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La terapia de colores ¿puede curar enfermedades?

Uno de los problemas de la cromoterapia es la divergencia de criterios sobre el efecto de los colores (Bryan Ledgard - Flickr)
Uno de los problemas de la cromoterapia es la divergencia de criterios sobre el efecto de los colores (Bryan Ledgard - Flickr)

Los colores cálidos estimulan, los fríos relajan. Los primeros ayudan a combatir la depresión, los segundos alivian la ansiedad. En la gama de tonalidades que la luz despliega ante nuestros ojos, cada una corresponde a una parte de nuestro cuerpo y de ellas depende el buen funcionamiento de los órganos. Al menos eso afirman los expertos en cromoterapia.

Pero la relación entre el arcoíris y la salud humana dista de ser indisputable. Aunque el tratamiento con colores constituya una práctica milenaria, la escasez de estudios rigurosamente científicos sobre el tema engendra escepticismo. Además, la medicina moderna se basa en el análisis de los síntomas, que intenta influenciar o erradicar, mas no incluye el examen de los flujos energéticos y cómo estos desencadenan enfermedades.

¿Qué es la cromoterapia?

Las primeras evidencias del empleo de esta terapia se remontan a las antiguas civilizaciones en Egipto, Grecia, China y la India. La terapia de los colores no alcanzó popularidad en Occidente hasta el siglo XIX, cuando investigadores como el estadounidense Edwin Babbitt elaboraron las primeras teorías sobre la curación mediante el uso del color.

Según los seguidores de la cromoterapia, cada color está relacionado con una parte del cuerpo humano.
Según los seguidores de la cromoterapia, cada color está relacionado con una parte del cuerpo humano.

Sin embargo, este boom también contribuyó al escepticismo actual. Los terapeutas decimonónicos prometían sanar diversos padecimientos, desde un simple resfriado o un trastorno respiratorio agudo hasta el reumatismo y la parálisis, mediante la aplicación de filtros de colores a rayos de luz. En esa colorida aventura se mezclaron bien intencionados médicos con pintorescos charlatanes.

El norteamericano de origen indio, Dinshah Ghadiali, estableció en la primera mitad del siglo XX los llamados principios científicos de la cromoterapia. Según su teoría, cada color apacigua o estimula el torrente de energía humana, mediante su acción sobre un órgano específico, lo cual genera una reacción bioquímica natural. Ghadiali creía que bastaba con identificar la respuesta cromática de cada parte del organismo para aplicar la terapia adecuada. En resumen, todo tratamiento de este tipo pretendía restablecer el balance energético del cuerpo. En lugar de aplicar compuestos químicos –medicamentos convencionales—provocar los mismos efectos a través de las vibraciones del color.

Las teorías sobre el color han alimentado durante décadas el trabajo de profesionales del diseño, la publicidad, el marketing… y también de áreas menos luminosas, como las prisiones. En 1982 The New York Times publicó un reportaje sobre un centro penitenciario de menores en San Bernandino, California, que utilizaba celdas rosadas para calmar a los chiquillos rebeldes. Otras cárceles estadounidenses han replicado la experiencia en años posteriores. En la cultura machista de los criminales, vestir de rosado o simplemente habitar una celda de ese color representa una humillación que los persuade de reincidir en sus fechorías.

El diseño de interiores utiliza las teorías de la cromoterapia para justificar la elección de colores (Istockphoto)
El diseño de interiores utiliza las teorías de la cromoterapia para justificar la elección de colores (Istockphoto)

¿Pseudociencia o desafío científico?

Una revisión de la literatura científica sobre la cromoterapia, realizada por el Center of Health Design, en California, concluyó que “no hay evidencia suficiente sobre la relación directa entre determinados colores y la salud de las personas.” Los investigadores consultaron más de 3.000 fuentes de diversas disciplinas.

“La prensa y la comunidad de diseñadores han promovido una simplificación de las respuestas psicológicas al color”, señala el informe. En consecuencia, las recomendaciones que aparecen en artículos presuntamente especializados se sustentan en “mitos y creencias personales”. Y concluye: “los intentos de formular directrices universales sobre los colores apropiados en instalaciones de salud son desacertados.” Esa afirmación podría extenderse al resto de los campos donde los colores y las emociones se presentan de la mano, en particular el diseño de interiores y la moda.

Aunque sería difícil negar la influencia cotidiana de los colores sobre nuestro comportamiento, utilizar una paleta de colores como base para tratamientos médicos reta la racionalidad. La ciencia actual desconfía de la medicina alternativa y en ocasiones, como en el caso de la homeopatía, termina por confirmar sus recelos.

Pero la medicina convencional no siempre responde a nuestras inquietudes. Millones de habitantes de este planeta se curan con métodos tradicionales que cuestionan el conocimiento científico. Entonces, ¿azul para despejar y rojo para excitarnos?