pero el dolor seguirá ahí. Y durante muchos días no nos podremos quitar de la cabeza ni de la piel a esa gente que tanto vimos sufrir.